'Gabriel sí tiene quien le escriba'

Conocimos al autor, al esposo, al abuelo, al Premio Nóbel, al hombre de casa, al vecino, pero al final, por la familiaridad del trato, pareció un encuentro de viejos amigos.
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ALTERNATIVE CROP OF XLAT301 - FILE - This undated file photo of Colombian Nobel laureate Gabriel Garcia Marquez is seen in an unknown location. Marquez died Thursday April 17, 2014 at his home in Mexico City. Garcia Marquez's magical realist novels and short stories exposed tens of millions of readers to Latin America's passion, superstition, violence and inequality. (AP Photo/Hamilton, File)
ALTERNATIVE CROP OF XLAT301 - FILE - This undated file photo of Colombian Nobel laureate Gabriel Garcia Marquez is seen in an unknown location. Marquez died Thursday April 17, 2014 at his home in Mexico City. Garcia Marquez's magical realist novels and short stories exposed tens of millions of readers to Latin America's passion, superstition, violence and inequality. (AP Photo/Hamilton, File)

Muy estimado Gabriel: Agradeciendo su hospitalidad del día de ayer, le hago llegar unas notas personales, espero le agraden:

Domingo 17 de marzo de 2002, caluroso y soleado día de San Patricio en el Distrito Federal. Una mañana, como otras, procedió el encuentro familiar. Familiar en la composición del grupo y en relación a nuestro anfitrión de ese día memorable para nosotros y rutinario para él. El día anterior en la comida para celebrar el cumpleaños del Lic. Miguel Alemán aceptó recibirnos a la una de la tarde.

Una mañana calurosa y soleada que anticipa la cercanía de la primavera. La ciudad ya luce los manojos lilas de las jacarandas en flor que cadenciosas abanican el calor del día. El motivo de la reunión es imborrable y por eso dejó estos comentarios e impresiones que no son necesarios para estar frescos en la memoria pero harán las veces de testimonio personal.

Puntuales, gracias a la cercanía, los vecinos de unos metros calle arriba o, dicho de otra forma, los que vivimos después del tope, como regularmente se describe la localización en esta zona de la ciudad. Esta descripción le causa a nuestro anfitrión cierta hilaridad, "después del tope"; quizá tiene más significados que él encuentra al repetir la frase para sus adentros con una velada ironía. Llegamos los tres, mi esposa, mi hija y yo, armados de una combinación individual de emoción, gusto y de una secreta curiosidad de conocer al artífice de la imaginación liberadora y la descripción concisa.

Gabriel García Márquez es un hombre de lucha que sabe alcanzar la victoria. El tiempo le es muy valioso, y por ello valoramos aún más que decida dedicarlo a nosotros. Podría pensarse, a simple vista, que el hecho es un honor y un privilegio, pero es más humano y cotidiano poder platicar en la sala de su casa, en el mismo sitio donde, meses atrás, Fidel Castro lo visitó preocupado -como muchos de nosotros - por su salud.

Gabriel García Márquez nos abrió su casa y su tiempo. Nos adentramos a su Macondo personal lleno de una gran hospitalidad y paciencia. Estaba más dispuesto a conocer que a ser conocido. En la sala de la casa, una vez sentado en su sillón preferido, en sus manos se adivina la tranquilidad de su ánimo y la comodidad con la ocasión. Sus silencios, observadores, son tan poderosos como su palabra oportuna. Jovial y abierto. Sus anteojos bifocales son parte de su personalidad, pero quizá sean también el mayor de sus secretos. Le permiten ver con precisión la doble realidad que le rodea. Logra descubrir una faceta oculta a los ojos profanos.

