Carta a un ciudadano americano. Una guerra ilegal y equivocada

En los próximos días Estados Unidos y sus aliados -Francia y el Reino Unido en particular- tomarán la decisión de atacar objetivos militares en Siria.
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assad
En los próximos días Estados Unidos y sus aliados -Francia y el Reino Unido en particular tomarán la decisión de atacar objetivos militares en Siria.

Se trata de una "represalia" por el asesinato de mil cuatrocientos civiles opositores al régimen de Asad, en las afueras de Damasco, a manos de la Cuarta División, comandada por el hermano de Asad, Maher, quien habría ordenado el ataque con proyectiles cargados con gas tóxico.

La decisión de atacar Siria, moralmente justificada de esta manera pero violatoria del derecho internacional y contraria al camino que ha sugerido el Consejo de Seguridad, es equivocada. No resolverá el problema sirio, agravará la crisis en la región y frenará la recuperación económica mundial.

Al momento de escribir esta columna, un grupo de investigadores de las Naciones Unidas desarrolla su trabajo en Damasco para concluir qué tipo de gas fue utilizado y el origen del mismo, al tiempo que gobierno y oposición señalan a su adversario como la fuente del ataque.

En la misma fecha, 29 de agosto, el exsecretario general de la Otan, Javier Solana, escribe un texto titulado Tarde y mal (El País) en el que rebate, uno a uno, los argumentos de quienes quisieran atacar sin consenso en el Consejo de Seguridad.

Un resumen de su razonamiento es (1) esta no es una acción humanitaria, y si lo es, ha sido tardía, (2) no esperar el dictamen de los expertos hace que esa acción sea ilegítima, y (3) ni Kosovo ni Libia son similares a este caso y si algo enseñan uno y otro es que una acción militar que persigue forzar una paz negociada toma siempre más tiempo del previsto y a veces trae consigo más problemas que soluciones.

Lo que buscan EE.UU. y sus aliados es evitar el señalamiento que sufrió Clinton en su momento, de no haber hecho nada durante el transcurso de las masacres serbias en Kosovo.

Las cifras de la guerra civil Siria son espeluznantes: cien mil muertos, 1.9 millones de refugiados, y 4 millones de desplazados (la población total de Siria es de 22 millones).

Pero aún así una ofensiva que no tenga respaldo unánime del Consejo de Seguridad tiene más riesgos que ventajas.

Es, para empezar, ilegal. No que a ninguna potencia en el mundo actual le importe la legalidad, pero no por eso hay que dejar de mencionarlo. No es un detalle nimio.

Aunque se trataría de un ataque a instalaciones militares donde se encuentran no los explosivos químicos -lo cual traería consigo muertes masivas en las ciudades- sino los proyectiles que se utilizan para su transporte, la situación política de Asad mejoraría tras una operación de esa naturaleza. Pasaría de villano a víctima.

Rusos y chinos estarían más dispuestos a ayudarle, y tendrían en su apoyo una nueva intervención ilegal (tipo Irak) de los aliados. Su situación militar podría incluso fortalecerse. Y no es claro que su control del territorio se vería afectado por una operación de bombardeo quirúrgico.

Así las cosas, una acción unilateral, que no esté acompañada de consenso en el Consejo de Seguridad, sería ilegal e insuficiente, o aún contraproducente, con lo cual los aliados terminarían en el problema de tener que intensificar sus ataques o incluso de invadir un país que cuenta con 400 mil efectivos entre ejército, marina y fuerza aérea y otros 400 mil reservistas, para garantizar su utilidad política.

Es cierto que Asad es un criminal. Es cierto también que los sirios merecen mejor suerte. Es incontrovertible que la violación de la Convención sobre Armas Químicas que entró a regir en 1997 debe recibir castigo.

Pero un bombardeo unilateral en Siria sólo traerá consigo un mejoramiento de la situación política de Asad, un retroceso en la recuperación de la imagen de EEUU en la región, un incremento en los precios del petróleo - es decir más caja para los dictadores petroleros incluyendo a Maduro- un mayor debilitamiento de la ONU y un frenazo en la recuperación de la economía mundial.

Aunque, claro, un leve repunte de la favorabilidad en las encuestas para Obama, Cameron y Hollande.

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