Narcotráfico: El que esté limpio de pecado que tire la primera piedra

Si algún lector sabe de una acción seria, presente o pasada, del gobierno de Estados Unidos para combatir dentro de su territorio el tráfico de drogas, le pido por favor que me saque de la ignorancia porque yo no me he enterado.
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Dos opiniones muestran no solo lo opuesto de dos puntos de vista sino, de manera notable, lo falso y maniqueo de cada posición.

El pasado 12 de julio, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos dio a conocer un documento elaborado por el senador John Kerry -usted se acordará de él: fue candidato demócrata a la presidencia en 2004 y perdió frente a un junior de apellido Bush- en donde se critica la estrategia seguida por el gobierno del presidente mexicano Felipe Calderón para combatir al narcotráfico y al crimen organizado lanzando el ejército a las calles, lo que ha generado un aumento en la violencia, que afecta sobre todo a la población civil.

"La fuerte dependencia en el Ejército para atemperar la falta de ley y confrontar directamente a los cárteles de narcos parece haber sido en gran medida ineficaz y en algunas instancias ha exacerbado la violencia que sufren los civiles", dice el documento.

Y por supuesto, la respuesta del gobierno de Calderón fue inmediata: rechazó lo dicho por EE.UU., rebatió que su guerra al narco haya fracasado ("El gobierno de México ha actuado con determinación y firmeza para neutralizarlos y garantizar el bienestar de la población", dijo) y terminó recordándole a Kerry que los trapos sucios se lavan en casa y no delante de todo mundo al asentar que "...preocupa que no se haya seguido la práctica diplomática con relación a los procedimientos de coordinación habitual que conlleva toda actividad legislativa de carácter internacional". En otras palabras, ¡cálmate, no hagas olas!

Si en alguno de los dos lados hubiera un tantito de vergüenza y decoro, el intercambio anterior de falsedades nunca se habría dado. Ambos mienten y ambos deberían hacer cosas que supieran hacer mejor que tratar de engañar al mundo. Pero mejor vamos por partes.

Operativos tipo Hollywood

Si algún lector sabe de una acción seria, presente o pasada, del gobierno de Estados Unidos para combatir dentro de su territorio el tráfico de drogas, le pido por favor que me saque de la ignorancia porque yo no me he enterado. Y no me estoy refiriendo a un operativo tipo Hollywood, cuya aparatosidad y espectacularidad son tan enormes como su ineficacia y falsedad, sino a uno sostenido, regular y duradero con resultados concretos que hayan podido medirse en términos de disminución del consumo y tráfico de estupefacientes.

No lo hay. En Estados Unidos existe una política de estado en el tema de las drogas tan vaga e incomprensible (hasta un "zar" de las drogas tienen) que se puede medir más por su ausencia que por su presencia de resultados. Hay quienes han presumido como un logro del gobierno estadunidense que el consumo de cocaína ha disminuido en los años recientes, pero no mencionan que eso se debe al aumento de otras drogas en el mercado, especialmente las sintéticas, según lo dice el Informe Mundial sobre las Drogas 2011 de la Organización de las Naciones Unidas.

Aun así, Estados Unidos sigue siendo el consumidor de cocaína más grande, que devoró 157 toneladas en 2009, el equivalente al 36% del consumo mundial. Ese comercio ilícito representa un valor de 37,000 millones de dólares y sobra mencionar lo atractivo que resulta ir a su conquista, a pesar de que el precio de la cocaína ha disminuido en los últimos años.

En términos generales, el consumo de drogas en Estados Unidos y en el mundo, en todas sus variedades, se ha mantenido estable. El informe de la ONU nos dice que "En todo el mundo unos 210 millones de personas, es decir, el 4.8% de la población de 15 a 64 años de edad, consumieron sustancias ilícitas como mínimo una vez durante el último año. El consumo general de drogas, incluido el consumo problemático (0.6% de la población de 15 a 64 años) se mantuvo estable".
Así, cualquier cosa que diga Estados Unidos -en este caso por boca del senador Kerry- es como escupir al cielo y esperar que no le caiga en el rostro. El gobierno de Washington puede culpar a quien quiera y exigirle lo que le de la gana pero nada va a lograr en la lucha contra los cárteles de la droga mientras les siga ofreciendo el mercado de drogadictos más grande y apetitoso del mundo.

