¿Tenemos algo que celebrar?

El pasado 10 de diciembre, como cada año desde hace más de 60 años, se conmemoró el Día internacional de los Derechos Humanos.
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El pasado 10 de diciembre, como cada año desde hace más de 60 años, se conmemoró el Día internacional de los Derechos Humanos.

Recordemos que fue en 1945 cuando los países fundadores de la Organización de Naciones Unidas (ONU) acordaron impedir que se siguieran reproduciendo los crímenes y horrores ocurridos en el mundo durante la Segunda Guerra Mundial. Cinco años después, en 1950, la Asamblea General de la ONU invitó a todos los Estados miembros a observar el 10 de diciembre como el Día de los Derechos Humanos.

Con esta "celebración" lo que se busca es conmemorar el aniversario de la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), documento en el que se imprimió que el respeto a los derechos humanos y a la dignidad de las personas "son los fundamentos para la libertad, justicia y paz en el mundo."

Así, los días 10 de diciembre de cada año se abocan a reiterar o bien recordar de forma específica, algunos derechos en particular. Este año se recordó especialmente el derecho de todas las personas --sin distinción de sexo, edad, grupo étnico y posición social--, a hacer oír su voz en la vida pública y a ser incluidos en los procesos de adopción de decisiones políticas. Destacan los derechos relativos a la libertad de expresión, la libertad de reunión y el de asociación pacífica.

Dicho lo anterior, lo que nos queda es reflexionar si efectivamente tenemos algo que festejar. Basta con leer los diarios o sintonizar los noticieros para saber que las cosas no están como deberían de estar. No hablemos de revisar informes o estudios especializados sobre violaciones a derechos humanos, pues de aquellos se desprende que estamos lejos, muy lejos de alcanzar un rumbo mínimamente respetuoso de estos derechos.

Hoy se registran en el mundo miles de millones de personas que viven con menos de un dólar al día; miles de millones --sin exagerar-- que no tienen acceso a agua potable ni electricidad. La tortura, las desapariciones forzadas y ejecuciones a manos del propio gobierno son prácticas reiteradas en la mayoría de los países en conflicto. Contamos todavía, en estos tiempos de "modernidad", con cárceles clandestinas.

Periodistas y defensores de derechos humanos son asesinados por el simple hecho de ejercer su profesión. La trata de blancas y el tráfico de órganos son de los negocios más rentables y exitosos del momento... ¿Realmente tenemos algo que celebrar?

Estoy consciente que el panorama que presento suena poco alentador, y a pesar de ello reconozco que en las últimas décadas se ha logrado un gran avance por lo que respecta al reconocimiento de derechos, lo que se traduce en la existencia de un sinnúmero de organismos y ordenamientos dedicados a velar por la protección y garantía de los derechos de todas las personas (aunque la existencia de dichos instrumentos y organismos no garantice que los mismos serán velados, observados y aplicados por todos los Estados). Basta voltear a ver la realidad de mi país, México, para entender que todo esto parece una utopía.

Celebrar el Día de los Derechos Humanos en estas condiciones me parece un verdadero desplante de cinismo, ello si estamos conscientes que durante los últimos seis años la "guerra" contra la delincuencia organizada en México tuvo como consecuencia alrededor de 60 mil muertes y 25 mil desapariciones forzadas, además de los centenares de familias destruidas, madres desesperadas y niños huérfanos.

Lo anterior no quiere decir bajo ningún supuesto que esté en contra de que exista un día para recordarnos que, aún y como están las cosas, todas y todos contamos con derechos y que estos deben ser garantizados, asegurados y protegidos por nuestros Estados. Lo comparo con el famoso 10 de mayo, día que sirve para recordar a nuestras madres. Cada que llega esta fecha, mi madre religiosamente me recuerda con su singular "soy tu madre los 365 días del año, no sólo los 10 de mayo". Esta frase me lleva a cuestionarme si será lo mismo con el Día de los Derechos Humanos o si sucede lo contrario. Es decir, que a reserva del 10 de diciembre, nuestros Estados se olvidan los otros 364 días del año de la existencia de nuestros derechos. ¿Será?

En fin, sea como sea y en vísperas de fechas en las que hay buenos deseos y se respiran aires de amor, paz y respeto, aprovecho para desearles a todos los lectores un feliz Día de los Derechos Humanos.

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