<em>Élan vital</em>

Se dice que somos lo que comemos. Yo creo que somos lo que nos hemos "comido" en forma de experiencias vitales: gratificantes y dolorosas. Nos construimos a partir de la memoria e incluso nuestro cuerpo responde a las vivencias que hemos tenido. Ya decía el gran Beckett que después de los 40 años todos somos responsables de nuestra cara.
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vida y trascendencia

Se dice que somos lo que comemos. Yo creo que somos lo que nos hemos "comido" en forma de experiencias vitales: gratificantes y dolorosas.

Nos construimos a partir de la memoria e incluso nuestro cuerpo responde a las vivencias que hemos tenido. Ya decía el gran Beckett que después de los 40 años todos somos responsables de nuestra cara.

Somos lo que hacemos, lo que vemos y leemos, lo que repudiamos, los amantes del pasado, los anhelos del futuro. Somos una construcción ilimitada de lo que hemos decidido vivir y de todas aquellas experiencias que se han impuesto a nuestro destino, en algunas ocasiones con trágico rostro y en otras, con lo gratificante de la dicha.

Nos hemos subido en hombros de esperanzas inútiles y a veces hemos tenido que bucear por las subterráneas cavernas de nosotros mismos. La mayoría conocemos el sabor de lo carnal y del sutil viento que, suponemos, es nuestro espíritu.

No hemos podido escapar de miserables tardes de domingo, ni dejar de sentir el dolor de la muerte, la pérdida, el desasosiego.

Todos hemos tenido que quemar al menos una nave, abandonar puertos afectivos, marcharse a nuevos destinos.

Tomar decisiones, reencontrar amigos, pedir disculpas.

Hemos tenido que vivir con prisa, correr al trabajo, resolver el pago de la luz, el agua o el gasto.
Nadie escapa a la fantasía, al tedio, al deseo.

Vivimos en constante tensión entre seguir sosteniéndonos o soltarlo todo. Levantarse o "quedarse otro ratito". Llevar a cabo las tareas o permitirnos el olvido.

Somos perfectamente capaces de pasar de un pensamiento claro a la turbulencia emocional de la confusión sin límites.

Pese a todo, la construcción del Yo es una decisión de todos los días. En el epicentro de la vida cotidiana casi siempre hay cabida para la reflexión sobre uno mismo.

Bergson, el gran vitalista, deco que "La vida es invención". Decidir hacerse, devenir, construirse. Tomar una postura creativa frente a la propia existencia.

Es cierto que es imposible escapar a lo que nos aguarda por sorpresa en el camino de la vida; pero la conciencia de un Yo que se asume y se construye nos habilita para sobreponernos y reinventarnos frente a la adversidad o la dicha.

Si somos lo que comemos, sugiero comer, entonces sí hasta hartarnos, élan vital, impulso de vida, libido y una alta dosis de resistencia creativa.

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