Un México ¿mejor?

Por su parte, el gobierno de Felipe Calderón también da muestra de su afición a las escupidas aéreas y habla de resultados positivos en su lucha anticrimen que, si existen, son en mucho menor medida a como él los pregona.

Si como dijo FCH "el gobierno de México ha actuado con determinación y firmeza para... garantizar el bienestar de la población", no lo ha conseguido. 60,000 muertos que ha producido su guerra contra el crimen es un pago demasiado alto por los muy cuestionables resultados obtenidos.

En una entrevista que le hizo el periódico español El Día, Calderón presumió de logros que según parece solo los ve él. El entrevistador le preguntó si en términos de violencia y de inseguridad podía afirmar que México está mejor que seis años atrás, y su respuesta fue simplemente lo que se podía esperar:

"No es algo (la violencia) que se genere por la acción del Gobierno. Pero puedo asegurar que encontré instituciones verdaderamente podridas en el ámbito federal, estatal y municipal. Y que al menos hoy las federales, con sus deficiencias, están mejor que como las recibimos".

La impresión de los ciudadanos es muy diferente. Cierto que antes de su guerra personal ya existían el narcotráfico y los problemas sociales que de él se derivan, pero no estaban las calles, las carreteras y los caminos sembrados de sicarios y asaltantes, lo comerciantes ciertamente corrían riesgos de ser asaltados, pero no sufrían el acoso constante de asesinos que cobran derecho de piso, servicios "de protección" y otras formas de extorsión.

Que encontró las instituciones podridas es cierto pero también lo es que las va a dejar igual porque nadie puede dudar de que en México la corrupción en todos los niveles de la administración y la justicia continúa siendo un modo de vida.

En la otra parte de la misma respuesta, Calderón merodea por los terrenos del cinismo, cuando sostiene que

"...hoy los homicidios violentos en México deben haber tenido un decrecimiento, entre enero y junio, de entre el 15% y el 20% respecto al mismo periodo de 2011. Hoy la violencia relacionada con la rivalidad delincuencial está disminuyendo. Es más de la que había antes de que yo llegara a la presidencia, sí, pero insisto en que es un fenómeno que proviene de la brutalidad y conflictividad entre carteles y no propiamente de la acción del Gobierno".

Mal estaría si fuera acción del gobierno, al menos acción total, porque parcial sí lo es. Los casos delincuenciales imputables a soldados, policías, jueces, etc. se cuentan por centenares. Casi por los mismos días en que FCH concedió esta entrevista, en el aeropuerto más grande y de mayor tráfico de personas y mercancías de la nación, el de la Ciudad de México, dos policías federales fueron acribillados por tres colegas suyos que estaban al servicio de narcotraficantes que operan en esa terminal. Casos como éste se repiten a diario por todos los rumbos del país y los ciudadanos mismos hacen el doble papel de víctimas y testigos.

Otra presunción del gobierno calderonista es el número significante de capos que ha logrado abatir o capturar, pero esas acciones carecen de importancia cuando vemos que los cabecillas caen pero sus relevos ya están listos para asumir el mando y sus imperios del mal continúen funcionando con la misma eficacia en cuanto a cantidad de drogas que trafican, dinero que ganan y muertos que producen. De hecho, la persecución de que fueron objeto por parte de Calderón hizo ver a los grandes capos la necesidad de reorganizarse en términos de operatividad y logística y de rearmarse con armas más sofisticadas, lo cual dio pie al surgimiento de una nueva rama de comercio ilícito muy generosa en ganancias monetarias: el tráfico de armas. Asimismo, provocó una guerra entre ellos para defender y conquistar territorios con un saldo gigantesco de víctimas inocentes y de inseguridad pública. En síntesis, la lucha por acabarlos hizo el efecto contrario de fortalecerlos.

