Juego en el laberinto de los espejos: Identificación y diversidad

El ordenador o computadora, su monitor, la Internet y nuestras páginas, todos en conjunto, forman parte de un laberinto de espejos, en el que la visión se multiplica transmitiendo a nuestras conciencias las diferentes ficciones, y cada una se interrelaciona en un juego de identificación.
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Es bien cierto que a partir de su novela Rayuela (1963), Julio Cortázar estableció la posibilidad fehaciente de que el lector, con el tablero de direcciones de esta obra, pudiera interactuar en su lectura con la narración, aportando así una manera propia de re-hacerla en su laberinto particular y creativo (el del lector, me refiero).

Lo que llevó a cabo Cortázar se constituyó en un logro indiscutible en la narrativa hispanoamericana y mundial. Y en este sentido, algo que quiero resaltar aquí es que, a partir de este hecho inusitado para ese año en que se publicó la novela, el lector literario no sólo experimentó su noción participativa en una obra, sino que también con ello se reveló el potencial lúdico entre el lector y el autor. Asimismo, lo que también se descubre es que en todo texto o proyección de ideas de un creador, la interacción propicia un juego en la mente del que realiza la lectura, aun cuando no exista un tablero de direcciones que, naturalmente, incita más a lo lúdico de una búsqueda de identificación.

En efecto, la interacción ficcional con cualquier obra estética, sea en las artes o en las letras, siempre descubre el sentido de un juego entre el receptor (lector o espectador) y la proyección de los personajes (fundamentalmente de los protagonistas). De aquí el sentido de atracción en los jóvenes por los videojuegos. Y es que, entre tantas cosas, este sentido de identificación también está ligado indisolublemente al aspecto de la diversidad, ya que el que se adentra en la lectura, o en la contemplación visual de un cuadro, de un filme, de una obra teatral o de cualquier creación artística, hace su entrada en un contexto múltiple de caminos y bifurcaciones; es como penetrar, inconsciente o conscientemente, en un laberinto de espejos, donde uno se multiplica en distintos personajes y situaciones. Es un juego entre identificación y diversidad; otra manera más de interactuar como receptor activo.

Por supuesto que todo este basamento del acto lúdico, al surgir la identificación diversa en una obra, es un hecho que ha trascendido ya; es decir, lo que han hecho y hacen espontáneamente los creadores ha sido puesto en un reconocimiento consciente gracias a los estudios literarios y estéticos de muchos teóricos, y de los cuales Palabra Abierta (al igual que HuffPost Voces) quieren hacerse eco, pero son innumerables y no podemos relacionar sus nombres en tan breve espacio.

Sólo aquí aspiramos a un intento por resaltar la interrelación combinatoria de estos factores (juego, identificación y diversidad) y su potenciación cuando esto ocurre en Internet en una página como las nuestras. No solo entonces importa el hecho de que el lector entre en una dinámica del juego mediante la identificación con toda una disparidad de personajes, situaciones, géneros y tantos planos como contengan las propuestas presentadas, sino que también importa el acontecimiento de que entramos en un laberinto ciberespacial; en un laberinto de espejos virtual.

Si el monitor de nuestra computadora nos muestra, como azogue borgiano, el universo de los textos del otro, la navegación en ese infinito cosmos imaginario (que es muy real) nos permite --como lo sintió Lewis Carrol cuando Alicia atravesó el espejo--, interactuar de manera intelectual en la dimensión extraordinaria de la poesía, los cuentos, las novelas, la crítica y el ensayo, entre otros géneros: es decir, crear nuestro propio reino.

El ordenador o computadora, su monitor, la Internet y nuestras páginas, todos en conjunto, forman parte de un laberinto de espejos, en el que la visión se multiplica transmitiendo a nuestras conciencias las diferentes ficciones, y cada una se interrelaciona en un juego de identificación: vivimos entonces un sinnúmero de situaciones, sentimos los avatares, las fases, los cambios, las vicisitudes y reencarnaciones, las transformaciones, festividades y emociones de muchos tipos de existencias; somos, por ende, un personaje, un paisaje, una selva, el mar o la montaña, lo ignoto, sentimos las luces y las sombras, el drama del mundo, somos otro, somos en realidad el otro. Estamos, virtualmente, en el gran universo de la diversidad.

Si el libro ha sido un reservorio de pluralidades, la Internet en su libre albedrío ha potenciado un cauce infinito también en relación con lo factual y lo imaginario, y con el sentido variopinto de lo múltiple. Y ya en el presente, y en un futuro no muy lejano, se vislumbra un mayor rejuego de la identificación y lo heterogéneo mediante los libros electrónicos, asimismo, enlazados con la Internet.

Palabra Abierta (ahora en su colaboración con HuffPost Voces) pretende ganarse así el respeto de sus lectores no sólo a través del prestigio y el alto nivel creativo de los autores que presenta, sino además por la combinación lúdica que propone en cada número: juego de identificación entre las ilustraciones, las imágenes de pinturas y los textos, rodeado todo por la pluralidad de los estilos, los géneros y los temas, en tanto que siempre aspiraremos a todo tipo de medios artísticos que podamos insertar en aras de contribuir a la difusión de nuestra cultura hispana.

[Sugerimos leer el trabajo de Guilda Ibaceta Pérez, de la Universidad Católica de Valparaíso, Chile, publicado en la versión on line de la Revista Signos (v. 30, n. 41-42, Valparaíso), titulado La novela lúdica experimental de Julio Cortázar, por María D. Blanco Arnejo (Editorial Pliegos, Madrid, España, 1996). Podría usar el siguiente link: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-09341997000100014&lng=es&nrm=iso)].

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