La vida secreta de los objetos

Me resulta ingenua la manera en que las personas nos vamos rodeando de objetos. Los compramos, los recibimos, los acomodamos y los deseamos, sin imaginar el profundo significado que pueden llegar a tener en nuestra vida.Los objetos nos acompañan, nos rodean, nos definen y se apoderan de nuestros espacios.Se van convirtiendo en "ese otro", extensión de nosotros mismos.
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Ashley Walters (left) and Connie Huq attend the Tetley and CLIC Sargent You, Me and a Cup of Tea charity book launch at the Haymarket Hotel, London. PRESS ASSOCIATION Photo. Picture date: Thursday, October 4, 2012. You, Me and a Cup of Tea is the nations first tea-table book with 175 short stories about special moments shared over a cup of tea. Photo credit should read: Geoff Caddick/PA
Ashley Walters (left) and Connie Huq attend the Tetley and CLIC Sargent You, Me and a Cup of Tea charity book launch at the Haymarket Hotel, London. PRESS ASSOCIATION Photo. Picture date: Thursday, October 4, 2012. You, Me and a Cup of Tea is the nations first tea-table book with 175 short stories about special moments shared over a cup of tea. Photo credit should read: Geoff Caddick/PA

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Me resulta ingenua la manera en que las personas nos vamos rodeando de objetos. Los compramos, los recibimos, los acomodamos y los deseamos, sin imaginar el profundo significado que pueden llegar a tener en nuestra vida.

Los objetos nos acompañan, nos rodean, nos definen y se apoderan de nuestros espacios.
Se van convirtiendo en "ese otro", extensión de nosotros mismos.

Todos tenemos algún objeto que nos define, que nos caracteriza, que toma relevancia en nuestra vida. Una pluma, un celular, la lámpara del buró, una piedra o un cepillo. Siempre hay algo que nos arraiga a la noción que hemos ido creando de nosotros mismos.

Poco a poco, los objetos que ponemos en nuestras casas, o que llevamos con nosotros fuera de ellas, se van volviendo espejos de quienes somos. Espejos parecidos al que utilizaba la bruja de Blanca Nieves: buscamos vernos reflejados a través de ellos.

Por sí mismo, el objeto no puede decir allá de la connotación y carga emocional que nosotros le otorgamos.

Estamos rodeados de los "espejitos mágicos" que nos devuelven la imagen que hemos querido crear de nosotros mismos. Cada espacio que decoramos, cada elemento con el que nos adornamos o aquello que utilizamos de manera cotidiana en nuestras vida, se va volviendo reflejo autoinfligido de lo que buscamos proyectar de nosotros mismos.

Lo aterrador sucede cuando dejamos de reconocer las cosas de las que nos hemos rodeado. Esa imagen de lo ajeno en la proximidad de nuestra intimidad, resulta siniestra. ¿Qué es eso y qué hace adentro de mi vida? Ese desconocimiento del objeto es un alejamiento de un otro que fuimos en otro tiempo.

¿Cuántas veces no hemos mirado con horror lo que en algún momento nos significaba tantas y maravillosas cosas?

Mirar con extrañamiento y no reconocernos a nosotros mismos en lo que un día nos fue profundamente familiar, es lo que Barthes describe como siniestro.

Es siniestro porque significa que alguna vez fuimos otro que ha dejado de ser. Una suspensión temporal en la continuidad de nosotros mismos. No hemos muerto, pero algo que fuimos, ha dejado de ser.

Gustos adquiridos que con el paso del tiempo nos provocan extrañamiento, desconocimiento, rechazo.

Cuando rechazamos algún objeto que en su momento fue importante para nosotros ¿estamos en rechazando ese que fuimos?

Más sinistro aún, me parecen aquellos objetos que pertenecen, a lo que yo llamo, submundo de lo cotidiano. Objetos que irrumpen y rompen el hechizo del espejo mágico: la cubeta en el baño, la jerga en la cocina, la plancha, el detergente, un trapeador recargado junto a nuestro cuadro favorito.

Todos aquellos objetos de los que desearíamos escapar y que resultan obligados. Presencias cotidianas que habitan la casa a pesar de nosotros y que nos son imprescindibles.

Inicia la batalla. El contraste inevitable entre lo sublime de un libro y las bolsas de la basura. Las quinielas que nos toca jugar por evitar los pasillos de los objetos desagradables y permanecer, el mayor tiempo posible, entre todo aquello que nos devuelve la imagen idealizada de nosotros mismos.

Todo conforma y confiere sentido a nuestra realidad. Los objetos, por inocentes que nos parezcan, dejan de serlo cuando los miramos semióticamente.

La próxima vez que compres algo, imagina cómo lo verás con el paso de los años. O simplemente echa un vistazo a tu casa; ¿ya viste quién eres?

En cuanto a la la juerga, el recogedor y la cubeta, ¡olvídalo! Imposible escapar a ellos.
Por cierto, mientras termino de escribir este artículo, les juro, el refrigerador me está llamando.

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