Carta a un ciudadano americano. Más poesía, por favor

Vaya manera de empezar una columna. Los lectores saldrán corriendo. Utilidad de la poesía no es, precisamente, un título que le mueva el alma a los editores. Pero bueno, aquí va.
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Pregúntesele a cualquier persona si la poesía es útil y la respuesta varía entre una mirada vacuna y vacía, o un rotundo "por supuesto que no".

Aún si la pregunta es formulada a un poeta en ejercicio: "¿Util? ¿La verdad? No".

Yo estoy en franco desacuerdo. Pienso que la poesía es no sólo útil sino indispensable.

Es más, pienso que es el remedio para muchos de los males de nuestro tiempo.

Vaya manera de empezar una columna. Los lectores saldrán corriendo. Utilidad de la poesía no es, precisamente, un título que le mueva el alma a los editores. Pero bueno, aquí va.

Los poemas más útiles son los que seducen. ¿Seducen los poemas? Veamos.

Jotamario, un poeta nadaísta colombiano, escribió el que a mi juicio es el mejor poema de seducción: "Cuando la vida humana / desaparezca del planeta / y yo resida en una piedra / y tú en los nervios de una hoja / recordarás que te lo dije / cuando jugábamos al cuerpo / déjame amarte que más tarde / tiempo tendremos para el resto".

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El chileno Gonzalo Rojas, no se queda atrás con El Fornicio:
"Te oyera aullar, / te fuera mordiendo hasta las últimas / amapolas, mi posesa, te todavía
enloqueciera allí, en el frescor / ciego, te nadara / en la inmensidad / insaciable de la lascivia, / riera / frenético el frenesí con tus dientes, me / arrebatara el opio de tu piel..."

Octavio Paz es preciso pero sutil, en su Nocturno de San Idefonso: "El cuarto se ha enarenado de luna. / Mujer: fuente en la noche. / Yo me fío a su fluir sosegado".

Tras la muerte de mi padre leí novelas como Tu oído en mi corazón, de Kureishi o el discurso de Pamuk, al recibir el Nobel. Pero nada sirve más que leer poesía: unas dosis del mexicano Jaime Sabines, unas de Dylan Thomas, para mencionar solo dos, y el duelo mejora.

Alguna vez oí decir (no sé si sea cierto) que el presidente Zedillo solía llamar a Sabines para que le recitara algunos versos de su poema a la muerte de su propio padre, el Mayor Sabines. Al parecer Zedillo, un hombre tímido y que parece de piedra, lloraba de emoción al oír la voz grave y melodiosa de Sabines recitando: "He aquí que todo viene, todo pasa, / todo, todo se acaba. / ¿Pero tú? ¿pero yo? ¿pero nosotros? / ¿para qué levantamos la palabra? / ¿de qué sirvió el amor? / ¿cuál era la muralla que detenía la muerte?"

O en el mismo asunto a Dylan Thomas: "Y tú, padre, allí en tu triste altura, / Maldíceme, bendíceme ahora con tus rabiosas lágrimas, lo ruego. / No vayas dócilmente hacia esa buena noche".

El gran poeta peruano, César Vallejo lamentaba la muerte de su madre: "Cuando ya se ha quebrado el propio hogar, / y el sírvete materno no sale de la tumba, / la cocina a oscuras, la miseria de amor.

Hay, ante la muerte, poemas valientes, esperanzadores:

El primero es de Gonzalo Rojas, también chileno: "Del aire soy, del aire, como todo mortal, / del gran vuelo terrible y estoy aquí de paso a las estrellas, / pero vuelvo a decirte que los hombres estamos ya tan cerca los unos de los otros, / que sería un error, si el estallido mismo es un error, / que sería un error el que no nos amáramos".

Y hay otros fulminantes:

Salvatore Quasimodo, quien recibiera el Nobel en 1959 escribió uno perfecto: "Cada uno está sentado sobre el corazón de la tierra / Traspasado por un rayo de sol / Y enseguida anoche".

Borges el cuentista es admirable, pero el poeta es insuperable. Hay pequeños secretos como Two English Poems: "What can I hold you with? / ... I offer you explanations of yourself, theories about yourself, / authentic and surprising news about yourself. / I can give you my loneliness, my darkness, the hunger of my heart; / I am trying to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat".

O más conocidos como 1964:

"Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. / Ya no compartirás la clara luna / ni los lentos jardines. Ya no hay una / luna que no sea espejo del pasado, / cristal de soledad, sol de agonías. / Adiós las mutuas manos y las sienes / que acercaba el amor. Hoy sólo tienes / la fiel memoria y los desiertos días. / Nadie pierde (repites vanamente) / sino lo que no tiene y no ha tenido / nunca, pero no basta ser valiente / para aprender el arte del olvido. / Un símbolo, una rosa, te desgarra / y te puede matar una guitarra".

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Algunos países tan disímiles como la India, Santa Lucía, Irán y los Estados Unidos tienen la figura de Poeta Laureado, siguiendo una antigua tradición de la que hizo parte Petrarca.

Se trata de un poeta que tiene el mandato gubernamental durante un tiempo de escribir poemas para momentos trascendentales de la vida de un país.

Robert Pinsky ha recibido esa distinción tres veces seguidas en Estados Unidos. En una entrevista para el Christian Science Monitor definía así a la poesía:

"Pienso que la poesía es una parte vital de nuestra inteligencia, de nuestra capacidad de aprender y de recordar, de la relación entre nuestros cuerpos y nuestras mentes. El propósito más importante de la poesía es el de proveer una sensación única de armonía y coordinación entre la inteligencia, las emociones y el cuerpo. Se trata de uno de los placeres más fundamentales que una persona puede experimentar".

¿Por qué perdérselo?, me pregunto yo.

Para terminar, otra vez Sabines con su poema Los Amorosos (hay que oirlo a él recitándolo, se encuentra en YouTube):

"Los amorosos callan. / El amor es el silencio más fino, / el más tembloroso, el más insoportable. / Los amorosos buscan, / los amorosos son los que abandonan, / son los que cambian, los que olvidan. / Su corazón les dice que nunca han de encontrar, / no encuentran, buscan. / ... Los amorosos son locos, / sólo locos sin Dios y sin diablo. / Los amorosos salen de sus cuevas, / temblorosos, hambrientos, a cazar fantasmas. / Se ríen de las gentes que lo saben todo, / de las que aman a perpetuidad verídicamente, / de las que creen en el amor / como en una lámpara de inagotable aceite. / Los amorosos juegan a coger el agua, / a tatuar el humo, a no irse. / Juegan el largo y triste juego del amor. / Nadie ha de resignarse, dicen que nadie ha de resignarse. / Los amorosos se avergüenzan de toda conformación. / Vacíos, pero vacíos de una otra costilla, / la muerte les fermenta detrás de los ojos, / y ellos caminan, lloran, / hasta la madrugada en que trenes y gallos / se despiden dolorosamente. / Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, / a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas. / Los amorosos se ponen a cantar entre labios / una canción no aprendida / y se van llorando, llorando, la hermosa vida".

¡Más poesía, por favor!

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