Carta a un ciudadano americano. Los propósitos del Año Nuevo

El primero de enero nos observamos y miramos con algo de sorpresa la distancia que aún existe entre lo que somos y lo que buscamos ser, la manera como usamos el tiempo, la facilidad con la que se escurre entre los dedos.
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Arranca 2014 con nuevas metas.

Nosotros usamos las fechas como los marineros usaban las estrellas para determinar su posición y fijar su curso o modificarlo. El 31 de diciembre intentamos vernos a la luz de nuestros nuevos propósitos, mejores, más alegres, mas tranquilos.

El primero de enero nos observamos y miramos con algo de sorpresa la distancia que aún existe entre lo que somos y lo que buscamos ser, la manera como usamos el tiempo, la facilidad con la que se escurre entre los dedos.

Pero mirar así la vida hace que perdamos el sentido del viaje en sí mismo.

El poema de Cavafys, lo advierte: Itaca es importante porque obliga a emprender el viaje pero no hay riqueza a esperar a la llegada; toda riqueza se encuentra adentro de nosotros y en el propio viaje.

Empiezo el viaje de 2014 con gratitud, siguiendo el ejemplo del emperador Marco Aurelio, quien dedica todo el capítulo primero de sus Meditaciones a agradecer por los dones recibidos:

"De mi abuelo Vero: el buen carácter y la serenidad. De la reputación y memoria legadas por mi progenitor: el carácter discreto y viril.

De mi madre: el respeto a los dioses, la generosidad y la abstención no sólo de obrar mal, sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; más todavía, la frugalidad en el régimen de vida y el alejamiento del modo de vivir propio de los ricos.

De Rústico: el haber concebido la idea de la necesidad de enderezar y cuidar mi carácter. (...)

De Apolonio: la libertad de criterio y la decisión firme sin vacilaciones ni recursos fortuitos; no dirigir la mirada a ninguna otra cosa más que a la razón, ni siquiera por poco tiempo; el ser siempre inalterable, en los agudos dolores, en la pérdida de un hijo, en las enfermedades prolongadas.

De Alejandro el gramático: la aversión a criticar. (...)

De Catulo: el no dar poca importancia a la queja de un amigo, aunque casualmente fuera infundada, sino intentar consolidar la relación habitual; el elogio cordial a los maestros, como se recuerda que lo hacían Domicio y Atenódoto; el amor verdadero por los hijos.

De mi padre: la mansedumbre y la firmeza serena en las decisiones profundamente examinadas. El no vanagloriarse con los honores aparentes; el amor al trabajo y la perseverancia; el estar dispuesto a escuchar a los que podían hacer una contribución útil a la comunidad. El distribuir sin vacilaciones a cada uno según su mérito. La experiencia para distinguir cuando es necesario un esfuerzo sin desmayo, y cuándo hay que relajarse.

De los dioses: el tener buenos abuelos, buenos progenitores, buena hermana, buenos maestros, buenos amigos íntimos, parientes y amigos, casi todos buenos; el no haberme dejado llevar fácilmente nunca a ofender a ninguno de ellos, a pesar de tener una disposición natural idónea para poder hacer algo semejante, si se hubiese presentado la ocasión".

La gratitud por el viaje, por los amigos, compañeros de ruta grandiosos que me ha entregado la vida, por los maestros que encuentro todos los días, en los momentos más fortuitos, de quienes aprendo a apreciar los pequeños milagros cotidianos, que estaban frente a mi nariz y no podía ver: la magia del instante, el amor por el conocimiento, el poder de imaginar futuros mejores aunque sean improbables, la capacidad de sentir alegría en el corazón, la felicidad del amor.

Frente a la medianoche del 31 de diciembre, marinero ante el espectáculo del universo, he medido mi posición y la de los míos y buscado nuevos rumbos o trayectos menos apurados para llegar a las metas.

Y he pedido aun más cosas:

Que sea posible ponerle fin al conflicto armado en Colombia, a pesar de la testarudez de una guerrilla anclada en el pasado.

Que los Estados Unidos recuperen el sentido de colectividad que los ha hecho grandes y que su hermandad hemisférica con América Latina encuentre una expresión real.

Que los países que están bajo la dictadura, como Venezuela, puedan salir de la pesadilla y recuperar el sentido de unidad nacional, la paz ciudadana y el camino del crecimiento.

Que la capacidad de los países de luchar contra el crimen organizado se vea acompañada de una política más razonable que la que tenemos en la lucha contra las drogas, que hasta ahora solo muestra muertos, corrupción y malgasto de recursos.

Que el ejemplo de haber sacado a cincuenta millones de personas de la pobreza en América Latina durante la última década nos permita dejar atrás el tiempo en el que millones de latinoamericanos carecen de techo, comida, educación, sistemas de salud y un tratamiento digno por parte de sus congéneres.

Cierro la columna y abro el año de la mano de Yeats:

"Pensar donde la gloria del hombre comienza y termina, y decir que mi gloria era que yo tenía tales amigos".

Feliz año lectores.

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