En una mirada más, vi fijamente al fondo de sus ojos; traté de encontrar ese lugar de su imaginación en donde anidan, de manera permanente, los personajes fantásticos de sus obras. Busqué en ellos la huella de un peregrinar literario de los clásicos a la novela y a la poesía, tanto universales como latinoamericanas. En el año del centenario del natalicio Víctor Hugo, en la plática se escucha, lejano, el eco de las obras de Rómulo Gallegos, Carlos Fuentes, Benedetti, Martín Luis Guzmán, Neruda o Borges, la racionalidad de Proust, Tolstoi y la pseudo realidad de Kafka y tantos más.

Gabriel García Márquez ve, en la vida cotidiana, la dimensión de las contradicciones de nuestro pueblo. Su análisis crítico de la realidad latinoamericana es contundente. Describe con singular cuidado el sarcasmo elegante y la ironía que caracterizan el diario acontecer en el continente latinoamericano. Le permite ver el interior de la conciencia de los pueblos y rescatar de ellos la magia y la pasión que funden raza con destino.

Su cabeza luce un corte de pelo corto, entrecano; el hecho de haber bajado de peso hace que su cara tenga facciones más angulosas que cambian un poco su habitual imagen. Si bien el cuerpo tiene su tiempo, la mente es, a todas luces, fresca y actual. Interesado en la educación de Lorenza, mi hija, le pide que se siente más cerca, no a la distancia y a contraluz. Descubre a cada paso de la conversación que hay coincidencias con la educación que sus hijos han escogido para sus nietos. Ese tema le da brillo a su voz; los nietos son la emoción de todo abuelo.

Dentro de la amenidad le comento una idea que recuerdo vivamente y que no proviene de grandes hombres sino de Don Félix, mi caballerango, que cada vez que puedo citarlo lo revivo con mi aprecio. Él decía: "a los papás los hijos los doman para que los nietos los monten". Ríe y razona la frase hacia el interior, y repite en su memoria una idea que le suena novedosa y veraz.

Nos comenta que hasta esa hora él escribe y que a la una de la tarde hace una pausa. A esa hora nos citó, un paréntesis en su jornada diaria. En mi caso la imaginación no tiene horario, a diferencia de la de él, que ha logrado ponerle un método que, según explica, le ha permitido funcionar exitosamente durante décadas. La tecnología es una alidada de su imaginación. "La computadora -reflexiona- ha venido a facilitar el trabajo de la escritura, la redacción, la revisión y la creatividad". Compara los años dedicados al teclado mecánico de la máquina de escribir, las tediosas revisiones y el riesgo que generalmente implicaba corregir unas faltas y cometer otras, "era una tarea tediosa e interminable".

Le pregunto si en alguna forma él considera que la escritura a mano cambia la emotividad o la profundidad en relación con la escritura del teclado. Busco en su respuesta una comparación. La situación en mi limitada experiencia sí ha llegado a ser diferente. Los zurdos escribimos con la mano que está más cerca del corazón, tanto en lo biológico como, posiblemente, en lo emotivo.

El rigor del teclado es una forma de expresión que puede obligar más a la razón que a la emoción. En mi caso, en el pasado y aun a la fecha, prefiero dejar salir las emociones en forma manuscrita y las razones a través del teclado de la computadora. Para él no es el caso, nos dice que ya ni él mismo logra comprender su caligrafía, razón por la que desde hace años ha venido trabajando en la máquina de escribir y que luego pasó al procesador de palabras, el cual, una vez integrado a Internet, le permite leer los diarios de varios países que a la vez recibe con uno o dos días de retraso mediante el correo.

Goza, satisfecho, demostrando que no hay brecha tecnológica. Su herramienta de trabajo la compara con el tedio y la complejidad del sistema arcaico de la máquina de escribir, la corrección a mano de originales y la repetición laboriosa de todas y cada una de las enmiendas.

Platica con Lorenza acerca del estudio. Recuerda que no le gustaba ir al colegio y que estuvo becado fuera de su ciudad natal, situación que le creó una obligación con el estudio pero no una vocación.

