¿Quién extorsiona a quién?

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La portada de The Economist del 6 de febrero mostraba la estatua de Venus de Milo apuntando un revolver, con el titular "Anda, Ángela, haz que sea mi día". En el mundo al revés en el que viven los editores del semanal íngles, Grecia es la que amenaza a Europa, o por lo menos a Alemania. ¿En serio?

El lunes 16 de febrero, los funcionarios europeos "le entregaron a Atenas un ultimátum: acceder antes del viernes a continuar con un programa de rescate, o poner en riesgo el financiamiento que el país necesita para impedir un incumplimiento en sus pagos", reportaba el New York Times.

Luego, también está Wolfgang Schäuble, el ministro de finanzas alemán y defensor obstinado de las fracasadas políticas de austeridad que han generado seis años de recesión en Grecia. El 11 de febrero, según el Financial Times, "insinuó de forma lúgubre, que un plan por parte de Grecia de retirarse del programa de rescate a finales del mes, podría provocar una reacción severa de los mercados financieros".

"No sabría decir cómo lo tomarían los mercados financieros, en la ausencia de un programa -- pero tal vez él [el primer ministro griego Alexis Tsípras] tenga mejor juicio al respecto."

Schäuble sabe muy bien que no son "los mercados" los que decidirán cuánto capital huiría del sistema bancario griego si Grecia se negara a renovar el programa de la llamada 'troika', que vence el 28 de febrero. Sabe perfectamente que son las acciones del Banco Central Europeo (BCE) las que determinarán cómo reaccionarán los mercados. Su transparente amenaza es parecida a la de un gánster que abate a un comerciante, y que luego pretende no saber quién es responsable del vandalismo que termina azotando a los negocios que no cumplen con sus obligaciones a la banda.

Tampoco se trata sólo de castigar a Grecia por no efectuar sus pagos, sino de obtener el compromiso de transformar la economía griega en algo que los electores nunca desearon. Entre las "reformas" en las que insiste Schäuble, se observan medidas que debilitarían aún más el poder de negociación de los trabajadores. Estas incluyen sustituir la negociación colectiva a nivel de industrias enteras por la negociación a nivel de empresas, facilitando así los despidos colectivos, y legalizando a su vez los paros empresariales (actualmente ilegales en Grecia).

Muchos observadores parecen no entender que se trata sencillamente del uso de la coacción por parte de las autoridades europeas, a modo de lograr objetivos políticos y económicos. Es por eso que esta gente no se ha conformado con afincarse en su enorme poder de negociación y en la amenaza de dislocación económica que resultaría si Grecia se viera forzada a salirse del euro. Al contrario, han sido proactivos: el 4 de febrero, el BCE anunció que ya no aceptaría los bonos del gobierno griego como garantía. Fue un esfuerzo consciente de hacer caer los mercados financieros griegos y alentar la fuga de capitales, a modo de forzar a Syriza a capitular lo antes posible.

Al parecer, existen divisiones importantes en la troika (integrada por la Comisión Europea, el BCE y el FMI). Según informes de prensa, el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker se opone a la Canciller alemana, Ángela Merkel, con respecto al tema de la austeridad.

En breve, Syriza, al elegir que Grecia se mantenga dentro de la eurozona, no ha tenido más alternativa que hacer de su lucha también la de Europa, a fin de lograr impulsar un cambio en las políticas de toda la zona del Euro. En vista de que la austeridad ha fracasado rotundamente, no solamente en Grecia, sino en casi toda la región, esto resulta factible - y viene siendo el más gran temor actualmente por parte de algunas autoridades europeas.

Por supuesto, el otro temor es que Grecia se vea forzada a salirse del euro. Se dice con frecuencia que esto causaría una especie de colapso financiero europeo, pero eso se vislumbra poco probable. Mucho más factible es que Grecia, luego de una crisis financiera inicial, se recupere mucho más rápidamente que sus vecinos, de forma que otros países también querrán salirse.

Hay otra razón por la cual la coacción es un elemento tan importante en este caso. Para lograr su cometido, la coacción debe ir más allá de la crisis actual y ostentar la amenaza del caos incluso después de que -escenario aún poco probable- Grecia se salga del euro. (La mafia no solo lo amenaza a usted, sino también a su familia, después de que lo maten). Eso fue en parte la amenaza hecha a Argentina en el 2001 y hasta el 2002, incluso después de su default y devaluación. La opinión general, propagada por casi todos los principales medios, era que los problemas de Argentina apenas comenzaban, y que habría años de sufrimiento a futuro. A fin de cuentas, Argentina sí sufrió una crisis financiera y una recesión severa, pero solamente por tres meses. Liberada de las políticas de austeridad del FMI, inició entonces una robusta recuperación, en la que el PIB creció un 63 por ciento en los seis años sucesivos.

Grecia parece estar en una posición mucho más ventajosa para una recuperación económica fuera de la eurozona, que en el caso de Argentina luego de su devaluación y default. Argentina no recibió ayuda externa alguna; al contrario, los organismos multilaterales exprimirieron dinero de su economía en el 2002. Grecia quizás no necesite ayuda externa, ya que registra un superávit por cuenta corriente. Pero si la necesitara, según lo que dice la prensa, Rusia (con $380 mil millones en reservas) y China (con $3.9 billones) han ofrecido extender su mano. Las cantidades de dinero que Grecia podría requerir en préstamos serían insignificantes para China, y bastante pequeñas para Rusia.

De tal modo que la coacción europea también entraría en juego en el caso de una salida. Las autoridades europeas podrían tratar de bloquear los créditos comerciales (lo cual constituyó otra amenaza contra Argentina) y buscar otras formas de herir al sistema financiero griego. Podrían tratar de presionar a China y a otros países para que no ofrezcan préstamos. Pero resulta poco probable que lograrían aislar a Grecia, y no está del todo claro que cuenten con el apoyo político necesario en Europa para un tal revanchismo.

Por ahora, al menos, los griegos no parecen estar dejándose intimidar por la coacción. El ministro de finanzas, Yanis Varoufakis, dejó claro el lunes que no se aceptaría ningún ultimátum. Los niveles de aprobación de Tsípras despuntan en un 75 por ciento, lo cual incluye al 42 por ciento de quienes votaron para el anterior partido de gobierno, en la elección de enero. Es un triunfo de la democracia, tanto para Grecia como para Europa.

Este artículo fue publicado por Huffington Post el 17 de febrero, 2015.

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