Mujer... a tiempo completo

Si alguien me hubiera dicho hace 10 años que un día estaría aquí, viviendo en la República Dominicana, casada, como ama de casa y madre a tiempo completo de un par de mellizos, me hubiese reído tan fuertemente que hubieran llamado al manicomio. ¿Qué les puedo decir? Nunca he sido mujer de creer en profecías ni en bolas de cristal.
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Si alguien me hubiera dicho hace 10 años que un día estaría aquí, viviendo en la República Dominicana, casada, como ama de casa y madre a tiempo completo de un par de mellizos, me hubiese reído tan fuertemente que hubieran llamado al manicomio. ¿Qué les puedo decir? Nunca he sido mujer de creer en profecías ni en bolas de cristal.

Pero aquí estoy, es lo cierto. Esa es mi realidad, una realidad pancaribeña y la que me da mucha tela por donde cortar.

Verán. Soy puertorriqueña isleña, porque me crié en la isla de Puerto Rico a diferencia de mis millones de compatriotas Boricuas que han sido criados en la diáspora estadounidense y por el mundo. En Puerto Rico vive casi toda mi familia. Hasta ahí es sencilla mi historia.

Pero un buen día, hace ya muchos años, conocí a mi esposo en la ciudad de Filadelfia mientras ambos éramos estudiantes de literatura en la Universidad de Pensilvania. El "culpable del flechazo instantáneo" nació en Puerto Rico a una familia muy cubana en el exilio y se crió en Santo Domingo porque sus padres decidieron emprender una nueva vida en la isla de al lado. Al cabo de más de 38 años, mi familia política todavía está aquí.

Son estos juegos del destino, son estos momentos en que nos sale premiado el número de la lotería, los que me hacen pensar en como nuestras vidas cambian de rumbo. En aras de trabajar para hacernos de un futuro mejor luchamos un día a la vez. Pero cuando nos sentamos a observar el tablero de puntuación de este juego, nos encontramos con un buen par de décadas de historia entre pecho y espalda.

Algo así me ha ocurrido en los últimos 20 años. Tengo una historia coloreada por mi origen, mi vida como estudiante en Filadelfia y luego en la ciudad de Nueva York. Tengo un libro lleno de mis andanzas durante el ejercicio de mi carrera como periodista en la Gran Manzana y mi naturaleza curiosa y sentimental de ser escritora. ¡Ah! Y sin olvidar el hecho de que también me convertí en una mujer casada y en mamá.

Pero volvamos un poco hacia atrás, al momento en que me gané el premio gordo y todo volvió a cambiar, el momento de mi liberación espiritual y el mayor influjo de poder. Fue en marzo del año 2007, cuando di a luz a mi hijo e hija, el mismo día, con 1 minuto de diferencia, en Nueva York. En ese instante dejé de ser solo mía y me convertí en una madre obsesionada con proveer el bienestar de mi familia. Unos meses después de nacidos nuestros hijos, mi esposo y yo --que nunca habíamos considerado dejar la ciudad que tanto amamos y en donde tenemos tan queridas amistades-- decidimos regresar al Caribe para estar más cerca de nuestras familias.

Jugando y jugando, han sido ya más de 5 años desde que nos mudamos a Santo Domingo y por opción propia puse una pausa en mi carrera y en mi trabajo como escritora principal en Nueva York de la revista People en Español. Nunca antes había considerado transformarme en ama de casa, mucho menos por tanto tiempo. Mas en un abrir y cerrar de ojos, pasé de ser una periodista con oficina en un rascacielos en Manhattan a trabajar 24 horas al día y 7 días a la semana desde mi hogar en la crianza de mis hijos.

Sin embargo, lejos de la idea de que las amas de casa y madres a tiempo completo se convierten en entidades caducas y obsoletas, siento que he evolucionado inmensamente. Mi cerebro, déjenme dejarlo claro, jamás se apagó, ni se volvió puré de manzana, ni guacamole, con el primer cambio de pañal. Si bien tuve que aprenderme todo el repertorio de canciones de Barney, esto lo veo como una expansión del cancionero, no como una pérdida del catálogo. Y aprovecho la oportunidad para explicarles por qué.

Preocupada y ocupada en mi nuevo rol maternal, me he educado en una gran diversidad de temas. Cuando mis hijos y mi familia se han visto enfermos, me he volcado en la investigación profunda de temas de salud. Pregúntenme lo que quieran sobre diabetes, dislalias, fiebres y asma, puedo exponer sobre estos y otros temas como toda una experta. Y perdonen mi inmodestia, no es mi intención parecer pretenciosa. Además, yo creo que muchas madres están en el mismo bote.

En mi nuevo rol como madre de un varón y una hembra, he tenido que aprender de desarrollo infantil, psicología, educación primaria, desarrollo social y bullying, entre tantos otros. Como madre de un niño, estoy muy interesada en la socialización del hombre y en los roles masculinos que deben ser actualizados de acuerdo al mundo que le toca vivir a mi hijo. Como madre de una niña, mi yo feminista --un yo muy potente-- ha aflorado más que nunca y he continuado educándome y trabajando en temas que definen la vida de las mujeres: La belleza interna y externa, la salud femenina pero sobre todo, el "empoderamiento" de la mujer y las dinámicas socioculturales que la mantienen subyugada en muchos países del mundo.

Mi mudanza a la República Dominicana en el rol de madre y ama de casa --aquí me llaman La Doña-- y mi ineludible nexo con Puerto Rico también se han convertido en nuevas oportunidades de crecimiento. Si bien en un principio tuve que acostumbrarme a ir frecuentemente al supermercado, que era algo que no hacía en Nueva York, tener cierta flexibilidad de tiempo me ha dado el privilegio de dedicarme a otros intereses que quizás tengan menos relevancia a nivel profesional pero que nutren mi espíritu. He regresado a la literatura que me forjó y me dio dos grados universitarios. He regresado al arte y a tocar el piano que aprendí de pequeña.

Pero sobre todo, ser una extranjera en un país en desarrollo se ha convertido en abono intelectual y trabajo diario. A veces me viene a la mente el refrán y me siento "como cucaracha en baile de gallinas". Lo que veo y vivo en mi vida cotidiana me inspira de muchas maneras. Las claras diferencias culturales, la inequidad social, las deficiencias del sistema educativo y de salud pública y la proliferación de la criminalidad son mi material de estudio y gestión. Y ni hablar de lo que me toca vivir en un medio machista. El discrimen, la desigualdad de derechos y la violencia de género son importantes problemas sociales que quedan por erradicar aquí, como en otros países del mundo. La enorme belleza del paisaje dominicano y sus recursos naturales son áreas en las que tenemos que trabajar duro para preservar. Quiero pensar que con mi envolvimiento en todas estas causas podré dejarles a mis hijos un mejor mundo.

En fin, siento que todos estos años he estado fuera de una oficina, pero me he mantenido observando, reflexionando aprendiendo y evolucionando. Soy madre y esposa. Soy ama de casa, jefa de un equipo y administradora. Soy hija y hermana. Soy individual, mía y de otros. Soy ciudadana del país en el que vivo y del mundo. Soy escritora. Soy mujer... a tiempo completo.

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