¡Muerte a los traidores!

Este "elocuente" eslogan fue lo que se les ocurrió repetir a los enardecidos manifestantes convocados por la Red Nacional de Defensa a la Soberanía en la República Dominicana, autoproclamados defensores de la nacionalidad y la patria, en un evento reciente en el Parque Independencia en la capital de Santo Domingo.
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"¡Muerte a los traidores!, ¡muerte a los traidores!, ¡muerte a los traidores!".

Este "elocuente" eslogan fue lo que se les ocurrió repetir a los enardecidos manifestantes convocados por la Red Nacional de Defensa a la Soberanía en la República Dominicana, autoproclamados defensores de la nacionalidad y la patria, en un evento reciente en el Parque Independencia en la capital de Santo Domingo.

Su llamado y sentencia pesa sobre las cabezas de los ciudadanos que se han declarado críticos de la decisión del Tribunal Constitucional dominicano número TC/0168/13 que establece la anulación retroactiva al año 1929 de la nacionalizada dominicana a aquellos hijos nacidos a extranjeros "en tránsito" --una categoría migratoria que ha sufrido varias modificaciones con el tiempo-- durante el transcurso de estas 8 décadas.

Los que así gritaron pidiendo el linchamiento de los "traidores de la patria" --algunos de los cuales los plasmaron en un pasquín con sus fotos, nombre y apellidos para que todo el mundo los pudiera reconocer en la calle-- dirán que están en su derecho de gritar semejante ataque. Dirán que sólo están haciendo uso y disfrute de su derecho a la libertad de expresión.

Yo opino que no es así.

Según los artículos 18 y 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Pero ningún derecho es absoluto, sobre todo cuando este "derecho" entra en claro conflicto con los derechos de otros. ¿Qué me dicen de los derechos de las personas señaladas públicamente como "traidores" a vivir con seguridad de conservar su integridad física, mental y emocional? ¿Acaso el derecho de pedir su muerte vale más que el derecho a conservar su vida?

Según el Freedom Forum, esa entidad reconocida internacionalmente como monitor de la aplicación de los derechos de libertad de expresión, libertad de prensa y espíritu, estos derechos tienen sus limitaciones claras en países civilizados donde se valora la democracia. La libertad de expresión se anula y debe ser reconsiderada cuando se trata de:

  • Una manifestación que provoca la violencia o actos ilegales
  • Palabras que incitan la contienda o la pelea directa, cara a cara
  • Calumnia, libelo o difamación, o la disperción de mentiras o información fuera de contexto con el fin de perjudicar a alguien
  • Obscenidad
  • Manifestaciones que entran en conflicto con el interés social o gubernamental, determinado por el lugar, momento y forma del mensaje

Y yo me atrevo a ir más allá. Todos nosotros los que a diario utilizamos las redes sociales para compartir nuestras opiniones tenemos que tener estos parámetros y límites sumamente en cuenta. Debe ser un principio básico de nuestra comunicación pública mantener el respeto y honrar el derecho de los demás a no ser víctimas de lo que esencialmente es un discurso de odio.

Si me preguntan a mí, todos los días leo alguna barbaridad, algún ataque de odio, racista, xenófobo, homófobo en Facebook o Twitter o hasta en blogs por personas que no miden en lo más mínimo sus expresiones. Y pienso en cuánto desearía que estos ataques de odio mediante la palabra fueran debidamente criminalizados y procesados por la ley, a ver si así se comienzan a limpiar los medios sociales de tanto asco.

¿Qué gana una sociedad, una cultura, un país con la opresión simbólica y práctica de grupos enteros de sus ciudadanos, ya sea por diferencias ideológicas, de raza, origen, género, orientación sexual o credo? ¿Qué ganamos con la anulación de hombres y mujeres útiles y capaces de aportar al crecimiento y a la evolución de nuestra sociedad?

Yo opino que solo se gana el atraso humano.

Para los que quieran leer la Declaración Universal de Derechos Humanos y sobre el Freedom Forum, les ofrezco estos enlaces:

Joselly Castrodad está en: www.mujeratiempocompleto.com
y en Facebook .

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