Las bombas de Boston revivieron el miedo al terrorismo en Estados Unidos , a sus consecuencias, sus orígenes y a lo que simple vista parece una falta de aceptación por algunos sectores o autoridades de este país, más enfocados en el terrorismo exterior que el que puede generarse dentro de nuestras propias fronteras.
Una situación muy similar y difícil de olvidar a la de aquel 11 de septiembre del 2011 cuando sentada y atónita ,tratando de explicar lo inexplicable antes las cámaras de Telemundo, en medio de las diferentes y apresuradas versiones sobre lo que acontecía en el World Trade Center, lancé al ruedo televisivo la hipótesis de un atentado terrorista.
La versión de un incendio no estaba clara, el choque de una avioneta me parecía aún menos verosímil y las declaraciones de un Saudí anunciando días antes que llenaría de viudas EE.UU. en un diario europeo, aún seguían grabadas en mi memoria. Si a esto sumábamos que esas mismas torres ya habían sido objeto de un atentado terrorista el 26 de febrero de 1993 perpretado por activistas islámicos, al menos, como hipótesis me parecía con peso.
Sin embargo, no habían pasado dos segundos de haber hecho pública la posibilidad de "un ataque terrorista perpetrado por fundamentalistas islámicos" cuando el entonces Vicepresidente de noticias hacía arder el teléfono del set increpándome por el comentario.
A simple vista y teniendo en cuenta el aún inexplicable y caótico hecho de que el Señor en cuestión tenía el control del contenido en un medio nacional hispano sin hablar una sola palabra de español, me pareció excusable porque quizá quien le traducía había omitido el pequeño detalle de mencionar la palabra hipótesis o quizá desconocía su significado.
Sin embargo, solo hicieron falta seis minutos para que mi triste hipótesis se convirtiera en sentencia, en profecía. Cuando el Segundo avión choco contra la segunda torre no había dudas. El caos de los minutos consecuentes en Pensilvania y Washington demostraban que más allá de ser víctimas del peor de las miserias humanas, los terroristas atacaban EE.UU. en el corazón de sus finanzas, y el cerebro de su inteligencia.
Esta vez, en Boston, también se tardó en admitir que se trataba de un acto terrorista y más aún, que fuera perpetrado por dos jóvenes que llegaron hace más de diez años, que parecían llevar una vida normal y que para colmo, eran mantenidos por el Estado. Un terrorífico ejemplo más de que no hace falta pertenecer a una organización para sumir en el miedo, el dolor y la muerte a nuestro país. Pero, ¿qué hace que usemos con tanto cuidado la palabra terrorista?
Es cierto que la palabra "terrorismo" tiene fuertes connotaciones políticas y posee una elevada carga emocional y esto dificulta consensuar una definición precisa. Pero el terrorismo es el uso sistemático del terror para coaccionar a sociedades o gobiernos, utilizado por una amplia gama de organizaciones políticas, religiosas, militares o sociales.
¿Creen ustedes que después de ver esas dramáticas imágenes en la meta de la carrera, en dos posiciones distintas, en un hecho sincronizado y tratando de hacer el mayor daño posible en un acto público internacional, alguien podía obviar la palabra terrorista? ¿Creen que las tres muertes de seres inocentes y las mutilaciones y laceraciones de 260 personas no tenían como objetivo infringir el terror, independientemente del origen, nacionalidad, o acto independiente o vinculado a cualquier organización terrorista?
El FBI no tardó en hacerlo, aunque se demorasen algunas horas para que el presidente usara este término y prometiera que llegaría hasta los responsables y se haría justicia. Gracias a las declaraciones de Dzhokhar Tsarnaev, el menor de los hermanos que fue detenido con vida y se encuentra aún hospitalizado, ahora se sabe que ellos fueron los autores en "repudio a EE.UU. por las guerras en Irak y Afganistán".
La supuesta vinculación del mayor de ellos a una organización yihadista ha abierto otra línea de investigación y numerosas criticas a las agencias de inteligencia de EE.UU. después de saberse que el FBI no fue la única agencia federal que recibió el aviso de las autoridades rusas sobre su perfil islamista.
Aparentemente, La CIA también habría recibido una advertencia similar sobre Tamerlan en septiembre del 2011. Cuatro meses antes de que emprendiera una estancia de medio año en Chechenia y Daguestán. Fue al regresar a EE.UU. que Tsarnaev empezó a colgar videos de predicadores extremistas y a navegar por páginas de grupos afines a Al Qaeda que detallaban el proceso de fabricación de una bomba.
Aparentemente, ambos hermanos se radicalizaron a si mismos sin intervenciones ajenas y por el rechazo de la postura de EE.UU. al mundo musulmán. Las autoridades estadounidenses se han visto obligadas a reconocer públicamente que el Gobierno ruso advirtió del perfil extremista del sospechoso hasta cuatro veces a lo largo de 2011.
Ahora tendrán que responder por qué no siguieron las advertencias de la KGB, la agencia rusa de inteligencia y admitir la falta de integración entre FBI y CIA que no despejan la duda de si los agentes federales conocían siquiera que la CIA había añadido el nombre de Tsarnaev al registro de terroristas.
Aunque desde el primer momento ya había indicadores que apuntaban a un presunto atentado yihadista por la elección del momento y la coordinación de las deflagraciones ya usadas en los ataques de Mumbai y en numerosas explosiones en Afganistán e Irak, en algunos medios se hablaba d ela posible autoria por parte de activistas de derechas en un caso parecido al perpetrado por Timothy Mc Veigh en Oklahoma. Una especie de negativa de primer momento a aceptar que exista terrorismo interno o que las cédulas yihadistas están insertadas en nuestra sociedad.
Tan solo como dato, desde el 2001 ha habido 46 casos de terrorismo local en Estados Unidos. Han detenido a 125 americanos o naturalizados por relaciones con la Yihad y de esos 46, al menos 24 planeaban atentar contra EE.UU..
De ellos, muchos fueron planificados sin éxito por la intervención de las agencias de inteligencia y tres pusieron bombas sin que se lamentaran victimas. Lamentablemente, en dos si hubo que lamentar decesos: Fort Hood donde murieron 13 soldados americanos y donde previamente el autor, había entrado en contacto, vía correo electrónico, con el imán radical Anwar al Aulaqi y el asesinato de un soldado en una oficina de reclutamiento de Arkansas.
En 1928, Hassan al-Banna fundó la Sociedad de los Hermanos Musulmanes, una organización estrictamente conservadora y muy secretista basada en Egipto, dedicada a resucitar el imperio musulmán.
De acuerdo a al-Banna, "es la naturaleza del Islam dominar, no ser dominado, imponer su ley sobre todas las naciones y extender su poder al planeta entero". El Informe de la Comisión sobre el 11S afirma que los hermanos influyeron el pensamiento de Osama Bin Laden y del Jeque, Omar Rahma, responsable del ataque de 1993 al World Trade Center.
En su página YouTube, el hermano mayor Tzarnaev, citaba a Feiz Mohamed, un predicador islamista radical, y a Abdel al Hamid al Juhani, un ideólogo de al Qaeda en Chechenia.
Informaciones puntuales afirman que los atentados de Boston eran solo un preludio de la ola de ataques que tenían planificados, supuestamente siguiendo esta línea yihadista o más bien integrada en una raíz extremadamente radical del salafismo ligada a Alqueda y sus filiales.
Times Square en Nueva York era su próximo objetivo. Tras sus dos viajes a la ciudad de los rascacielos el pasado año, las autoridades investigan con quien se reunió y si esos viajes servirían para financiar o planificar el próximo atentado.
