El Making of de un libro: 'Pasado y presente'

En mi posteo anterior, hablé sobre la "teoría del doble farol". ¿Y qué significa eso? Es muy simple: tenemos un personaje iluminado (el asesino) durante un espacio de la historia.
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En mi posteo anterior, hablé sobre la "teoría del doble farol". ¿Y qué significa eso? Es muy simple: tenemos un personaje iluminado (el asesino) durante un espacio de la historia. Y la idea es hacerlo lo antes posible en la trama, para que el lector piense: "No creo que este sea el culpable, porque si así fuera el resto del libro no tendría atractivo".

Entonces, luego de un tiempo prudente, uno apaga esa luz como si fuera un farol, y la enciende sobre otro personaje, uno inocente pero que haremos pasar como culpable. Ese es un modo muy efectivo de evitar que nuestra historia pierda atractivo al dejar en evidencia al criminal. Nada más frustrante que estar leyendo una novela policial y descubrir al culpable antes que el detective.

En las novelas de Agatha Christie, la reina del género, la estructura dramática es más o menos siempre la misma: hay un crimen. La víctima muere de manera muy inesperada y, junto con el enigma de su deceso deja un puñado de posibles asesinos. Hay muchos sospechosos y, para complicar más las cosas, cualquiera de ellos podría haber sido el criminal. Todos tienen un motivo contundente para haber deseado la muerte de la víctima. De ese modo, las dudas van recayendo de uno en otro hasta que llegamos al final del libro.

En el último capítulo, el detective (por lo general es Hércules Poirot, el detective estrella de Christie, o también Miss Marple) toma la palabra, y con toda calma va explicando paso a paso los orígenes de la trama que provocaron la muerte del occiso, las razones de su asesinato, las pistas que fue encontrando en el camino hasta, por fin, revelar la identidad del criminal.

De alguna manera, la función del detective es volver a contarnos la historia que ya hemos leído, pero desde otro punto de vista. Un buen detective debe, en su exposición final, repasar cada uno de los acontecimientos que el lector leyó a lo largo del libro, pero quitándoles a cada uno de ellos el velo que cubría el verdadero rostro del asesino para que todos nosotros -los lectores- digamos "¡Cómo no fui capaz de darme cuenta de que era él!".

El detective trae el pasado hacia el presente. Nos permite que hagamos un viaje hacia atrás, en el tiempo, y podamos darle un segundo vistazo a la historia. Ahora bien, para que esto tenga impacto y la novela se haga inolvidable, ese pasado que se nos permite revisitar desde otro punto de vista, debe tener algún tipo de relación con el presente. Es decir, si en mi libro (el del hotel en Coral Gables) la historia que se cuenta en 1955 no tiene algún eco en el 2015, de nada servirá todo lo que he escrito. Los trágicos eventos de 1955 tienen que tener consecuencias latentes y poderosas aún 50 años más tarde, y deben incluso ser una amenaza real y peligrosa para Miguel, mi periodista investigador. Para que la trama importe y sea poderosa, ese pasado debe estar aún fresco y acechante en nuestro 2015.

Lo mismo debe suceder en toda novela policial: si ese relato final que hace el detective, narrando paso a paso los hechos anteriores que provocaron la muerte de nuestra víctima, no tiene consecuencias directas y dramáticas con el tiempo presente, de nada servirá. La amenaza de una desgracia debe ser una posibilidad cierta y real. Descubrir la identidad de un asesino que ya no reviste ningún peligro, no tienen emoción alguna.

Por eso es tan difícil escribir una novela policial: porque en este género, el pasado es tan (o más) importante como el presente. Es más, en las buenas historias de detectives y asesinos, la frontera entre el pasado y el presente no existe. El miedo, la muerte y la maldad humana no tienen tiempo. Y, por lo tanto, deben funcionar con igual potencia en la época que sea.

Nos vemos en quince días. ¡Gracias por seguir leyéndome!

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