'El Making Of' de un Libro: Respirando letras

Hace quince días les dije que tenía una teoría muy personal a la hora de decidir cuánto debía durar un capítulo literario. Algunos escritores dicen que los lectores no tienen mucho tiempo para leer...
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Hace quince días les dije que tenía una teoría muy personal a la hora de decidir cuánto debía durar un capítulo literario. Algunos escritores dicen que los lectores no tienen mucho tiempo para leer, por lo que los capítulos deben ser cortos. Otros, dicen que eso no importa y que una verdadera novela debe tener capítulos largos y contundentes. Yo, como saben, tengo una idea muy personal. Y se baja en una frase que inventé: "escribir es como hacer música, y leer es como cantar".

Debo aclarar que no sé nada de música. Soy incapaz de tocar un instrumento. Y no canto: aúllo. Sin embargo, siempre he dicho que cuando escribo lo hago porque voy "escuchando" una suerte de música en mis oídos que las propias palabras van provocando. Cada frase tiene un ritmo propio. Cada oración provoca una candencia basada en la acentuación de las palabras. Todo esto va provocando que cuando uno lee un párrafo, si está bien escrito, "escucha" sin tropiezos ni desafinaciones lo que ahí se dice. Por eso digo que leer es como cantar. Uno, cuando lee, le pone voz a esa música que un escritor escribió tratando de utilizar las palabras correctas para que todo suene armónico y ni haya notas fuera de lugar.

Ahora bien, mis escasos conocimientos de música y canto me permiten saber algo trascendental: lo más importante a la hora de cantar, es la respiración. Si un cantante no respira adecuadamente, desafinará o, peor aún, no podrá dar ciertas notas. Bueno, lo mismo sucede cuando uno lee. Al leer, uno compromete la propia respiración para darle "voz" a esa música que se desprende de las letras. Cuando uno lee un libro de acción, la respiración se altera producto de la lectura. Se hace más corta e intensa. En cambio, cuando uno lee largas descripciones en donde no hay acción sino reflexión, la respiración se hace larga y distendida. Hagan la prueba de leer un párrafo de una novela de acción, tipo "El código Da Vinci", o una larga descripción de "Madame Bovary". Van a ver que sus propios pulmones se van a acoplar al ritmo (a la "música" interna) que esos libros presentan en sus páginas.

Por lo tanto, cuando escribo un libro es la intensidad de esa respiración la que me señala el largo de los capítulos. Si la "música" del capítulo que escribo es agitada, de notas cortas pero poderosas, y se acerca a la hiperventilación, el capítulo lo hago corto. Es mi manera de ayudar al lector a hacer una pausa, a respirar hondo, a retomar las pulsaciones normales de su corazón. En cambio, si el capítulo es reposado, sin sobresaltos, y su "música" interna consta de largas y relajadas notas, puedo alargar el capítulo sin problema alguno porque sé que al lector no le faltará el aliento cuando lo lea.

Por eso para mí, escribir es como hacer música. Es ahí donde pongo toda la atención: a la música que las palabras que elijo van provocando la una al lado de la otra. Y esas palabras van generando frases que también cantan. Y esas frases, unidas las unas junto a las otras, hacen que el párrafo entero suene de una determinada manera. Y los párrafos van construyendo verdaderas canciones que se llaman capítulos. Ese es mi secreto: un capítulo de un libro es una canción, que tiene un comienzo, un medio y un fin. Y claro, hay canciones breves o canciones más largas.

Espero haberme hecho entender y no haberlos mareado en exceso con mi teoría. Ya saben que cualquier cosa, me pueden escribir. Trato siempre de estar conectado a con mis lectores. Si se meten a mi página web www.chascas.com podrán encontrar los links directos a mis diferentes redes sociales. ¡Que sea hasta la próxima!

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