Shanghai, una locura sensorial (FOTOS)

Nunca pensé que conocería Asia pero el destino me llevó de la forma más rara a ese continente y el primer lugar con el que tuve contacto de ese lejano lugar fue Shanghai, en China.
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Nunca pensé que conocería Asia pero el destino me llevó de la forma más rara a ese continente y el primer lugar con el que tuve contacto de ese lejano lugar fue Shanghai, en China.

Fue uno de esos viajes a los que llegué con cero expectativas de lo que vería, desde hace mucho he dejado de hacer la tarea previa a los viajes pues esto me generaba frustración al no poder hacer todo lo sugerido, por lo que ahora opto por ir investigando sobre la marcha lo que hay que hacer, sin embargo, esta no es la mejor idea para un lugar en el que prácticamente nadie habla inglés (ni qué decir del español) y en el que es imposible leer un letrero en el aeropuerto, la calle o el metro.

Con el entendido de que decir "Nijao" (hola) en teoría me abriría las puertas en esta ciudad, desde que puse un pie afuera del aeropuerto quedé apantallada por los inmensos rascacielos y vialidades creadas en las alturas, así como por un calor húmedo que hacía que en cuestión de segundos la ropa se pegara al cuerpo, a esto se suma un cambio de horario bestial pues allá son 14 horas más, por lo que el desajuste es fuerte.

La mejor manera de transportarse en Shanghai es por metro, sin embargo, advierto que entenderlo no es fácil, de hecho creo que nadie ha logrado moverse en él sin perderse. El nombre del tren que me transportó del aeropuerto a la ciudad es "Magley" y éste viaja (o levita) a 431 kilómetros por hora, sin embargo, me llamó la atención que los taxis son baratos y era posible cruzar la ciudad y llegar hasta el hotel a cambio de unos cuantos yuanes.

El hotel estaba justo en la esquina de la famosa calle Nanjing, llena de comercios establecidos y ambulantes, de hecho es común que al ir caminando se acerquen vendedores para ofrecer imitaciones de bolsas, lentes, zapatos, etc... advierto que pueden ser muy insistentes y no se toman de la mejor forma recibir un no por respuesta.

Me advirtieron que al caminar por Nanjing para hacer compras, es indispensable regatear, esto incluso al estar dentro de una tienda establecida, y así fue, lo intenté y logré un mejor precio, aunque debo confesar que la barrera del idioma me hizo sentir que estaba entrando en un proceso sin fin y que en algún momento el vendedor iba a enloquecer y me iba a sacar de la tienda. Finalmente, cuando están completamente desesperados, sacan una calculadora y te piden que marques el precio que te parece justo... este nunca será aceptado por ellos pero es una buena forma de establecer el rango de lo que piensas pagar.

Las caminatas en Shanghai podrían ser consideradas como un deporte de alto riesgo, al parecer la línea de peatones y los semáforos son un simple adorno que en realidad no tiene ninguna razón de ser, es importante correr al cruzar la calle y no fiarse de que el conductor en algún momento va a frenar, porque esto sencillamente no pasará, sumado a esto, hay que ir conscientes de que las calles siempre estarán repletas, este es un destino no apto para quienes sufran claustrofobia o que se desesperen con los empujones, no es broma que China es el país más poblado del mundo y Shanghai es una de las ciudades más concurridas del planeta, así que hay que armarse de paciencia.

Una visita a Shanghai no está completa sin ir al templo del Buda de Jade, el cual fue construido en 1882 y que alberga dos Budas gigantes de Birmania, así como el Templo de Confucio, sus mercados o los rascacielos de Pudong, así como el contraste con sus barrios de arquitectura francesa.

Y, para cenar o simplemente dar una vuelta, es imperdonable no visitar el barrio de Xintiandi, en donde es posible encontrar restaurantes de todo tipo de gastronomía pero, sin duda, lo mejor es probar los platillos locales basados en mariscos y pescados, los sabores y olores son fuertes y advierto que llegan a cansar muy rápido, pero es posible encontrar combinaciones espectaculares y aplicando la máxima de "a donde fueres haz lo que vieres", resultaría imperdonable no darle una oportunidad a la cocina local.

Después de pasar tres días en Shanghai puedo decir que el shock cultural es fuerte y no es que la gente no sea amable, pero simplemente tienen un modo de conducirse distinto, los gritos en las calles son comunes, así como los empujones y la sensación de que el espacio personal no existe es frecuente, sin embargo, es una ciudad impresionante, llena de tradiciones que desembocan en buenos deseos y en la intención de trascender y dejar una huella... sin duda, hay que pisar Shanghai y sentirse abrumado por su inmensidad, aunque sea una vez en la vida.

Shanghai, una locura sensorial

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