Sólo para fumadores

Una década fumando, lo cual equivale a 43,554 cigarrillos, a razón de 12 por día, con una variable de dos años sin fumar, contando la curva del furor adolescente adornado por salidas interminables y los nervios de enfrentarse al mundo.
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Una década fumando, lo cual equivale a 43,554 cigarrillos, a razón de 12 por día, con una variable de dos años sin fumar, contando la curva del furor adolescente adornado por salidas interminables y los nervios de enfrentarse al mundo.

Llevo más de 48 horas sin inhalar y expirar ese humo. Tengo varias copias al alcance sobre los beneficios de dejar de fumar. Dos días después de evitar la nicotina, se supone que mi presión sanguínea ha disminuido, mi pulso está más bajo y la temperatura de la sangre en mis manos y pies ha aumentado.

Mis niveles de oxigenación están al parejo que los de un no fumador.

Ok, le dije al doctor. Aquí le van, y saqué de mi bolsa dos paquetes de cigarrillos y dos encendedores. Me convenció para dejar de fumar. Para mí significa que cuando llegue a una reunión donde esté sola, no podré platicar con mi amigo el vaquero de Marlboro. Lo voy a extrañar, él tan guapo... tampoco contaré con sus consejos cuando esté a punto de entrar a visitar a un cliente. Lo mandaré a volar afuera de los aeropuertos, como un novio celoso, donde seres grises echan humo como si se fuera a acabar el mundo. No tendré que salir corriendo de bares, comidas o los "edificios libres de humo", que ahora son todos, para platicarle de mis cuitas.

Hoy me supieron a gloria los huevos divorciados que desayuné. Mi paladar ha cobrado vida. Próximamente se espera que al subir escaleras no bofee, que la nicotina desaparezca, que respire mejor porque casi casi ronco y podré usar mis cremitas sabor mandarina en las manos sin apestar a tabaco.

Mis dientes serán como los de Jaime Camil, mi piel y mi pelo serán brillosos y me auguran la felicidad eterna y un largo etcétera. Ah, y no tendré arrugas alrededor de los ojos. Esto es maravilloso. ¡Qué cremas ni qué nada! Aún tengo los pulmones gris oscuro, pero curiosamente no tengo ansiedad. Si, estuve medio nefasta el primer día, pero eso es todo. No pienso engordar, no hay necesidad.

Para no morir en el intento, le sugiero, si usted está dispuesto, los siguientes tips. Sé que hay miles en Google, pero estos me sirven a mí:

  1. Comprar popotes, cortar tiras de apio o zanahoria para la hora de estar frente a la computadora.
  2. Tener a la mano paquetes de gomas de mascar o paletas dulces.
  3. Preparar varias botellas de agua con clorofila y/o extracto de jamaica.
  4. No salir a bares, no tomar alcohol. Ni una cervecita señores, por lo menos las primeras semanas.
  5. Tomar café para ponerse a prueba. Esto es para sentir que usted es el rey o reina del mundo porque sobrevive al hecho de no fumar.
  6. Depositar 40 pesos cada día en un sobre y gastárselo el fin de semana en otra cosa de su gusto.
  7. Creérsela. Ya. Usted NO FUMA.
  8. Un número de emergencia en caso de que sienta absoluta ansiedad. No lo he utilizado pero quiero ver de qué se trata ese 1-800 que tienen a nuestra disposición las diferentes instancias de salud de nuestro México lindo y querido.
  9. Algunas reservas de arándanos, nueces, pepinos, jícama, pepitas de girasol, fruta.
  10. Caminar 30 minutos al día. Si va a su tienda de abarrotes, compre agua, Gatorade y mire con desprecio los cigarros. Mírelos como el enemigo número uno en su vida.

Sonría ante la vida. Ya no tendrá que comprar esas horrorosas cajetillas donde nos muestran fetos muertos, gangrenas en el pie, tumores en la boca. Se pusieron duros, los amigos de mercadotecnia de mi buen vaquero. La verdad es que yo compré un par de cigarreras para no tener que verlos.

¡Es que de verdad! A los fumadores nos tienen acorralados. Los padres y médicos son los primeros. ¿Y ya sabías que te puede dar bla, bla, bla? Es lo peor. Sí, sabemos. Y seguimos fumando. O como respondió un amigo de Paul Auster cuando le preguntaron: ¿Por qué fuma?, pues porque me gusta toser. Faltaba más, digo yo.

Somos un grupo despreciable, con lugares especiales, como si tuviéramos una enfermedad contagiosa e incurable. Olemos horrible al día siguiente. La cruda empeora, se vuelve más intensa. Nuestra casa atrapa olores, al igual que nuestra ropa y nos recriminan por eso.

Estamos en la mira de millones de campañas.

Y al final, la verdad, es que el glamour de María Félix con su cigarro no lo tenemos la inmensa mayoría. Está muy claro que por lo menos yo no.

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