Tijuana Blues: La Estrella de Cusack

¿John Cusack? ¿el mismo que impuso mis parámetros de ideal masculino y mis absurdos condicionamientos en los que incluía la profética imagen en la que el hombre de mis sueños aparecería un día bajo mi ventana con Peter Gabriel dentro de un Boom Box?
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Por muchos meses venía planeando una visita a la librería Larry Edmunds de Hollywood Boulevard; una tienda especializada en libros, guiones y otros materiales de cine y teatro; y la librería su más antigua de Cinelandia [circa 1930].

Así que tras ininterrumpidas sesiones de 'procrastinamiento' crónico, combinadas con días administrativos, pánico escénico y una resistencia irracional a fundirme en el río inerte de luces de freno en el que se transforma cualquier autopista angelina, decidí poner hora y fecha.

11:00 horas de un martes 24 de abril, año del Señor 2012. Salí de Pasadena con la expectativa de cubrir el trayecto ida y vuelta hasta Hollywood y la visita a la librería, en dos horas....máximo.

11:30. Estacioné el coche frente al legendario Teatro Pantages (alguna vez sede de los Premios Oscares) y entre los gallardetes pude identificar a una todavía radiante Christie Brinkley, anunciando la nueva temporada del musical Chicago; la imagen me transportó mentalmente a los años 80, lo que interpreté como un acto reflejo de mi cerebro y no como un presagio de lo que sucedería después.

Sorteando las siete cuadras que separan a Argyle con Cherokee, no sin los obstáculos y distractores que impone trasladarse por una de las zonas más representativas y menos glamorosas de la idea del Hollywood que se exporta al mundo, me encuentro de pronto con...

¡Mierda! Una multitud bordeando la librería por todos los frentes; alfombra roja, reflectores, micrófonos, cámaras, podios, y una tropelía de gente bonita escudada del contacto cara a cara con la multitud por sus blackberries, sus ipads, sus iphones y sus ropas de diseñador. Decenas de agentes de seguridad impecablemente trajeados acordonaban el territorio VIP y detrás de todo esto, la librería Larry Edmunds.

Todavía sin perder la inocencia pregunté a uno de los trajeados -un hombre alto y fornido con temple de tener todo bajo control- si podría dejarme pasar a la librería, que yo no había venido a cualquiera que fuera "esto" que evidentemente estaba por ocurrir, y que tenía poco menos de una hora para salir pitando de ese lugar con los libros y los guiones que traía detallados en una tarjetita 3 x5, la cual le mostré como si se tratara de un pasaporte.

El hombre me escuchó con atención y después me dijo con la tranquilidad de un San Bernardo que la librería estaba cerrada.

-¡¿Cerrada?! - gruñí todavía incrédula -¡¿todo el día?!

-No, solo hasta que termine el evento.

-¿Evento? ¿Cuál evento? -pregunté como recién caída de un árbol.

-Van a colocar una estrella - me respondió con un "coolness" que me chocó.

-¿A quién? -ahora preguntaba nomás por joder.

-A John Cusack - me dijo con la misma despreocupación que le habría provocado a cualquier otro decir Pito Pérez.

¿John Cusack? ¿El actor que acompañó todas mis crisis adolescentes con sus películas? -pensé mientras caminaba hacia el otro extremo de la valla con la esperanza de que el guardia del ala oeste tuviera una respuesta satisfactoria a mis ruegos.

¿John Cusack? ¿el mismo que impuso mis parámetros de ideal masculino y mis absurdos condicionamientos en los que incluía la profética imagen en la que el hombre de mis sueños aparecería un día bajo mi ventana con Peter Gabriel dentro de un Boom Box?

Mi mente y parte de mi cuerpo continuaba en los 80's. Y ahora viajaba a Tijuana..1986... mi prima Laura de visita en mi casa, ambas con sudaderas fluorescentes, como las del video de WAM y copetes perfectamente verticales. Una revista Tiger Beat, dentro la reseña de la nueva película de Cusack con Demi Moore "One Crazy Summer". Ella a que no me la prestaba y yo a que sí, hasta que la discusión terminó con trozos de páginas blanco y negro en la alfombra de mi habitación de quinceañera y en una de las mayores tragicomedias familiares de la época.

