Elecciones México: Entre el juego sucio, la desconfianza, la mentira, el autoritarismo...

No sentí ilusión al votar en estos comicios mexicanos. Los cuatro candidatos que se presentaron para la elección presidencial del 1 de julio reflejan el mismo México que nos aturde y encoje el corazón en sus diferentes variantes. La principal característica que les hermana es el autoritarismo, que se encuentra profundamente arraigado en la cultura política mexicana, y que se resiste a desaparecer generando incertidumbre y desconfianza. A pesar de ello la gente salió a votar de una forma muy significativa.
This post was published on the now-closed HuffPost Contributor platform. Contributors control their own work and posted freely to our site. If you need to flag this entry as abusive, send us an email.

No sentí ilusión al votar en estos comicios mexicanos. Los cuatro candidatos que se presentaron para la elección presidencial del 1 de julio reflejan el mismo México que nos aturde y encoje el corazón en sus diferentes variantes. La principal característica que les hermana es el autoritarismo, que se encuentra profundamente arraigado en la cultura política mexicana, y que se resiste a desaparecer generando incertidumbre y desconfianza. A pesar de ello la gente salió a votar de una forma muy significativa.

Peña Nieto se percibe como el "Kent" mexicano, el novio de "Barbie"; un muñeco falso, sin contenido, con sonrisa engominada y artificial. Empujado por las fuerzas ocultas del capital se convierte en un mal menor para muchos ciudadanos que apuestan por la "estabilidad", pero no convence ni a sus asesores que sufren con sus constantes lapsus y falta de carisma.

López Obrador, al que no le pasó factura electoral su cuestionamiento institucional del 2006, no merece para muchos ningún tipo de confianza a pesar de gozar del carisma que le falta a Peña. Por otra parte genera pasión irreflexiva entre los que quieren creer en su imagen artificial de político "honrado" al que parece le importa el país. Nacionalista y manipulador, no tiene empacho en adecuar su discurso, victimizarse y condenar con desprecio condescendiente a los que no aceptan concederle el favor de creerle.

Vázquez Mota, una de las grandes decepciones, es una candidata muy torpe y refleja todas las características del conservadurismo tradicional católico y del militarismo irreflexivo. Pensando que el hecho de ser mujer ya basta para contrarrestar su actitud reaccionaria, se desempeña como una pésima oradora, dando la impresión de ser una monja recitando el rosario sin siquiera entusiasmo ni energía. En ocasiones intuyo que hace caso a sus asesores y ataca como sólo se atacan las comadres en la peluquería mientras les arreglan el cabello, y toman café y trata de ser "mordaz" y "divertida". No me extraña que le retiraran el apoyo en su propio partido, pero no por ser mujer, sino por ser una de las candidatas más patéticas que recuerdo como observador de muchas campañas políticas.

Quadri, a pesar de conseguir su objetivo de mantener el registro de su instituto político, y de ser reconocido como la persona más preparada, la que hace las preguntas y le pone salsa al debate, se convierte en el reflejo de un México intelectual que desprecia a los pobres ignorantes que pueblan la geografía nacional. En algunos momentos trata de mostrar sinceridad, pero es demasiada la distancia con el ciudadano, y exagerada su posición de candidato ciudadano, así como otros gestos poco creíbles e incluso contradictorios. Al final es sacrificado por Elba Esther Gordillo, que gracias a él cumple con el objetivo de poder pactar con el PRI.

Los candidatos reflejan cinco de las vertientes autoritarias de la cultura política mexicana: el capitalismo prepotente y tramposo, el populismo nacionalista demagogo e intolerante, la tradición religiosa paternalista e hipócrita, la soberbia intelectual del chilango universitario que cree tener argumentos para sentirse superior al resto del mundo, y el corporativismo del sistema, que difícilmente desaparecerá en muchos años.

¿Fueron éstas unas elecciones limpias?

