En memoria de una gran mujer... Mi madre

Hace 22 años, el 15 de noviembre de 1990 para ser exactos, recibí la peor noticia de mi vida de boca de mi hermana mayor... "Mi mamá murió". Esas fueron sus palabras, imposibles de creer y muy dolorosas. Una joven de 19 años de edad, acompañada siempre de su madre, que iniciaba el tercer semestre de su carrera de periodismo y que desde ese momento vislumbraba un camino sin la guía y el apoyo de su madre.
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Para mí, no es nada fácil hablar de mi madre, un nudo en la garganta aparece cuando alguien me pide que hable de ella. Los ojos se me llenan de lágrimas al recordar a uno de los dos regalos más grandes que la vida me ha dado, al ser maravilloso e incondicional que me dio todo sin esperar nada a cambio, así es como resumo a mi madre.

Hace 22 años, el 15 de noviembre de 1990 para ser exactos, recibí la peor noticia de mi vida de boca de mi hermana mayor... "Mi mamá murió". Esas fueron sus palabras, imposibles de creer y muy dolorosas. Una joven de 19 años de edad, acompañada siempre de su madre, que iniciaba el tercer semestre de su carrera de periodismo y que desde ese momento vislumbraba un camino sin la guía y el apoyo de su madre.

Socorro, su nombre en vida, se distinguió siempre por ser una mujer trabajadora, dadivosa y muy creyente, una mujer dedicada a su hogar y a sus hijos, llegando al extremo de olvidarse de vivir y ser feliz.

'Coco amor', como la llamaba su nieta mayor, llegó a la Ciudad de México a temprana edad, a los 10 años, y desde ese momento comenzó una lucha interminable por salir adelante, por conseguir una identidad.

Originaria de un pueblito del estado de Veracruz, 'Coco' vivió con tíos y primos en la capital hasta que pudo trabajar como secretaria, fue en ese momento que buscó un espacio propio, un cuarto pequeño donde pudiera tejer sus sueños y llorar sus ausencias, a sus padres.

El paso de los años la llevaron a conocer a mi padre con quien se casó y procreó a cuatro hijos (yo la más pequeña). Su sueño de ser madre se hizo realidad, al vernos crecer y hacer propios nuestros pequeños logros, pero también al llorar nuestras derrotas.

Mi mamá vivió en carne propia el peor dolor que una madre puede sentir, la pérdida de dos hijas quienes murieron antes de cumplir el año de edad.

Cuando alguien me pregunta qué tanto significó mi mamá en mi vida, sólo puedo responder... 'TODO'.

Ella y mi hermana Lupita fueron mis grandes aliadas al apoyarme cuando decidí, de pequeña, estudiar danza a nivel profesional. Ella me acompañó a cada una de las presentaciones y audiciones que tuve y creo que la vida, después de 10 años de estudios, la dejaron culminar ese sueño conmigo, al graduarme en agosto de 1990, justo tres meses antes de que partiera.

Un lamentable accidente fue la causa de su muerte y desde hace 22 años dejó en mis hermanos y en mí un vacío imposible de llenar. Desde ese momento, mi vida no fue la misma. Momentos importantes en mi vida, como graduarme de la Universidad, casarme y ser madre, los viví sin una madre a mi lado. Muchos años tuvieron que pasar para que aceptara su muerte, muchas sesiones con terapeutas, muchas lágrimas y gritos para decir finalmente hace tres años, "acabo de enterrar a mi mamá".

Sí, así fue, enterré el enojo acumulado porque me había dejado sola, porque no tenía ya su protección y abrigo, enterré todo lo malo que pude haber vivido con ella, enterré sus defectos, enterré el dolor y fue hasta ese momento que me pude dar cuenta del legado tan valioso que me dejó... mis hermanos, mis sobrinos, mi hija, mi vida.

Ella se fue pero me dejó dos hermanas maravillosas, dos grandes guerreras de la vida, grandes mujeres y madres que día a día luchan por salir adelante y ser un ejemplo de vida en sus hijos, dos mujeres que sin saberlo, han sido como dos amorosas madres para mí.

La vida me ha permitido experimentar la maternidad, me ha dado ese magnífico regalo, ese don dador de vida, y a la vez, esa enorme responsabilidad de formar a otra persona.

Gracias a mi hija he vuelto a reír, por ella decidí dejar atrás mis miedos y tristezas, decidí que debo ser una mujer valiente, un mejor ser humano, pero sobre todo, por ella vivo día con día con la consigna de demostrarle cuanto la amo, cuan feliz soy a su lado y cuanto significa en mi vida.

Por todo esto y mucho más, desde donde te encuentres, gracias Mamá, gracias por hacerme la mujer y madre que soy hoy en día, porque con tu ausencia me enseñaste que puedo salir adelante, que soy fuerte y capaz de lograr lo que me proponga, como tú lo hiciste, pero sobre todo, gracias por ser ese ángel guardián que vela por mi, por mi hija y por toda la familia desde el cielo. Te amo.

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Un ángel está en el cielo

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