Año nuevo, dinastías viejas

Aquello de Año Nuevo, Vida Nueva no parece reflejarse en el reciclaje de políticos y viejas guerras tribales. Pero, ¿podrán ser dos veteranos políticos agentes de cambio dentro y fuera de sus partidos? El juego apenas comienza.
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Former Presidents Bill Clinton, left, and George W. Bush, laugh while participating in the Presidential Leadership Scholars Program Launch, Monday, Sept. 8, 2014, at The Newseum in Washington. The two are launching a new scholars program at four presidential libraries, aiming to help academics and business leaders learn more about presidential leadership. (AP Photo/Jacquelyn Martin)
Former Presidents Bill Clinton, left, and George W. Bush, laugh while participating in the Presidential Leadership Scholars Program Launch, Monday, Sept. 8, 2014, at The Newseum in Washington. The two are launching a new scholars program at four presidential libraries, aiming to help academics and business leaders learn more about presidential leadership. (AP Photo/Jacquelyn Martin)

Recibimos al 2015, pero en la burbuja washingtoniana pulula la elección general del 2016 con su desfile de potenciales aspirantes a la nominación presidencial por ambos partidos, sobre todo la probabilidad de un choque de dos viejos apellidos: Clinton-Bush, como en 1992, pero esta vez entre Hillary (Clinton) y Jeb (Bush).

Tal escenario genera bostezos entre unos y pone a salivar a otros. Se trata de dos "dinastías" políticas que ocuparon la Casa Blanca durante 20 años continuos, desde 1989 hasta 2009: George Bush, padre, de 1989 a 1993; Bill Clinton, de 1993 a 2001; y George W. Bush, de 2001 a 2009.

Hillary Clinton, exprimera dama, senadora y Secretaria de Estado, perdió la nominación presidencial demócrata ante Barack Obama en 2008, pero muchos esperan que pueda desquitarse y pelear por la histórica oportunidad de ser la primera mujer en presidir el país.

Jeb Bush, el exgobernador de Florida, lleva años coqueteando con la idea de buscar la nominación republicana y esta vez, a juzgar por los pasos tomados, incluyendo renunciar a todas las juntas y grupos con y sin fines de lucro con los que tiene vínculos profesionales, pareciera inclinado a lanzarse.

Los apellidos no suponen la nominación automática, aunque en el caso de Clinton no han surgido, hasta ahora, figuras demócratas de peso con intenciones reales de retarla. Y por el bando republicano, Bush tiene la complicada tarea de nadar entre un mar de aspirantes y sobrevivir el proceso primarista enfrentando al ala ultraconservadora que lo considera demasiado "moderado" en temas como la inmigración y la educación, a pesar de sus credenciales conservadoras.

En materia migratoria, lo que se requiere de Bush es claridad. Bush ha apoyado por largo tiempo una reforma migratoria amplia con vía a la ciudadanía, pero en su libro publicado en 2013 abogó incluso por que los adultos indocumentados puedan legalizarse, pero no ser elegibles para la ciudadanía.

Empero, cuando el libro se presentó en medio de un debate en el Senado de un plan de reforma con vía a la ciudadanía, Bush dijo que le parecía bien. Ahora se manifestó en contra de las acciones ejecutivas migratorias de Obama, pero no ha aclarado qué haría si fuera electo presidente. ¿Las revocaría?

Si busca la nominación, Bush debe decidir cómo apelar a la base que requiere para ganar la nominación sin alienar a los sectores electorales que necesita para ganar la presidencia, incluyendo a los latinos.

En el 2004, su hermano, W. Bush, asumió una postura migratoria razonable, resultó nominado y se alzó con 40 por ciento del voto latino ganando la Casa Blanca. (En la polémica elección del 2000 Bush logró 35 por ciento del sufragio hispano).

Pero después de Bush, los candidatos republicanos a la presidencia han apelado a la base antiinmigrante y antirreforma del Tea Party reduciendo sustancialmente su nivel de apoyo entre los latinos.

En el 2008, John McCain dijo en las primarias que votaría en contra de su propio proyecto de reforma migratoria amplia, ganó la primaria pero en la general redujo a 31 por ciento el apoyo latino, perdiendo la Casa Blanca.

En el 2012, Mitt Romney abogó por la autodeportación como propuesta migratoria y redujo a 27 por ciento el apoyo del voto latino, y también perdió la elección presidencial.

De momento, Bush declinó la invitación del principal antiinmigrante en la Cámara Baja, Steve King, congresista republicano de Iowa, para participar de un foro en el estado que celebra el primer caucus presidencial.

En inmigración, hasta ahora, hay más coincidencia entre los demócratas. Pero este año las acciones ejecutivas serán atacadas en el Congreso y en tribunales y hay que ver si la defensa demócrata a las mismas se mantiene unificada y conocer también las posturas que asuma Clinton mientras trata de apelar a los sectores que requiere para ganar la nominación, si la buscara.

Y aunque los demócratas están en mejores términos con el voto latino, sobre todo a raíz de las acciones ejecutivas de Obama, la potencial presencia de Bush en el panorama electoral puede suponerles problemas, pues si ganara la nominación y jugara bien las cartas, Bush podría llevarse una tajada del voto latino, sobre todo si asume posturas razonables en materia migratoria.

Pero en este año nuevo prevalece la misma vieja dinámica: la lucha entre el establishment republicano que ve a Bush con buenos ojos porque puede atraer el dinero y los votantes requeridos para ganar la Casa Blanca, y el ala del Tea Party impulsada por prejuicios y aislacionismo que quiere verlo tropezar.

Aquello de Año Nuevo, Vida Nueva no parece reflejarse en el reciclaje de políticos y viejas guerras tribales. Pero, ¿podrán ser dos veteranos políticos agentes de cambio dentro y fuera de sus partidos? El juego apenas comienza.

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