Tomé una decisión trascendental en mi vida: soy candidato para las elecciones de Congreso de la República que se realizarán el próximo 9 de marzo, con la aspiración de ocupar una curul en la Cámara de Representantes por Bogotá (mi ciudad natal).
A pesar de ser una decisión para la cual me he preparado conscientemente durante más de una década, debo reconocer que no fue una decisiónfácil de tomar. Me significó renunciar a mi trabajo para dedicarme de tiempo completo a una corta pero intensa campaña de 3 meses. Esto me deja sin un sustento económico que para un hogar joven como el mío, compuesto por mi esposa y mi hijo de 4 meses de edad, es un sacrificio considerable. Y lo es con mayor razón cuando decidimos con mi esposa que ella dejaría de trabajar para dedicarse por completo al cuidado de nuestro bebé.
Afortunadamente cuento con unos familiares que creen en mí y están dispuestos a compartir el sacrificio que exige este sueño. Junto a ellos he librado duras batallas como la defensa de la inocencia de mi padre, el General Uscátegui, quien va a completar 15 años en prisión por un delito que no cometió. Por eso no le tengo miedo a asumir este nuevo reto. Mientras tenga el apoyo de mi familia, y de Dios a quien invoco todas las noches en busca de sabiduría y protección, lucharé por la defensa de mis ideales.
Algunos se podrán preguntar qué hago haciendo política y ofreciéndome a trabajar por los derechos de terceras personas, cuando el derecho que tengo como hijo de ver a mi padre en libertad siendo un hombre inocente no se ha respetado como lo exige la Constitución y la Ley. Puedo decir, sin temor a equivocarme y con la opinión pública como testigo, que he hecho todo lo que ha estado a mi alcance para que se administre justicia:
1. Elaboré el documental "¿Por qué lloró el General?" que no sólo da a conocer la versión de la familia Uscátegui, sino que además es un aporte a la memoria histórica del conflicto en Colombia;
2. He acudido a todas las instancias nacionales e internacionales de justicia para solicitar el respeto a las garantías judiciales de un militar y su familia;
3. Visité el lugar de la masacre, aún a costa de mi seguridad personal, y tuve un diálogo directo con la población afectada;
4. Denuncié públicamente y ante las autoridades competentes el cartel de las falsas víctimas y los falsos testigos que lamentablemente ha hecho carrera en la rama judicial;
5. Obtuve el pronunciamiento público de numerosas autoridades y personalidades que reconocen la injusticia que se ha cometido con el General Uscátegui; y por último,
6. Denuncié un gran escándalo de corrupción que involucra al Estado con la contratación de empresas de aviación que están al servicio del narcotráfico, el tráfico de armas y crímenes de lesa humanidad.
Con estos esfuerzos siento que como hijo y ciudadano he cumplido. Ahora imploro a Dios para que ilumine a la Corte Suprema de Justicia que en los próximos días debe emitir un fallo definitivo.
Por lo visto, llegó la hora de emprender causas mayores. La injusticia me duele, tanto como la pobreza y el subdesarrollo. No podemos seguir como espectadores mientras los violentos y los corruptos desangran nuestra sociedad. Empecemos por hacer patria en Bogotá, la ciudad nos necesita y es el momento de actuar.