CARTA A JOSE ANTEQUERA (I)

La vida nos puso el mismo nombre, pero nos ubicó en orillas opuestas: usted, hijo de un militante de izquierda que se rebeló al Estado para defender sus convicciones, y yo, hijo de un militar colombiano cuya máxima convicción fue defender al Estado y sus instituciones.
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La vida nos puso el mismo nombre, pero nos ubicó en orillas opuestas: usted, hijo de un militante de izquierda que se rebeló al Estado para defender sus convicciones, y yo, hijo de un militar colombiano cuya máxima convicción fue defender al Estado y sus instituciones. Puedo suponer que cuando su padre - José Antequera - ejercía la secretaría general de la Juventud Comunista Colombiana (JUCO) en Barranquilla, el mío - Jaime Humberto Uscátegui - recibía sus primeras presillas en la Escuela Militar de Cadetes "General José María Córdoba" en Bogotá.

Desde entonces han transcurrido por lo menos 40 años y hoy vemos que nuestro país - tan suyo como mío - sigue debatiéndose, a sangre y fuego, entre la revolución o el cambio social y la institucionalidad. ¿Está lucha prolongada y dolorosa ha tenido algún sentido? Me imagino que ambos creemos que sí, decir lo contrario sería desconocer la evolución de nuestras instituciones y dar la espalda a nuestras convicciones (heredadas y propias). ¿Llegó la hora de poner fin a la confrontación armada? También me atrevo a decir que coincidimos en un rotundo "sí", suponiendo que el país se ha transformado y en la democracia cabemos todos.

En su orilla tal vez me definen como integrante de una élite que ha utilizado "el exterminio y el despojo" para concentrar poder y riqueza en función del modelo neoliberal. Puedo sospechar que, en mi orilla, no faltará quien lo tilde a usted de simpatizante del "narcoterrorismo" que asesina y se lucra en nombre del comunismo internacional. Claramente le digo que estos calificativos no los acepto, ni los comparto, y me sumo al llamado que alguna vez usted pronunció en el sentido de que queremos hacer política con nuestras banderas sin ser estigmatizados.

Pero se preguntará ¿por qué le escribo esta carta? Y mi respuesta es la siguiente: en este momento el dialogo abierto que podemos propiciar los dos, como lo hemos hecho en el pasado, cobra enorme relevancia. En La Habana - Cuba - el Gobierno Nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) están sentados negociando un acuerdo para por poner fin al conflicto, con la aspiración de lograr su firma antes de finalizar el presente año. Todos sabemos que la paz y la reconciliación en Colombia no se logran con firmas, ni acuerdos particulares. Necesitamos un gran acuerdo nacional, y en particular uno de tipo generacional, en el que se erradique, de una vez por todas, la violencia como instrumento político. Jose, lo invito a trabajar unidos por este acuerdo.

Por mi parte, le pido que actuemos bajo un supuesto fundamental: el Estado no es el enemigo. Retomando las palabras de Álvaro Gómez Hurtado, un mártir de mi orilla, el enemigo es "el régimen", definido éste como una "mezcla de intereses políticos, privados y a veces criminales, que conviven y explotan al Estado y sus ciudadanos" (tomado del libro ¿Por qué lo mataron?). Si usted me permite afirmarlo categóricamente, y discúlpeme por tantas veces atribuirme su opinión, fue el régimen el que asesinó a Álvaro Gómez y a José Antequera, entre muchos otros; fue el régimen el que masacró a los pobladores de Mapiripán en 1997; fue el régimen el que condenó a mi padre, el General Uscategui, por un delito que no cometió; y es el régimen el que, a la sombra, continúa gobernando a Colombia.

Su causa de vida ha sido la memoria, la mía la justicia. Estoy seguro que SIN OLVIDO y CON JUSTICIA podemos aportar a la PAZ. Esa misma paz por la cual su padre luchó incansablemente y que llegó la hora de materializar.

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