López Obrador nos vuelve a invitar en el 2012 a un conflicto poselectoral que sin duda está fundado y justificado en la corrupción de buena parte de los actores políticos del sistema; incluidas por supuesto las llamadas fuerzas progresistas, que aceptan la suciedad de la contienda, nutren sus votantes de ella y sólo protestan si el resultado electoral no les favorece.

Si no fuera porque hay mucha gente que se lo toma en serio y a la que le duele la situación en lo más íntimo de su alma, sería hasta agradable observar al tabasqueño. La gente sufre porque quisiera que México avanzara de forma tranquila hacia procesos electorales democráticos. El medido cinismo de Andrés Manuel es grave. De la misma forma que fueron prudentes el Presidente del IFE, o Calderón que declararon con cautela que si se confirmaban los resultados que aparecían en el conteo rápido y en los avances del PREP, Enrique Peña, se convertiría en el nuevo presidente del país y lo felicitaban por ello, López Obrador también se midió cuando afirmó que era necesario contar voto por voto porque se habían producido irregularidades antes, durante y después del proceso electoral. Se midió por la gran distancia electoral que le separa del PRI -en otro caso se hubiera repetido otro 2006-, pero fue irresponsable por el contexto en el que se encuentra el sistema. Al final los tres están siendo criticados.

Las instituciones electorales tratan de adaptarse a lo que deben de ser en un contexto democrático, aceptaron el reto del candidato progresista y señalaron que continuarán con el proceso, dando garantías para que se analice con calma el voto de los ciudadanos. Deberemos pues esperar a que se cuenten y recuenten los votos para ver cuál será el próximo movimiento del líder de la izquierda, al que ya se le califica como el "presidente legítimo reelecto". Los votantes de López Obrador alzaron la voz de nuevo señalando un nuevo supuesto fraude electoral, está vez operado por los poderes fácticos, el PAN y el PRI.

El problema en México no se encuentra en el IFE, ni el momento del voto, se encuentra en el día a día del sistema; en sus actores, pero también en la cultura política del mexicano, que avanza, pero no tan rápido como lo que muchos quisieran.

Se encuentran las dificultades en la increíble falta de respeto que los principales partidos y movimientos políticos tienen hacia el sistema democrático. El problema es de todos, y de allí que la actitud de López Obrador sea tan desconcertante y oportunista, ya que si quisiera de verdad cambiar el sistema haría actuar a sus aliados en las cámaras legislativas en ese sentido, seguiría avanzando en la reforma de normas e instituciones, no avalaría las luchas internas por poder y dinero en las que se debaten los institutos políticos que le apoyan, ni tropezaría torpemente como en el famoso caso de "Juanito", al que trató de utilizar en las elecciones intermedias en su propio beneficio, para luego apartarlo de una forma poco elegante y democrática.

La campaña ha sido evidentemente sucia. Los partidos políticos, han utilizado el poder que tienen, y no se han comportado a la altura. La entrega de despensas y regalos a los ciudadanos sigue siendo permitida, con el apoyo de todos los partidos en la cámara de diputados. Se han comprado votos (con fórmulas cada vez más imaginativas), y desde las diferentes administraciones públicas se ha presionado a sus trabajadores, que son votantes cautivos, para que apoyen el partido que se encuentra en el poder, y que de una forma patrimonialista siente que el funcionario le debe el lugar de trabajo y el salario que recibe por el mismo.

En Quintana Roo, estado del sur este mexicano en el que resido, la utilización por parte del poder de todos los recursos que tienen a su alcance ha sido increíble. En esta entidad federativa siempre ha habido un gobierno priista. Sin embargo en las dos últimas contiendas federales Andrés Manuel López Obrador se ha alzado con la victoria con un margen amplio.

