La próxima eliminada de los mundiales

Gane quien gane, eltiene un perdedor cuyo futuro ha quedado seriamente comprometido.
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The FIFA logo at the FIFA headquarter in Zurich, Switzerland, Monday, October 29, 2007. FIFA's executive committee has voted unanimously on Monday to end its policy of rotating the hosting of World Cups through its six continental confederations. (KEYSTONE/Steffen Schmidt)
The FIFA logo at the FIFA headquarter in Zurich, Switzerland, Monday, October 29, 2007. FIFA's executive committee has voted unanimously on Monday to end its policy of rotating the hosting of World Cups through its six continental confederations. (KEYSTONE/Steffen Schmidt)

Gane quien gane, el Mundial de Brasil tiene un perdedor cuyo futuro ha quedado seriamente comprometido. Se trata de la FIFA, máxima autoridad del fútbol internacional, arrinconada más que nunca por escándalos de corrupción que van desde un sospechoso sorteo de calendario hasta la designación de árbitros que favorecen a los equipos más poderosos, pasando por el inmenso negocio de la reventa de entradas.

Como administradora de una de las principales pasiones de todo el planeta, la FIFA se encargó de que los máximos animadores de la Copa del Mundo llegaran a las instancias decisivas del certamen. Amparada en la casualidad permanente y en algoritmos difíciles de justificar, dispuso que Brasil y Argentina tuvieran un camino más que accesible a las semifinales.

Argentina enfrentó a Bosnia, Irán, Nigeria, Suiza y Bélgica, todas selecciones de segunda categoría, sin ninguna posibilidad de contrarrestar a Messi y su ballet. Brasil dejó en el camino a Croacia, México, Camerún, Chile y Colombia, equipos débiles, sin expectativas.

Por caso, los jugadores colombianos fueron recibidos como héroes por una multitud que los esperaba para agradecerles por haber llegado a cuartos de final. Emocionante, pero prueba de la limitada realidad del fútbol de ese país.

Mientras tanto, Italia e Inglaterra tuvieron que enfrentarse entre sí, lo mismo que Alemania y Portugal. Finalmente, sólo los alemanes avanzaron a octavos de final. Curioso.

Por las dudas, y para garantizar impunidad, la FIFA digitó la designación de árbitros que con mayor o menor sutileza beneficiaron a Brasil, equipo anfitrión que no llegó en su mejor versión a la Copa del Mundo. En la primera fecha, contra Croacia, le regalaron un penal determinante. En cuartos de final, contra Colombia, le permitieron cometer decenas de faltas que no fueron sancionadas debidamente.

En el medio, y mientras se sucedían los tan convenientes resultados, la FIFA suspendió nueve fechas y cuatro meses a la máxima estrella de Uruguay, Luis Suárez, que amenazaba con hacer tambalear por sí solo los planes de una final entre Argentina y Brasil.

Como broche de oro, diseñó una estructura de venta de entradas paralela a la oficial, en la cual incluyó a presidentes de distintas asociaciones, que ahora -a través de empleados propios- las revenden a decenas de miles de dólares.

En ese contexto, cada vez más miradas apuntan a Joseph Blatter y el resto de la cúpula del fútbol mundial, que todavía no había podido despegarse de la tormenta de críticas por la elección de Qatar como sede de la Copa del Mundo del 2022.

Con denuncias que rebotan cada vez más cerca del corazón de la organización, la única salida que le queda a la FIFA antes de una explosión con consecuencias inimaginables es la pronta renovación de sus autoridades.

Las salidas de Blatter y el argentino Julio Grondona, acaso los hombres más importantes dentro del mando ejecutivo de la institución, servirían para oxigenar este equipo avejentado, cuestionado y sin crédito, eliminado en primera ronda.

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