Sin libertad, no somos nada

México es el país más mortífero de América Latina para ejercer el periodismo, algo que por desgracia, no nos sorprende ante la inquietante situación del país.
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El periodismo parece ser una profesión de riesgo en varias partes del mundo. Los ataques que buscan censurar, silenciar y amedrentar a quienes trabajan para medios de comunicación- periodistas, profesionales de las comunicaciones y auxiliares- son condenables. Como lo son los ataques que buscan socavar la libertad de expresión en general.

De acuerdo con Reporteros sin Fronteras (RSF), México es el país más mortífero de América Latina para ejercer el periodismo, algo que por desgracia, no nos sorprende ante la inquietante situación del país, las continuas violaciones a los derechos humanos, los altos niveles de corrupción y la falta de rendición de cuentas.

El pasado 9 de enero, Articulo 19 denunció la desaparición de un periodista en Veracruz, luego de ser amenazado por el Alcalde de Medellín de Bravo. Al momento de secuestrarlo, se llevaron también su cámara de fotos, su computadora y celular. Es un caso más ante la veintena de periodistas heridos y agredidos durante las marchas por los estudiantes desaparecidos en Guerrero, a los otros tantos amenazados por funcionarios públicos, por miembros de las fuerzas de seguridad y por los carteles en los últimos años. Según la Procuraduría General de México- al 31 de octubre de 2014-, 102 periodistas han sido asesinados y 22 han desaparecido desde el año 2000.

Ante estos hechos- que ubican a México como uno de los más peligrosos en el mundo para ejercer el periodismo -, es casi imposible que los mismos periodistas no apliquen la autocensura ante la falta de rendición de cuentas y de garantías para poder trabajar sin problemas.

No se puede ni se debe trabajar con miedo y en México los factores que ponen en jaque a la libertad parecen ser muchos. Las redes sociales cumplen un rol importante en cuanto a la circulación de información sobre lo que sucede en México, y no solo periodistas las utilizan con este fin: los mal-llamados "ciudadanos comunes" las utilizan y muchos de ellos, por desgracia, también han sido blanco de ataques e intimidaciones. Identidades falsas, IPs borrados y cuentas anónimas o desde el exilio parecen ser algunas de las estrategias para poder romper lo que se vive en México y diseminar información, más aún ante la existencia de medios monopólicos afines al gobierno y/o a los grupos narcos y la falta de pluralismo.

Otro dato a tener en cuenta es que el ataque contra la libertad de expresión y al derecho a informar y a ser informados también es cometido cada vez que el Estado, amparándose en un uso abusivo de "seguridad nacional" silencia periodismo, especialmente, el de investigación. Una cuestión que está en el tapete desde hace algunos años y que no se está debatiendo como corresponde ante la excusa de la "seguridad".

En lo que se refiere a protección, existen una gran cantidad de tratados, acuerdos y protocolos internacionales y regionales de derechos humanos garantizan el derecho a la libertad de expresión. Todos tenemos derecho a buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección. Y, por supuesto, a no ser molestados por nuestra opinión.

Las restricciones, según el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, deben estar expresamente fijadas por ley y ser necesarias para asegurar el respeto a los derechos o la reputación de los demás y la protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas. Existen medios y recursos a nivel local, en casi todos los países de la región, a nivel regional e internacional. Ayudemos a mejorar estas instituciones, puesto que a nivel regional e internacional, existen mecanismos para que esas instancias no sean espacios vacíos, ni burocracias ineficaces. Ante amenazas, no debemos dudar en hacer uso de ellos: para ese fin fueron creadas.

Condenemos enérgicamente a quienes atacaron a Charlie Hebdo. Alentemos a Francia a llevar a cabo investigaciones serias sobre lo que ocurrió, a llegar a la verdad, a reparar a los familiares de las víctimas y a tomar medidas para que garantizar que el derecho a la libertad de expresión sea sostenido sin más, y que nadie tenga miedo a decir lo que piensa y a ser asesinado por eso. A la vez, no perdamos de vista lo que sucede en América Latina y lo lejos que estamos de ser una región en la cual las ideas y la información circulan libremente, en la cual no existen amenazas para quienes escriben, dibujan, ilustran, trabajan, etc en medios de comunicación típicos o alternativos.

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