85 periodistas asesinados

Otro ángulo de la misma realidad son los medios de comunicación y los periodistas que por tener que lidiar diariamente con noticias relacionadas con estos hechos sangrientos, han terminado por ser coprotagonistas.

El oficio informativo se ha tornado en algo sumamente riesgoso. Con 85 periodistas asesinados desde el año 2000 y otros catorce desaparecidos desde 2003, México se clasifica como el país más peligroso del continente para los medios de comunicación.

Pero los riesgos en la actividad informativa no se deben solamente a la presión de los criminales. Un estudio de Artículo 19 y del Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos) atribuyó 49.03% de los ataques sufridos por periodistas a las autoridades y 26.45% al crimen organizado en el año 2010.

Un informe reciente de la organización Reporteros sin Fronteras dice que "México se clasifica como el país más peligroso del continente para los medios de comunicación. La presencia de cárteles de la droga, la corrupción de las autoridades y la impunidad que permanece en la mayoría de los crímenes contra los profesionales de los medios de comunicación, explican en gran parte esta situación, que a menudo obliga a los periodistas a la autocensura o al exilio".

Efectivamente, en los últimos meses se ha notado una disminución de noticias relacionadas con el crimen organizado, lo cual parecería significar que esos hechos se han reducido, como lo pregona el gobierno. Pero la realidad es otra: medios y reporteros han decidido darle menos cobertura a esas noticias en una comprensible autocensura que protege su seguridad personal.

Aparte del alto número de informadores muertos o desaparecidos está la gran cantidad de atentados con bombas, granadas, balas e incendios perpetrados contra de instalaciones de periódicos, estaciones de radio y de TV. Una semana después de las elecciones del pasado 1 de julio, el periódico El Norte, en Monterrey, reportó dos ataques el mismo día a sus instalaciones con artefactos explosivos y ráfagas de armas de alto poder y el periódico El Mañana de Nuevo Laredo, sufrió un ataque similar en la misma fecha.

El ataque a El Mañana fue el segundo que este medio sufrió en el lapso de dos meses y en los últimos años ha sido objeto de diversos ataques. Por esa razón, días después el diario anunció que dejaría de cubrir hechos relacionados con la delincuencia organizada.

Así pues, si los ciudadanos mexicanos se enteran de menos hechos sangrientos como lo hacían antes no es, como presume el presidente Calderón, porque hayan dejado de suceder sino porque han dejado de reflejarse en los espacios noticiosos.

Hace varios meses se registró un encuentro entre dos bandas de criminales en la vecindad de un pequeño y tranquilo pueblo de Sonora. Un modesto periódico regional y algunos usuarios de redes sociales dieron cuenta de la información, la cual no apareció en ningún medio impreso o electrónico de importancia, a pesar de que el hecho fue de consecuencias más que trascendentes y difícil de pasar inadvertido: ¡un total de veintidós muertos!

Pregunta para el senador Kerry

Dejemos a Calderón en paz y volvamos al senador Kerry, a quien podríamos hacerle una pregunta, para no seguir dándole tantas vueltas al asunto: ¿por qué Estados Unidos no muestra una verdadera voluntad por reducir el número de adictos en su territorio y, por ende, el jugoso mercado que ha convertido en infierno a países como Colombia en los años 80 y 90 y a México en el nuevo siglo? ¿O es que existen entendidos con los bajos mundos que no permiten lograr un avance real y medible en el combate al narcotráfico?

Podríamos preguntarle también si es ético exigirle a México que acabe con la actividad de los carteles al tiempo que su gobierno se niega a ponerle control a la venta de armas y se hace de la vista gorda frente al enorme tráfico hacia el territorio del sur?

Tal vez nadie, en ambos lados de la frontera, tenga la falta de culpa suficiente para lanzar la primera piedra, pero tal como se ven las cosas tampoco la tienen para abrir la boca con el descaro con que lo hacen...

Pero espere un momento, estimado lector, porque esto se extiende y como aún faltan varios temas acerca de la misma hipocresía, formalicemos el acuerdo de que yo continúo escribiendo la próxima semana y usted continúa leyéndome. ¡Hasta entonces!

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