El alza de los homicidios

Hay en estos momentos en El Salvador una verdadera incertidumbre: la curva de los homicidios ha comenzado a crecer. En los últimos días, los promedios han escalado de 5 ó 6 diarios a más de 13.
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Por Juan José Dalton ( ContraPunto)

SAN SALVADOR - Hay en estos momentos en El Salvador una verdadera incertidumbre: la curva de los homicidios ha comenzado a crecer. En los últimos días, los promedios han escalado de 5 ó 6 diarios a más de 13.

Un amigo empresario me llamó por teléfono para avisarme que habían asesinado a uno de sus empleados. La memoria me llevó a años atrás cuando al hermano de una colega lo acribillaron a balazos mientras repartía productos de su empresa familiar. Tristes momentos. Nunca se supo quiénes ni por qué razón lo mataron.

La causa del alza de los asesinatos se sitúa en que es probable que la tregua entre las pandillas está a punto de romperse o se rompió definitivamente, dada su fragilidad.

El cambió reciente de las autoridades de sistema de seguridad, ha provocado una inestabilidad no esperada ni explicable, dado que el presidente Mauricio Funes ordenó que las nuevas jefaturas siguieran los planes ya trazados por los anteriores jefes.

Se suponía que la tregua entre las pandillas era parte de una estrategia del gobierno para controlar la violencia, pero lo curioso fue que desde un principio de la toma de posesión del actual ministro de Seguridad, Ricardo Perdomo, comenzó a desconocer la tregua entre las maras. Ahora se habla de un "Pacto Social" del que no se conoce contenido.

Sucede que la tregua entre las pandillas no tiene el visto bueno social; son poco los sectores que creen en él. Estamos en época de elecciones y en el pasado las "manos duras" son las que dieron votos.

Estamos en una encrucijada; se requiere de tener valor y dejar a un lado el impacto electoral, para continuar con un proceso que implique desmontar la violencia asesina y de chantaje social.

La tregua no lo es todo, pero tampoco hay que verlo como un hecho aislado ni desperdiciado. Se requiere que la sociedad se ponga a trabajar junto al Estado para tomar las medidas necesarias. Como sociedad se creó un monstruo y ahora nadie se quiere hacer cargo.

Los niños y jóvenes deben ser atendidos, especialmente los que viven en zonas de riesgo; los que están en edad laboral necesitan trabajo. Se trata de reconstruir tejidos sociales a través de un sistema menos espiritual religioso, y más orientado al verdadero cambio cultural. Como decía aquella canción de hace dos o tres décadas: no basta rezar, o aquel concepto de: Jesús es verso y no sustantivo.

Se requiere con urgencia cuerpos de sociólogos que estudien y propongan medidas mientras se van mejorando las atenciones obligatorias del Estado que estuvieron ausentes de por vida.

Represión y más represión, como algunos pretenden, es incentivar la vorágine de la violencia; pero tampoco se debería ir al otro extremo de considerar a los mareros como personas que no han irrespetado las leyes y las vidas de millares de salvadoreños.

(*) Director de ContraPunto

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