12:00 horas. ¿Cuál es la probabilidad de que el día que elijo para hacer lo que he venido posponiendo por meses, me encuentre con este desarreglo cósmico? Esto que me está pasando cumple con todas las características de un atropello celestial -deliré mientras asimilaba el "No hay forma en la que puedas entrar a la librería" que me acaba de reventar en la cara el agente de seguridad del ala oeste.

De todos los actores del mundo que podrían haber merecido una estrella, ¿Porqué tuvo que ser precisamente Cusack, precisamente hoy y precisamente en este lugar?
Además estaba el horario, hasta en eso tuvo buena puntería quien maneja los relojes del destino. What are the fucking odds?

Me di cuenta que cuándo uno no tiene más remedio que esperar, recurre a los actos más gratuitos, a los más ociosos, a los más idiotas, pues cuando por fin pude desplazar todas las variables, me encontré en una constante confusión.

Estaba a unos cuantos metros de John Cusack y ¿cuál era mi estado de ánimo? ¿Increíblemente emocionada? ¿Extática? ¿a punto de llorar?

Sí, a punto de llorar, porque el maldito día que se me ocurre hacer lo que evidentemente debía haber hecho en otro momento: ¡el John Cusack, después de 30 años de carrera, por fin consigue una estrella en el Hollywood Boulevard, y esa estrella da la casualidad, estará justo en la entrada del local, y además, de momento Larry Edmunds se ha transformado en un módulo de maquillaje y vestuario! ¡Háganme el maldito favor!

¡Vaya manera de experimentar en carne propia el lado oscuro de la Serendipia!

12:15 Habla la hermana de John Cusack, Joan, simpática como siempre, es el ejemplo de la buena hermana, Feliz por los triunfos del hermanito; mientras se atora el discurso por un momento emocional en el que la actriz tiene que controlar las lágrimas, desde un coche se escucha la voz chillona de una mujer que grita ¡I Love you, John! Nadie le ha hecho caso y cuando mi atención se traslada del coche amoroso al podio estelar, Dan Aykroyd, el gran comediante.

Esta es la parte más divertida del acto de Dan Aykroyd: cuando terminó de hablar salió disparado hacia su automóvil. No llevaba chofer, respondió con una suerte de gruñidos a algunos fans que lo ensalzaban y sin guardaespaldas, consorte ó lambiscones, se subió a un auto americano, repito un-auto-americano: una rareza en Hollywood sin duda, marchándose a toda velocidad.

12:30 Jack Black y Billy Bob Thornton hicieron lo suyo, y después de dejar claro que el Cusack es harto querido, el homenajeado subió finalmente al podio.

En pleno discurso de Cusack, ocurrió algo que me hizo pensar en el último episodio de Seinfeld: en medio de la multitud una señora de unos sesenta y pico años cayó desmayada. La gente que estaba a su lado la miraba, nomás. Hasta que una mujer policía llegó a su auxilio, mientras el cuerpo de seguridad debatía sobre la conveniencia de que entrará una ambulancia a interrumpir el evento.
Cuando llegó la ambulancia, la mujer se había recompuesto gracias a la mujer policía. Nadie pareció inmutarse ante el ruido de la sirena.

Terminado el evento y cuando no hubo una sola molécula de celebridad dos kilómetros a la redonda, por fin pude entrar a la librería.

1:30 p.m.-¡Definitivamente este no es mi día de decisiones inteligentes!- le dije a la primer persona con la que me topé al entrar.

El altísimo hombre de cabellera rubia me veía sorprendido, no sé si por la visita o por lo intempestiva y sonora de mi entrada.

-¿Qué ha pasado?- preguntó con sincera curiosidad.

-Pues casi nada -respondí enfadada -, que he tenido que estar parada allá afuera por casi dos horas, hasta que terminará la fanfarronada de Cusack. ¡De todos los días que puede haber elegido para venir!

-La infalible Ley de Murphy -me dijo sin ocultar su sonrisa.

-Ahora sé lo que siente Waldo. Esto es tan cliché y odioso. No sé cómo pudiste sobrevivir la invasión -le dije con empatía.

-¿Así que de toda la gente que vino a este evento, tú eres la única que de hecho venía a "mi" librería?

