La novedosa infinitud de la creación

La creación como unidad es una paradoja, porque en sí misma es limitada, y en esto se acerca a la "perfección", según un primordial pensamiento griego de que "lo perfecto es lo que tiene una medida adecuada" (Gerd Haefner), pero al mismo tiempo, en un sentido de desdoblamiento, la creación trascendente es asimismo su plural y es cuando se hace inconmensurable.
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infinito

Se dice que Anaximandro de Mileto fue el primero que nos habló de la infinitud, pero después de él muchos más la han mencionado, y aun tantos nos siguen hablando que el concepto de lo inagotable se hace inacabable, valga la redundancia.

En este sentido, la creación como unidad es una paradoja, porque en sí misma es limitada, y en esto se acerca a la "perfección", según un primordial pensamiento griego de que "lo perfecto es lo que tiene una medida adecuada" (Gerd Haefner), pero al mismo tiempo, en un sentido de desdoblamiento, la creación trascendente es asimismo su plural y es cuando se hace inconmensurable.

Por tanto, para nosotros (los que hacemos Palabra Abierta, y pienso también que muy posiblemente para HuffPost Voces), en el sentido sumo de realizaciones plásticas, escritas y artísticas en general, veríamos la creación como un camino incalculable hacia la posibilidad de Dios, o de un Todo platónico, o de un vigor armónico desconocido que --a través del conocimiento intelectual y la experiencia de esta vida-- nos podría engrandecer como seres humanos; una energía de causa y efecto del Misterio no sólo en su parcialidad, sino además en su continuidad diversa y plural. La creación estética resulta ser así una insaciable fuente de imaginación, tono y ámbar de nuestra vida anímica.

De aquí que la creación, en su cualidad de "infinita", es novedosa; es decir, tiene que ser siempre algo más, distinto a lo anterior. De modo que así se sustenta el vasto carácter de la creación excelsa. Lo nuevo, en su acepción de algo "distinto o diferente de lo que antes había o se tenía aprendido" (Diccionario de la RAE), es un vector que en su certeza apunta hacia adelante, como razón de ser en "lo diverso infinito". Y no es lo probable, no, sino que lo ilimitado y lo nuevo son dos verdades axiomáticas que se convierten en pilares de la creación artística y literaria. Para que algo sea interminable tiene que ser nuevo.

Lo repetido se reduce y se agota. La obra que no cuenta con lo novedoso, de hecho, es imitativa. Por muy bien que parezca haber sido realizada, llega el momento en que no interesa, y es porque no aporta nada diferente a lo que se conocía. Ya en ese punto, la obra no tiene trascendencia y puede ser prescindible. Ahora bien, no importa que se haga un remake en el cine, por ejemplo (o también la versión de una obra literaria en el ballet, en el teatro, incluso llevada a una ópera o a una pintura), pero esa segunda, tercera o la parte que sea tiene que decir en mucho otra cosa más de lo que planteó el original en su momento. De esta manera tenemos otros casos como pueden ser la parodia, o la intertextualidad literaria, que muestran un lenguaje otro y una concepción nueva de lo que ya se conocía. Es aquí donde está el reto: obtener lo diferente, a pesar de lo viejo.

Pero, claro, no todo lo nuevo perdura, no como si fuera un eslabón más de lo inagotable. Hay determinada gradación creativa que si es pobre en su novedad de valores universales, sólo alcanzaría una época, un tiempo, después desaparece. Nada más cumplió un momento en la historia del arte o de la literatura. Independientemente de que esa obra tenga un reconocimiento histórico, éste puede ser nostalgia, si se quiere, no menos válido, por supuesto, por ser un punto de referencia en el tiempo que nada más nos dirá algo que pasó. Sin embargo, hay libros como Don Quijote de la Mancha, Cien años de soledad, Rayuela, El Aleph, Paradiso, El Ulises, por sólo citar algunos ejemplos a todo riesgo de criterio, de entre un sinnúmero de obras clásicas (incluso pido excusas por no dar nombres de obras del arte en general, debido a un problema de espacio) que sus valores estéticos, filosóficos, humanísticos son tan universales que se convierten no sólo en referencias obligadas a la hora de escribir o del análisis, sino además pueden ser leídas y asimiladas en cualquier época, presente y futura; son, digamos, como el fuego latente de un volcán silencioso que aguarda su momento.

Este tipo de obra siempre mantiene las vibraciones de sus orígenes. En un principio, algunas de ellas surgieron de autores desconocidos para la receptividad de los lectores literarios, o para una gran cantidad de especialistas apreciadores del arte, de admiradores del cine, de la belleza de la danza, de la divinidad de la música. Asimismo esos autores desconocidos comenzaron publicando con toda la humildad del mundo: sufrieron frustraciones y fracasos. Pero más tarde o más temprano estuvieron llamados a cumplir con el destino de ser los clásicos que hoy en día conocemos. Y cuando vamos a cada una de sus obras y hacemos un recuento de época, nos damos cuenta de que en ellas --en la casi totalidad de su creación-- estaban dadas las condiciones de lo nuevo.

Es lo nuevo en el planteamiento de las obras y en los nombres de la autoría lo que, entre muchas cosas, le interesa a Palabra Abierta (y que supongo ahora le interesa a HuffPostVoces), con la seguridad de que aquí podría haber un grano de arena en el camino de la infinitud del arte y la literatura, más cuando la diversidad de lo hispanoamericano permite tal posibilidad. Y recordemos que nos referimos a lo perdurable en la creación de valores universales.

Es por estas razones que Palabra Abierta (www.palabrabierta.com) asume el riesgo de publicar a diversos escritores y artistas desconocidos. Al menos en estos tiempos sin la apoteósica fama de los clásicos. Y es porque en su espacio guarda la esperanza del reconocimiento futuro. Viene a ser así nuestra apuesta, gracias no sólo a la perspectiva de la novedosa infinitud de la creación, sino también al talento de estos autores aquí (y allá) presentados y a la valoración inteligente de sus lectores.

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