Como cura en el confesionario... El 'problema' de la homosexualidad

Hoy me siento como una chismosa, porque quiero contarles sobre un serio y pernicioso tabú que se ha ido inmiscuyendo en mis conversaciones recientes sobre lo que es la maternidad y criar a los hijos.
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Hoy me siento como una chismosa, porque quiero contarles sobre un serio y pernicioso tabú que se ha ido inmiscuyendo en mis conversaciones recientes sobre lo que es la maternidad y criar a los hijos. Los escritores tenemos ese problemita, o más bien esa ventaja: la vida misma nos sirve de constante inspiración para comunicar. No es que de repente vaya a revelar secretos íntimos de nadie, en ese aspecto pueden confiar en mí. Pero a veces me siento como un cura en un confesionario.

Habiendo hecho ya esta salvedad, de que mis intenciones aquí son buenas, les confieso que llevo días pensando torturada, en un planteamiento desagradable para mí, pero que se ha vuelto recurrente, sobre la sexualidad humana. Sí, una "posición sexual". Pero no es lo que se imaginan. Déjenme que les explique.

Ahí les va: Me choca --y repito-- me choca oír a una persona hablar del "problema" de la homosexualidad como si fuera un problema social en la esfera de lo criminal. Me choca, para comenzar, porque yo no lo considero un "problema", sino que la orientación sexual de un ser humano sea hombre o mujer, es producto de su propia naturaleza. Y repito, NATURALEZA. Como yo lo veo, si hay algo de pernicioso es la heteronormatividad y la premisa de que todos los hombres y las mujeres son iguales.

¿Acaso no hay millones y millones de personas diferentes en el planeta?

Pero me ha sucedido ya varias veces, especialmente desde que soy madre y comparto ideas sobre el desarrollo integral mis hijos, que durante una conversación con otra mamá o papá tengo que escucharlos decirme con profunda convicción que "están luchando duro contra el problema de la homosexualidad".

Usualmente me pregunto a mí misma si escuché bien: "Estoy luchando duro contra el problema de la homosexualidad".

La última vez que me sucedió estaba yo en el salón de belleza. Ya había terminado de alisarme los moños cuando me encontré a una conocida que iba seguramente a hacer lo mismo. Hablando un poco de todo y de nada, llegamos al tema de "los muchachos".

"¿Como están tus chicos?", le pregunté.

"Pues muy bien, bellos y grandes. Ya el mayor tiene 14 años", me contestó esta progenitora de tres "criaturas" varoniles.

"¡Que qué!", exclamé yo, sorprendida. "Qué rápido crecen, cómo pasa el tiempo".

"¡Ay ni me lo digas!", dijo la madre compungida. "Que no es fácil criar a un adolescente. Tengo tanto estrés, entre los permisos para salir de noche, las llegadas de madrugada, el bullying en la escuela, el vicio del homosexualismo... Es muy fuerte el hostigamiento de los niños y niñas homosexuales. ¿Cómo protege una madre a un hijo de esa vaina tan mala".

Es decir, si escuché bien, cómo protege una madre a un hijo de esa perversión o enfermedad llamada homosexualismo, que hay que erradicar, hacer desaparecer de la faz de la tierra.

Y yo me pregunto ¿pero en qué mundo es el que vive? ¿Pensará ella que existe una vacuna anti-gay?

Para esta madre, que un amigo de su hijo sea homosexual, equivale a un amigo que le ofrece heroína o que lo quiere montar en un carro con una botella de vodka en el cuerpo para echar carreras por la avenida.

Yo creo que la expresión de mi cara habrá dicho más que mil palabras. No soy buena disimulando ciertas reacciones viscerales. Me sentí tan mal por ella y por mí que hundí mi cara en mi bolso buscando mi billetera y me limité a pagar la cuenta. Salí del salón consternada por los pensamientos.

Desde la perspectiva de la compasión, yo sinceramente les quiero dar todo el crédito a estos padres por estar tan preocupados y envueltos en la crianza de sus hijos adolescentes. No soy quién para juzgar sus métodos de protección. Nadie es perfecto y yo no soy gurú de nada.

Tampoco soy quién para tratar de convertir a alguien al pensamiento liberal e imponer mis creencias a personas que creen profundamente en ciertos dogmas, la Biblia o que son parte de alguna institución religiosa que rechaza a la comunidad homosexual. Tampoco voy a meterme en cómo llevan las riendas de su casa, en el plano doméstico y privado.

Y hago énfasis en lo "personal y privado".

Pero sí les puedo decir que yo personalmente parto de la premisa de que todos somos humanos por igual. Esa, por decirlo así, es mi "religión". Mis principios son:

•No le hagas al prójimo lo que no quieres que te hagan a ti.

•Ponte en los zapatos del prójimo, sé solidaria y no lo juzgues.

•Respeta y honra la diversidad del ser humano, con todo lo que eso conlleva. El respeto al derecho ajeno es la paz.

•Sé fuente de paz, salud y amor; no de rechazo, maldad y odio.

Por eso me siento con la obligación moral de compartir este tabú con ustedes. Educarme sobre lo vigente y necesario de la lucha pro-diversidad del ser humano me ha convertido en una especie de activista vocal sobre la igualdad de derechos para todos, sin excepción de raza, origen, género, culto, clases o circunstancias. Sin excepción también de la orientación sexual.

Llevo años en esto. Durante mi trabajo en People en Español escribí varios artículos sobre la alta incidencia de suicidios en la comunidad de adolescentes gay, el bullying, la violencia doméstica y otros temas que tienen en común el odio y el hostigamiento. Mi perspectiva entonces y ahora sigue siendo la misma. Todos somos humanos con el derecho a vivir en paz y en busca de nuestra alegría.

Y mis sentimientos ahora que soy madre no han hecho más que solidificarse. Veo el rostro de mis hijos que aún son pequeños y a veces me los imagino más grandes y hermosos en sus años de adolescencia. Me los imagino pasando por todos los traumas de estos años de definición y reafirmación de su ser, su personalidad, sus creencias individuales, y también su orientación sexual.

Todos los que somos adultos hemos pasado por eso y debemos tener la madurez para entenderlo. No creo que nadie escoja ser homosexual por fastidiar, por llevar la contraria, por capricho o porque está de moda. No creo que nadie escoja ser homosexual para hacer el mal. No lo creo. De la misma forma en que si le pregunto a un heterosexual cuándo fue que decidió expresamente serlo, no creo que encuentre la respuesta en su memoria. La orientación sexual no es optativa. Tampoco es un cáncer, un virus, la peste bubónica.

Como madre, en cambio, tengo que decir que siento profunda tristeza por la juventud gay que vive en la inopia existencial. Siento congoja por esos chicos y chicas que no cuentan con el amor incondicional de sus familias, y sólo viven sumidos en el rechazo y odio de quienes los trajeron al mundo. Deber ser como estar caminando en un túnel oscuro, frío y tenebroso, sin salida, justo cuando se deben estar abriendo las puertas a una vida autónoma, íntegra, independiente y libre. Nadie se merece vivir esa tragedia, la del odio a tu propia identidad, solo porque tu instinto te dicta a quién amar y no es compatible con el concepto de tus padres.

Por eso quien piense que puede venir a hablar de sus convicciones racistas, xenófobas, sexistas y homófobicas y va a encontrar en mí a una interlocutora aliada, lamentablemente se equivoca. Y bien equivocado.

Vaya a confesarse con otro "cura", que este confesionario está cerrado.

Mira también:

Ellen Page, febrero de 2014

Famosos gay

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