¿Fue mi imaginación o enfatizó el "mi"? Okey, este es el dueño de la librería. Gracias por la visita -me dije. Hasta aquí llegó tu tour librero, desgraciada, recoge tu orgullo pisoteado y tu empatía de happy hour y llégale a Pasadena por la vía más rápida, me decían las voces en mi cabeza.

En eso estábamos mi cerebro y yo, cuando...

-Pues esto es muy emocionante para mí -me dijo contento. Hacía más de quince años que no nos ponían una estrella en nuestra acera. La última vez fue la de Ray Bradbury. Cusack quedó entre Bradbury y Gene Autrey.

-¡¿Ray Bradbury?! ¡¿El Ray Bradbury?! ¡¿El Lord de los First Wave Nerds y de los autobuses?! -pregunté retóricamente.

-De los nerds, me queda claro, pero ..., ¿de los autobuses?

-Dicen que nunca ha conducido un coche en su vida, que se mueve en transporte público todo el tiempo - expliqué.

Después me narró cómo es que en "este mismo sitio" [dijo señalando el estrecho espacio entre Directores y Guionistas] había estado Charlton Heston. En ese entonces, él actual propietario era empleado de medio tiempo en la librería mientras estudiaba cinematografía.

-¡Hombre, Charlton Heston! -dije con forzada admiración, preguntándome si su librería habría organizado en paralelo al evento de Bradbury la Feria de la Munición ó un Congreso Nacional de Rifles y Escopetas.

Decidí no compartir mi chiste tercermundero y a cambio no pude resistirme a contarle que la película favorita de mi abuela materna era Ben Hur, que la había visto tantas veces que un buen día decidió poner la foto de Heston a un lado de la imagen del santo de su pueblo.

-Tengo que ver la estrella de Cusack -dije para romper el incómodo silencio que provocó la historia de mi abuela y Heston.

[Ni modo, en esas situaciones a uno le entra el espíritu de competencia y resulta obligado compartir su experiencia personal con la farándula. Era la anécdota de mi abuelita y Ben Hur, o la de aquella vez que me encontré a Armando Manzanero en un elevador].

Entonces me dijo que estaba muy contento de que fuera la estrella de Cusack estuviera a la entrada de su librería. Primero, por "somos de la misma edad" dijo, y segundo "porque crecí viendo todas sus películas".

-¿Todas? ¿Incluso las malas? -lo provocaba mi yo-abogado-del-diablo.

Se quedó pensativo por un momento. Era evidente que no criticaría al actor que acababa de dejar $25,000 dólares a la ciudad y el nombre de Larry Edmunds en todas las revistas del shou bitznez.

-John Cusack se ganó mi respeto cuando supe que formaba parte de la clica venerante de Hunter S. Thompson. Ese hecho nos liga metafísicamente -le dije en tono socarrón.

-Ah con Johnny Depp.

-Bueno, no sé si Cusack era tan amigo de Thompson como lo fue Johnny, de hecho no sé si Cusack y Depp son amigos, no leo las revistas de chismes; pero creo que si Depp fuera buen amigo de Cusack, le habría aconsejado por su propio bien, pasar de alguno que otro guión-respondí hundiéndome un poco más en el fango.

Entonces me dejó ver su archivo de guiones de películas y series de televisión: una apretada cajita de tarjetas 3 x 5 (como la que yo misma llevaba en la cartera con mi lista de guiones) con información escrita a mano. Olvídate del concepto del browser, de google o de Windows, este hombre no requiere que un sistema de unos y ceros venga a decirle dónde están las cosas en su negocio -pensé fascinada y después pude comprobarlo.

Cuando conducía de vuelta a casa por el 101, habían pasado más de cinco horas desde mi salida, sin embargo estaba contenta, conseguí todo lo que llevaba en mi 3x5 y más. A pesar de todo, aquello por lo que debía volver con tanta prisa a Pasadena resultó no ser tan importante; al final, la estrella de Cusack no había arruinado mi vida, "tal vez un día pueda decir que estuve ahí cuando la instalaron y que fue tremendo ver...

¡John Cusack! -recordé de pronto. ¡No vi la maldita estrella de Cusack!

-FIN-

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