Mientras corra sangre por mis venas

Quien está vivo, tiene por necesidad que poder sentir empatía por una persona, por un prójimo, en momentos de necesidad. Pero esa soy yo; idealista, romántica e ilusa. Yo sé que no siempre es así.
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Yo pienso que quien está vivo, tiene por necesidad que contar con sangre corriendo por sus venas. Entonces, quien está vivo, tiene por necesidad que poder sentir empatía por una persona, por un prójimo, en momentos de necesidad. Pero esa soy yo; idealista, romántica e ilusa. Yo sé que no siempre es así. Es más, yo sé que muchas veces no es así.

Hoy me siento idealista, romántica, ilusa y también idiota. Me veo ingenua e incrédula. Me siento frustrada. Estoy enojada con las personas que han dejado de sentir pena, por las que tienen en sus manos el poder de ayudar y andan de brazos caídos, como si no fuera con ellos. Me reconozco mortificada por lo que el sistema fallido y corrupto provoca en los que se dejan llevar por la corriente del "hago lo mínimo" o "mejor obstaculizo". Soy incapaz de aceptar la mediocridad, el egoísmo, la indolencia, la indiferencia, la falta de sensibilidad y empatía.

Verán por qué. Como todos los jueves, dedico la mañana a hacer labor voluntaria en un banco de sangre en un hospital de la capital de Santo Domingo. De 9 de la mañana a 12 del mediodía, soy la que recibe y entrevista inicialmente a una larga fila de personas --y cuando digo larga, me refiero a pacientes y donantes que tienen que esperar 2 y 3 horas en ayunas para ser atendidos-- que han llegado hasta allí para donar su sangre o para recibirla antes de un tratamiento de quimioterapia, una cirugía o porque la necesitan urgentemente para no morirse.

Los casos que hasta mí llegan son muchas veces dramáticos, patéticos, desesperados, situaciones de vida o muerte. No tendría que ser así, de eso estoy convencida. En un mundo mejor, dentro de una sociedad más equilibrada y próspera, con mejores ciudadanos, con un sistema de valores que incluyesen la solidaridad, no tendría yo que ver a tantas personas tragar en seco --y pagar dinero-- por una pinta de sangre compatible con la suya. Pero lo cierto es que a muchos no les queda otro remedio que llorar, sacar los billetes de sus pobres bolsillos vacíos y pedir un milagro. ¡Que aparezca la sangre, que aparezca un donante!

Pero los bancos de sangre están vacíos, en cero. En la República Dominicana la gente no quiere donar sangre, porque no se atreve, porque no sabe, porque desconoce los procesos, porque no le interesa, porque no reconocen que la sangre es vida, es esencial, es delicada y es escasa. Donar sangre, cuando debe ser un proceso sencillo, es en realidad un martirio. Conlleva horas y horas de espera, en calor, con hambre, entre multitudes de pacientes en un hospital cualquiera. Días enteros a merced de que un jefe no entiende una ausencia del trabajo para ir a donar sangre y los despide.

Los bancos de sangre están vacíos porque los requerimientos para que un donante cualifique y sea aceptado como tal son muchísimos. Por razones obvias, hay que estar saludable. Pero sólo se acepta 1 donación por persona cada 3 meses, cuando en otros países del mundo el período son 56 días. Los donantes no pueden ser diabéticos, no puede tener tatuajes, las mujeres sólo pueden donar durante una pequeña ventana de unos 10 días del mes, si no están cerca o lejos de su menstruación. Tampoco hay máquinas para procesar sangres que en otros países sí serían procesables.

Así se descartan a diario a muchos potenciales donantes. No hay sangre en los bancos porque quienes van a donar en muchos casos son personas que no llevan estilos de vida saludables: el consumo de drogas y el alcohol y la promiscuidad sexual son males generalizados. Por ejemplo, muchos de los cuestionarios de caballeros que yo lleno tienen un estado civil en común: unión libre. Algunos llegan a hacerme a modo de chiste la confesión de que tienen a una mujer "oficial" en la casa y a 15 otras novias en el vecindario. Así no se puede, señores, así no se puede.

También se dan muchos casos de donantes que llegan y sí quieren donar pero el sistema y sus operadores se "la ponen en China", se lo hacen imposible. ¿Cómo puedo yo requerirle a un donante analfabeta, que apenas puede leer un formulario y que no sabe firmar su nombre que sepa exacta y científicamente cuál es su tipo de sangre? ¿Por qué no lo puedo ayudar a hacerse una prueba sencilla de tipificación? ¿Cómo puedo yo regañarlo porque no le dijo al doctor que lo mandara al laboratorio a "tipificar" antes de llegar a mí? ¿Cómo puedo yo aceptar su donación cuando para ésta necesita mostrarme una cédula de identidad válida y el documento se le ha perdido y no puede conseguir un reemplazo en una oficina de gobierno?

Muchas veces se me aprieta el corazón cuando veo el rostro cansado de una paciente de cáncer y su donante que han hecho un viaje de 6 horas en autobús para llegar al hospital y tengo que decirle que la sangre que ella creía le iba a salvar la vida no se la puedo sacar a su familia, no se la puedo intercambiar por otra, no se la puedo dar. ¿Qué le digo? ¿Lo siento, pero te vas a morir?

Hoy se me acercó un caballero en un estado de absoluta confusión. Yo creo que en medio de su crisis, no podía ni escuchar ni entender la información que necesitaba de mí. Su hijo estaba en esos momentos en una crisis de emergencia, perdiendo sangre a borbotones y el señor llegó al banco de sangre a pedir con urgencia 4 pintas de sangre A+ para transfundir.

Pero si bien la sangre tipo A+ es bastante común, en el banco de sangre no hay. Simplemente no hay.

Verle la cara al señor y tener que decirle que no hay la sangre que su hijo necesita para sobrevivir es uno de esos momentos que se alojan en el estómago como un bloque de cemento. Pero peor es escuchar al personal del banco de sangre decirle con frialdad al caballero que se vaya y que no regrese hasta que consiga 4 donantes de sangre A+.

Esta vez no me pude contener. Llamé a todas las empleadas del banco a una reunión improvisada y mi mensaje fue contundente. Estamos aquí para encontrar soluciones, no para decirle a un enfermo un desalmado "jódete".

Yo me imagino que en estos momentos, en los que estoy en la seguridad de mi casa escribiendo estas líneas, el hijo de ese pobre hombre puede ya estar muerto, porque estoy segura que esa sangre no la iba a conseguir hoy, a tiempo. Ojalá me esté equivocando.

Y así, hoy tuve que vivir muchas de estas historias, demasiadas para mi mente y conciencia. Estoy agotada.

Pero no me puedo dejar caer porque no se trata de mí, sino de los que necesitan. A mi edad, he comprendido que mucha de mi labor en esta vida reside en ser quien en los peores momentos ve la posibilidad de salir de ellos. Me ha tocado ser práctica y positiva en la búsqueda de soluciones. Me ha tocado ser quien dice "sí se puede". Soy quien no acepta un "no" antes de considerar todas las opciones. Soy quien busca, quien investiga, quien analiza, quien sueña y que agarra el teléfono para hacer una llamada, una cita, una compra, un pago, una pregunta, una reclamación. Soy la responsable de seguir adelante, por pura fuerza de voluntad y testarudez, cuando otros quieren tirar la toalla.

No me puedo dejar caer, porque por mis venas todavía corre sangre y estoy viva. Y mientras corra sangre por mis venas, aquí estoy.

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