Carta a un ciudadano americano. El terminal de Snowden

Hace años leí en alguna parte que un correo electrónico era como una postal: cualquiera puede leerla. Era, entonces, una creencia popular. Hoy es una certeza. El mundo del Gran Hermano, dibujado por George Orwell en su novela "1984", es el mundo en el que vivimos.
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Automobiles sit parked outside Terminal F at Sheremetyevo airport in Moscow, Russia, on Sunday, June 23, 2013. Former National Security Agency contractor Edward Snowden left Hong Kong today after the city rejected a U.S. warrant for his arrest, as China filed a protest over the hacking program he revealed. Photographer: Alexander Zemlianichenko Jr./Bloomberg via Getty Images
Automobiles sit parked outside Terminal F at Sheremetyevo airport in Moscow, Russia, on Sunday, June 23, 2013. Former National Security Agency contractor Edward Snowden left Hong Kong today after the city rejected a U.S. warrant for his arrest, as China filed a protest over the hacking program he revealed. Photographer: Alexander Zemlianichenko Jr./Bloomberg via Getty Images

Hace unas semanas le pregunté a un amigo del Departamento de Estado que pasaría con Snowden. Sonrió y me dijo:

-Va a quedar como el personaje de Tom Hanks, en la película de Spielberg, The Terminal, viviendo en terminales de aeropuerto, con una situación incierta.

Al momento de escribir esta columna, Snowden se encuentra, efectivamente, en el aeropuerto de Sheremetyevo de Moscú, aparentemente en el Terminal A, de uso exclusivo de funcionarios públicos. Su suerte es incierta.

Al ser interrogado sobre la posibilidad de que Rusia le otorgara asilo político a Snowden, el Presidente Vladimir Putin hizo gala de un humor negro de espía contra espía:

-Quedarse con Snowden es como esquilar un cerdo: mucho chillido, muy poca lana.

Si de algo sabe Putin es del valor que aporta un espía que se entrega a una potencia extranjera. Antes de ser presidente de su país, Putin estuvo varios años en la KGB, la agencia secreta de la Unión Soviética y fue director de la agencia que sucedió a la desaparecida KGB, en tiempos de Yeltsin, el Servicio Federal de Seguridad.

Snowden, nacido en 1983, trabajó como asesor externo de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), en la nómina de la agencia de consultoría Booz Allen Hamilton. La razón por la cual no tiene mucha lana que aportar, parafraseando a Putin, es que no sabe mucho. Sabe poco.

Pero lo poco que sabe es muy relevante en un mundo en el que la asimetría tecnológica hace que el espionaje internacional no afecte solamente intereses públicos nacionales sino las libertades individuales de los ciudadanos de todo el mundo, incluyendo por supuesto a los propios ciudadanos de los Estado Unidos.
Snowden sabe y ha contado al mundo que existe un programa que se llama PRISM. El nombre proviene de los prismas, que sirven para separar la luz, utilizada para llevar información por los cables de fibra óptica. PRISM es el sistema de espionaje que utiliza la NSA para vigilar la información que es transmitida por cables de fibra óptica, es decir, la información mundial de Internet y teléfono.

La paradoja es que si Snowden logra salir del aeropuerto de Moscú, es posible que lo reciba alguno de los cuatro violadores más severos de la libertad de prensa de América Latina: Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega, los presidentes de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.

Los defensores del sistema dicen que se trata de un elaborado software que permite barrer chats, correos electrónicos, llamadas telefónicas, videos e información almacenada, y que, una vez identifica palabras clave relacionadas con amenazas terroristas, pasa esa información a las agencias relevantes para que ellas, previa autorización judicial en el caso de ciudadanos de EEUU, proceda a leerlas y darles seguimiento.

Es decir, dicen los defensores, el sistema barre, no lee. Cuando lee, pide permiso a las autoridades si se trata de ciudadanos norteamericanos.

PRISM ha costado 20 millones de dólares anuales desde 2007. Según información publicada por el Washington Post, todos los proveedores grandes de Internet han entrado al programa: Microsoft (2007) y Yahoo (08); Google, Facebook, Paltalk (09); YouTube (10); Skype y AOL (11); y Apple en 2012.

Yo no sé qué piensan los ciudadanos de los Estados Unidos frente a un sistema que lo único que tiene para protegerlos es un pobre supervisor que debe analizar la "creencia razonable" de un simple analista, definida como 51% que tiene éste de confianza de que la nacionalidad del investigado no es estadounidense. Si así lo considera el supervisor, la NSA espía sin orden judicial.

Para el resto de los ciudadanos del mundo esto sí que es relevante. Si no es ciudadano americano, no se requiere supervisor siquiera. El analista procede a leer y analizar la información si le da la gana.

Hace años leí en alguna parte que un correo electrónico era como una postal: cualquiera puede leerla. Era, entonces, una creencia popular. Hoy es una certeza. El mundo del Gran Hermano, dibujado por George Orwell en su novela "1984", es el mundo en el que vivimos.

La ironía es que pensábamos que ese era el mundo propuesto por tipos como Bush y Cheney, la ultraderecha de los Estados Unidos. Pero no. Es el mundo que está por encima de Bush y de Cheney y aún de Obama. Es el mundo que Obama no quería presidir, cuando prometió que desmontaría Guantánamo y el sistema de asesinato de extranjeros a través de "drones".

Luego de leer una de las noticias de Snowden, releí un poema escrito por Federico García Lorca en su visita a Nueva York en 1929. Se llama El Rey de Harlem. Estados Unidos vivía entonces tiempos de fuerte racismo.

¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!

No hay angustia comparable a tus rojos oprimidos,

a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro,

a tu violencia granate sordomuda en la penumbra,

a tu gran rey prisionero, con un traje de conserje.

Así estamos hoy, los ciudadanos del mundo, y así están hoy, muchos estadounidenses, frente al ojo perturbador de PRISM: iguales a ese rey de Harlem del año 29 que veía García Lorca, ese "gran rey prisionero, con un traje de conserje"; sometidos a la "violencia granate sordomuda en la penumbra" de la Agencia Nacional de Seguridad, y "chateando" inocentes nuestros sueños y nuestros temores, creyéndolos privados.

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