Huérfanos, fronteras, contrabandistas y la Divina Providencia

Como siempre, nos sentimos como ladronas, narcas, o traficantes, cuando manejamos por la 805 y, pasado San Diego, avistamos la gigante bandera mexicana ondeando sobre la otra colina. Ultima salida: San Ysidro. Ya no hay marcha atrás. A poner cara de nenas buenas.
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Como siempre, nos sentimos como ladronas, narcas, o traficantes, cuando manejamos por la 805 y, pasado San Diego, avistamos la gigante bandera mexicana ondeando sobre la otra colina. Ultima salida: San Ysidro. Ya no hay marcha atrás. A poner cara de nenas buenas.

Si nos paran en las garitas de entrada a suelo mexicano, ya nos jodimos (que ahora con eso de la mega-regada de "The Fast and the Furious" paran, según el reglamento, uno de cada 10 carros).

Vamos cargadas de ropa, libros, zapatos, computadoras y medicinas. Me siento como Sor Citroën: sabiendo que haces algo bien pero infringiendo la ley. Y es que por ley internacional se deben reportar las donaciones, y si reportas... pues ni sabes si te lo dejarán cruzar. Además, no dejan pasar ropa usada por cuestiones de sanidad.

Aguantamos la respiración, pisamos al acelerador y sonreímos a los de la garita... ¡uff! Avanti. Verde.

Eso significa que los niños de la casa hogar Cavit Alejandro de Tijuana recibirán hoy sus cositas donadas por nuestras familias de Los Angeles.

Llevamos, con unas amigas, casi dos años acarreando toda clase de ayuda para esta casa de acogida de niños de la calle. Ha sido un esfuerzo duro. Lo lamentable era que cada vez que íbamos, el hoyo a tapar era más grande. En mi último viaje ni el "boiler" les funcionaba, y sin gota de gas. Andaban calentando calderos en hogueras en el patio y con esa poquita agua se lavaban para ir a la escuela. Las niñas, entre 11 y 16 años, sin compresas sanitarias, cortaban pedazos de toallas. Los varones, ante las quejas de la maestra por su olor corporal, usaban limones, frotándoselos por las axilas. Y a Don Mario, el papá de la casa hogar, los zapatos se le habían desgastado de tanto caminar por las calles vendiendo las flores de espuma que todos, laboriosamente, confeccionan cada noche después de hacer sus tareas.

La historia de esta casa hogar es tan desgarradora como contundente: al hijo de Don Mario y Doña Verónica, Cavit Alejandro, lo mandó secuestrar un familiar que sabía que el matrimonio tenía escondidos 10,000 dólares y dos carritos viejos. Entregaron el dinero sin titubear a los secuestradores exprés, pero uno de los dos carros no arrancó y los maleantes pensaron que era excusa para quedárselo.

Amenazaron más fuerte. En estas, con la tardanza, Alejandro, de 14 años, se desesperó, e intentó huir de la camioneta donde lo tenían retenido. El tiro por la espalda no le perdonó su impaciencia de adolescente, o su miedo de niño, quién sabe. Cuando ya finalmente el maldito carro arrancó, la "van" de los secuestradores apareció calle abajo, y derrapando y sin detenerse, aventaron el cuerpo de Alejandro frente a los pies de quienes le dieron la vida. Ahora ya saben por qué esta familia decidió dejarlo todo y dedicar su casa a dar cobijo a niños y niñas de la calle. En memoria de Alejandro.

Y nosotras, con el corazón "partío" de tanta historia triste, en el último rincón de la colonia Divina Providencia.

¿Por qué los lugares más pobres y golpeados siempre tienen nombres irónicos? Cínicos, diría yo. En este barrio no hay nada divino, ni providente. Perros pulgosos, casitas de latón, polvo, basura, olvido, y niños que miran desconfiados: "ese carro que se aproxima, ¿es de un gatillero o de un pandillero?" piensan para sí. "¡O peor aún! ¿De alguien del gobierno que viene a tirarnos las casas o a exigirnos mordida?"

Doña Verónica nos cuenta que ha tenido que techar el patio con unas mantas publicitarias que le regalaron porque los otros niños de la vecindad no quieren a sus chamacos. Les avientan toda clase de cochinadas por encima de la barda.

En el barrio nadie simpatiza con estos pobres "parias". "Ese le daba al resistol", me increpa una vecina... "ése fue violado por su padrastro", me chismea la otra... ¡ufff! ¿Alguna vez les perdonarán su pasado? No aquí. No en Tijuana.

Como imaginarán, ante tamaña empresa y tamaña necesidad, nosotras nos sentíamos impotentes. Y es allí donde la Divina Providencia llegó en forma de la divina Meg Rojas.

Fue ella quien, al ver tanta miseria, nos conectó con los Pastores Sylvia y José Luis Ramírez, de The Real Christian Community en Perris, California. Una pareja sacada de un libro de superación personal: guapos, exitosos, clase media alta, que lo dejan todo para dedicarse a Dios, fundar su Iglesia y, sobre todo, servir a la comunidad. Y ellos nos contactan con Faviola Pérez, de LACA Chaplain Internacional; mujer que cuenta con un arranque, personalidad y testarudez digna de toda líder.

Dicho y hecho: nos citamos todos en Chula Vista, nos organizamos en las pick-ups, cargadas de todo, y, en caravana, junto con una docena de miembros de la Iglesia, cruzamos, "cruzando" los dedos para que no nos den el alto. Todas las pick-ups pasan sin problema, y derechitos a la casa hogar. En este viaje ya no nos sentimos tan solas.

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Al llegar, los jóvenes de The Real Christian sacan sus guitarras, animan a las niñas y a los niños, y mientras los hombres tomaban nota de todas las reparaciones que hay por hacer en el edificio, las mujeres prepararon un almuerzo rapidito. Al final del día dejamos perfilados los primeros pasos de una gran causa. A partir de ahora les llegaran cajas de alimentos todos los meses, y los pastores Sylvia y José Luis organizarán la próxima expedición para comenzar a enmendar la casita destartalada. Ahora somos muchos, y muchos con mucha fe. La docena de niños que aquí se hospedan cuentan con docenas de nuevos amigos.

Yo no soy especialmente religiosa, pero tengo que admitir que en días como éste, en medio de esta calle sin banquetas, y mirando al cielo entre la maraña de cables de los que todos se cuelgan para robarse unos watios, sí que siento que estoy en la Divina Providencia. Divina al menos, la gente que nos acompaña. Divinos estos niños que quieren salir de las sombras. Divina la labor de Doña Verónica y Don Mario.

Ahora hay que despedirse antes de que anochezca. Por muy buena onda que sea la tal Providencia que nos trajo hasta aquí, no queremos tentarla... La noche en estas callejuelas no es tan divina como lo es el día.

(Si desean ayudar a la casa hogar Cavit Alejandro, contacten en Facebook a:Comunidad Cristiana REAL Christian Community).

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