Accede por millonésima vez a autografiar y dedicar, esta vez a mi hija, el libro que traía ex profeso, "Cien Años de Soledad", que ella tiene que leer como tarea de la escuela: "para Lorenza... Gabo... " A partir de hoy será permanente el significado de conocer obra y autor de primera mano. Huella imborrable, uno de esos momentos de la vida que dura poco pero que dejan en la memoria una huella eterna.

Con esa costumbre, producto de una educación tradicional, de no pedir sin estar dispuesto a dar, le entrego con una explicación detallada la obra de mi padre, el Arq. Carlos Lazo, "Pensamiento y Destino de la Ciudad Universitaria", libro publicado medio siglo atrás. "¿No me lo va a dedicar?", pregunta con espontánea sorpresa. "El autor es quien dedica", respondí en forma de excusa, "él ya está en manos de Dios". Y con un ademán delicado, que a la vez tiene un dejo de imposición, regresa a mis manos el libro dándome licencia de dejar una idea que conmemore el momento:

"Para Gabriel García Márquez, un hombre que abrió la lengua a la imaginación. Con el aprecio de la Familia Lazo. Lorenzo Lazo Margáin. México D.F. 17 de Marzo de 2002."

Lo entrego y lo leemos juntos, ahora yo de pie doy la pauta para terminar así la reunión; no deseamos abusar de su descanso.

Mientras me escucha atento, nuevamente dirige una más de esas profundas miradas que buscan leer el interior de mi conciencia o decir algo desde el interior de la suya. Al mismo tiempo un posible comentario es sustituido por un leve suspiro; de buena gana y espontáneamente nos pide esperarlo. Sin más, desaparece ágilmente por una escalera y escuchamos cómo en las vigas del piso superior se anuncia su recorrido, que no tarda gran cosa. El momento no tiene tiempo, nos permite conocer y recorrer con la vista ese espacio abierto de su vida privada. Obras de arte contemporáneo; reconozco y adivino por el trazo y estilo a los autores de las obras de arte que adornan las paredes. Sin lujos y con gusto.

En la mesa de centro luce, delicadamente acomodada, una colección de piezas de plata relucientes, entre ellas, una cajita "art deco" destaca por su simpleza y buen gusto.

Minutos más tarde reaparece por donde se fue; entusiasmado, con un tesoro en la mano, tesoro para nosotros, para él un ejemplar más de la obra que "más quiero", según lo dijo al entregarlo y luego dejar su dedicatoria a la pareja. Recibimos "El Amor en los tiempos del cólera". Regalo y dedicación por su autor.

Explica, victorioso, que tuvo que buscar en el piso de arriba un ejemplar en español, en virtud de que tiene esta obra traducida en muchos idiomas, "hasta en chino", dice sorprendiéndonos, y remata con la anotación de que esa edición ¡es pirata!. Reímos.

Nuevamente el momento es base para una remembranza eterna. Brevemente aparece y desaparece el tema político, no es materia de la reunión.

Recobramos una honda emoción. Serenas las miradas, los tiempos avanzan y la frescura de Mercedes - musa y centinela- abre con su presencia el espacio para lo familiar, lo propio, lo que compartimos de su tierra y las expresiones que evocan la Colombia soñada. Concha, mi esposa, oportunamente invoca los modismos y acentos "rolos" y el momento se torna más ameno, casual dirían los anglofílicos.

La visita dura más de lo que pensábamos sería una firma de autógrafos e intercambio de libros. Conocimos al autor, al esposo, al abuelo, al Premio Nóbel, al hombre de casa, al vecino, pero al final, por la familiaridad del trato, pareció un encuentro de viejos amigos; conocido uno por las novelas que nos han acompañado durante años y otro por una nueva relación con quienes comparten, desde hace años la misma calle y una lista de apreciados amigos en común. La visita fue corta y agradable, la memoria será eterna.

"Escribo porque quiero que me quieran"

Gabriel García Marquez: sus mejores frases

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