Carta a un ciudadano americano. Los propósitos colectivos

Un pacto sobre lo básico. Debería ser un propósito multilateral. Algo financiado por el Banco Mundial: cómo ayudar a los dirigentes políticos de los países a conversar para alcanzar acuerdos mínimos que permitan gobernabilidad y algo de construcción de futuro.
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En una entrevista que concedió al director del diario colombiano Portafolio, Ricardo Avila, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno, ha propuesto algo sencillísimo para sacar adelante a Colombia (que se aplica a tantas otras naciones): un pacto entre las diferentes fuerzas políticas sobre aquellos propósitos colectivos alrededor de los cuales todos se congregarían.

Es decir, algo así como un grupo de objetivos nacionales que estarán fuera de la guerra política.

Moreno lo dice como colombiano y quizá también lo diga porque se ha hablado de él como una especie de llanta de recambio de un automóvil que no marcha, el del expresidente Alvaro Uribe, cuyos candidatos no logran preocupar a un presidente (Santos) a quien detesta y quien seguramente se lanzará a la reelección.

Pero tiene razón Moreno aún si su propósito fuera, como creen algunos, de política electoral.

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"Tenemos buenos diagnósticos y en la mayoría de los casos es claro qué hacer", le dice él a Avila.

"¿Cuál es el problema, entonces?", pregunta el Director de Portafolio.

"Que a la hora de tomar decisiones a veces ha faltado determinación y en otras, manejo político para poner ciertos temas espinosos sobre la mesa y tener visiones de largo plazo que trasciendan lo que dura un Gobierno.

¿Qué ejemplos tiene en mente?

Muchos, por supuesto. Pero es claro que tenemos una gran tarea por hacer en materia de calidad educativa, de efectividad de la justicia, así como de cerrar la brecha de la infraestructura. Eso para no hablar del inmenso atraso en materia de innovación.

A la vista de lo sucedido, ¿qué recomienda?

Pienso que los colombianos tenemos que ponernos de acuerdo en torno a unas metas básicas, con miras a 20 o 30 años. Los consensos que logremos deben estar por encima de la coyuntura política.

Eso suena más fácil decirlo que hacerlo...

No lo dudo. Pero hay ejemplos en esta región, como los de México o Chile, en donde personas de vertientes muy diferentes pudieron hablar un lenguaje común. Y en otras latitudes están los de Corea o Australia, para solo citar un par de casos.

En resumen, hay que crear espacios para ponerse de acuerdo sobre temas difíciles.

¿Cómo llamaría ese esquema?

Yo propongo que se bautice el Pacto por el futuro de Colombia. Eso no es algo que se logre de la noche a la mañana, pero si el país se fija como propósito disminuir la pobreza, eliminar la miseria, mejorar la educación, tener buenas carreteras y puertos, y contar con una administración de justicia que funcione, muchos de los problemas actuales se van a resolver." (Portafolio, Octubre 28 de 2013)

Para eso resulta indispensable recuperar para la política el arte de la conversación.

La política y su hermanito menor, el periodismo político, han adoptado la costumbre de propiciar encuentros de gladiadores. Los temas políticos abandonaron el terreno de la conversación hace tiempo y entraron al del debate irracional, aquel donde, según Montaigne (El arte de la conversación), las partes abandonan su búsqueda de la verdad y el asunto en juego y se aferran irracionalmente a las formas, cayendo en un estilo de debate que es terco, malicioso e imperioso, uno del que, luego "me siento avergonzado".

"Me siento más orgulloso de la victoria que logro sobre mí", agrega Montaigne, "cuando en el calor de la batalla debo dar paso a los poderes racionales de mi adversario, que cuando soy gratificado por mi propia victoria sobre sus debilidades".

Era lo que buscaba un senador de Illinois en 2008 cuando hablaba del "terreno común" para sacar adelante a los Estados Unidos. Barack Obama repitió eso en cada uno de sus discursos de campaña, tanto en la primera como en la segunda, aunque en la segunda se sentía ya su amargura frente a la polarización de Washington.

"Somos los Estados Unidos, una nación que ha mirado de frente a la Guerra y a la Depresión económica; grandes retos, grandes amenazas. Y en cada momento, nos hemos crecido para enfrentar esas amenazas y esos retos, no como Demócratas, no como Republicanos, sino como Americanos. Con decisión. Con confianza. Con esa creencia fundamental en que aquí en América el destino no está escrito para nosotros sino por nosotros. Eso es quienes somos, y ese es el país que tenemos que ser ahora mismo", decía Obama en Colorado (Octubre 26 de 2008).

Hoy vemos sólo gritería. Un amigo europeo le preguntaba a un amigo de EEUU en estos días:

"¿A ustedes qué les pasa?"

Gran pregunta.

Ver al papá del Senador Ted Cruz, quien representa el racismo republicano en su peor faceta, diciendo que él salió de Cuba porque había un dictador que se llama Fidel Castro y que ahora está en Estados Unidos y hay un dictador que es igual a Castro, que se llama Barack Obama, es alucinante. Ver a su hijo, quien podría ser Vicepresidente de los Estados Unidos, apoyar el argumento es deprimente.

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El debate político en Estados Unidos ha caído a niveles lamentables de pobreza. Se mantiene, por supuesto, la altura intelectual en los medios escritos pero son pocos los que leen The Talk of the Town, del New Yorker; o el New York Review of Books; o la página editorial del Washington Post o del New York Times. Se oye la metralleta de los "talk shows" de la televisión y el radio, en los que la conversación fue reemplazada por el insulto verbal.

Un pacto sobre lo básico. Me gusta. Debería ser un propósito multilateral. Algo financiado por el Banco Mundial: cómo ayudar a los dirigentes políticos de los países (pobres, emergentes, en vías de desarrollo, desarrollados y superpotencias) a conversar para alcanzar acuerdos mínimos que permitan gobernabilidad y algo de construcción de futuro.

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