El 25 noviembre de 2011, un grupo de 23 mil mexicanos suscribimos una demanda orquestada por el joven abogado Netzaí Sandoval Ballesteros donde acusamos a Felipe Calderón ante la Corte Penal Internacional CPI con sede en la ciudad de La Haya, en los Países Bajos, por crímenes de guerra y lesa humanidad. Al principio, se dijo que era una chifladura tal acción y pocos creyeron que prosperaría. El tiempo y la realidad demostraron lo contrario, la demanda pasó el primer filtro y este diciembre próximo la fiscal Fatou Bensuada, originaria de la República del Gambia, definirá su destino.
Ante la evidencia inobjetable, se sabe que Felipe Calderón teme que prosperé dicha demanda. Por ello ha tomado una serie de medidas (como nombrar en los Países Bajos a un incondicional de su causa, su exprofesor Eduardo Ibarra Nicolín) que lejos de amparar su inocencia, lo patentizan como presunto culpable de lo que se le imputa.
Se sospecha también que Calderón intentó comprar la voluntad del anterior fiscal de la CPI Luis Moreno Ocampo, de origen argentino, ofreciendo jugosos contratos para impartir conferencias y cursos de capacitación en México. De hecho esa fue la primera misión infructuosa del profesor Ibarra; sin embargo y para fortuna de muchos, llegó una nueva fiscal a hacerse cargo del asunto.
Llama la atención que si Felipe Calderón y séquito se saben inocentes, no se entiende la razón por la que utiliza personal de la Secretaria de Relaciones Exteriores para litigar su defensa; cuando en todo caso debería usar los poderes que le confiere el Estado para documentar las peticiones solicitadas por la CPI.
El nerviosismo de Calderón, conduce a la reflexión de dos posible escenarios. El primero que en diciembre se decida dar carpetazo al asunto por falta de pruebas, lo que dejaría en la orfandad de la justicia a miles de muertos, desaparecidos, desplazados y respectivas familias, que padecieron la brutalidad de la guerra de Calderón. Y segundo, que la demanda prospere y Calderón ya libre de la investidura presidencial, enfrente como un ciudadano de a pie el juicio por la masacre de miles de mexicanos.
No obstante, Calderón ha hecho todo lo posible por evitar se le juzgue en la Corte Penal Internacional. Ha pactado con quien ha podido su exoneración, por ejemplo, solicitó la inmunidad diplomática para Ernesto Zedillo por el juicio que éste actualmente enfrenta en los Estados Unidos por la matanza en Acteal. También ha trascendido que ya pactó con Enrique Peña Nieto su protección, de tal manera que su alfil ubicado en los Países Bajos, permanezca por mucho tiempo en su encargo y misión.
Pese a todos sus esfuerzos, es evidente que en pocos días Calderón no contará con los recursos suficientes para comprar la complicidad necesaria para él y sus más cercanos. Y si no es en La Haya, la sociedad mexicana encontrará el lugar y tiempo propicio para ubicar a Felipe Calderón como uno de los gobernantes más sanguinario y necio de principios de siglo.
La guerra de Calderón, es lo peor que le ha podido pasar a México en los últimos años. Propició el regreso del PRI a la presidencia de la República; dejó sin empleo a miles de trabajadores de Luz y Fuerza del Centro, de Mexicana de Aviación y de diversas minas del norte del país; estancó el desarrollo y crecimiento económico del país; incrementó el número de ciudadanos mexicanos en pobreza extrema; frenó el avance de las telecomunicaciones impidiendo la fundación de mayores canales de televisión y empresas de telecomunicaciones; evitó la inversión extranjera bien intencionada; pero lo peor fue que derrochó millones de pesos en una guerra que perdió y que por el contrario fortaleció las finanzas de los criminales a tal grado que éstos se expandieron ocupando plazas que antes no estaban destinadas al trasiego de droga.
Calderón debería ser juzgado por haber frivolizado el dolor de las víctimas, pero sobretodo por los 70 mil muertos, 10 mil desaparecidos y los 160 mil desplazados. Si revisamos con diligencia el perfil de criminales como Slobodan Milošević, también llamado el Carnicero de los Balcanes, o Radovan Karadzic a quien se le atribuye la masacre de 8,000 hombres musulmanes y niños en Srebrenica. Y que cínicamente declaró: "Debí haber sido recompensado por todas las cosas buenas que he hecho", y otros tanto más, Calderón bien podría ser el mayor de éstos delincuentes de Estado.
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Nota al margen.
Mientras Felipe Calderón inauguraba un sistema de tratamiento de aguas residuales en la residencia oficial de Los Pinos, Enrique Peña Nieto ratificaba los contratos de Pemex en España y prometía a los europeos que muy pronto la petrolera mexicana estaría abierta a la inversión privada. Lo interesante del dato, es que no fue Peña quien abordó el tema ante los mandatarios visitados, sino que fue Luis Videgaray quien en perfecto inglés entabló todas las conversaciones de primer nivel.