El gobierno del estado invirtió una cantidad de recursos muy elevados, trató de silenciar a la prensa, logró que dos candidatos de las izquierdas al senado de la República tuvieran que retirarse de la contienda. Financió la campaña interna de un sector del PRD, encabezado por el acalde de Cancún, y la flamante senadora electa por la segunda mayoría Luz María Beristaín para neutralizar a los candidatos que les podían poner en riesgo la obtención de la mayoría; obligó a los funcionarios públicos a presentar diez credenciales de elector al partido, y a marchar para apoyar a Peña Nieto en varias manifestaciones. Las irregularidades fueron evidentes, y el aparato del PRD se prestó a dinámicas corruptas.

En resumen, con mucho en juego, pues el anterior gobernador Félix González Canto, iba segundo en la fórmula para el Senado y necesitaba la mayoría para ser electo y gozar de fuero, ante las acusaciones de corrupción que le persiguen, el PRI invirtió todo lo que pudo e incluso compró a los principales líderes del PRD en el Estado.

A pesar de ello López Obrador ganó con un margen muy amplio las elecciones en el Estado; y el PRI sólo sacó 20,000 votos más que la candidata del PRD para el Senado, que en caso de ganar hubiera impedido que González Canto fuera elegido senador. En este caso tanto el PRI, como el PRD jugaron sucio. Y sin embargo la ciudadanía votó como creyó conveniente.

En este sentido el caso de Quintana Roo es un ejemplo interesante para confirmar o negar la tesis de López Obrador. Con una clara intervención gubernamental a favor del PRI, sin embargo la población no hizo caso y apoyó al candidato de las izquierdas. Si éste es el caso, como me parece que fue, la guerra sucia no hubiera tenido éxito y López Obrador estaría infravalorando al votante mexicano que vota de una forma más autónoma de lo que piensa el líder populista. Por otra parte la competencia por el Senado, que era lo que realmente estaba en juego en este estado, fue ganada de forma ajustada por el PRI.

¿Cómo se explica este comportamiento diferente? Una explicación sería que el PRI hubiera tenido éxito en su estrategia de desgaste de la izquierda, y al patrocinar una candidata a modo en el PRD que limitara el riesgo de derrota. En este caso López Obrador tendría razón en parte en su argumento, pero sería cómplice por acción u omisión de esta situación puesto que la conocía bien y no la impidió.

Un candidato atractivo, como él mismo, invitaría al apoyo popular; especialmente en un estado en donde se suceden de forma frecuente escándalos de abuso de poder gubernamental, y una mala candidata estigmatizada por la corrupción no tendría el mismo jalón electoral y sería derrotada por el PRI. Otra explicación es que además los observadores del PRI hubiesen ayudado a alterar los resultados electorales y que el IFE no hubiera realizado convenientemente su trabajo. Lo que cuestionaría la institucionalidad democrática del Instituto Electoral, y daría la razón de forma completa a López Obrador. Eso se sabrá efectivamente contando y recontando con calma los sufragios.

Hay que esperar y conocer los resultados finales. Sin embargo la demagogia de López Obrador invita a pensar en que ésta es una más de las tretas de un sistema político tramposo, del que el líder populista es un actor importante. Si se quiere que la población recupere la confianza en la política, no sólo es necesario invertir en instituciones como el IFE, y en la limpieza del proceso electoral, lo cual es muy importante. Hay que cambiar la forma de actuar de la clase política, y la cultura autoritaria de un pueblo que busca líderes, que acepta la corrupción con la boca chica y que a pesar de los cambios se resiste por miedo o por costumbre a romper con el partidismo asistencialista.

Como la población conoce las reglas del juego, por eso desconfía y se violenta un sector importante al no conseguir que su "patrón" logre beneficiarles. Lo de menos es si la mayoría piensa de una forma u otra, y respetar esa decisión, lo más importante es si la revolución me va a hacer justicia en este sexenio, o hay que esperar otro momento. En ese sentido los argumentos del líder del movimiento progresista, que parece no son válidos en el Distrito Federal, en donde obtuvieron el 66% de los sufragios, siempre serán creíbles por un sector muy importante de la población, que desconfiara hasta que se imponga en el poder, representando o no a la mayoría.

Elecciones México: Ambiente electoral

Popular in the Community

Close

What's Hot