El Making of de un Libro: Creando al asesino

En toda novela policial siempre hay un personaje que no es necesariamente el principal, pero que es clave, el más difícil de crear, y el más entretenido de escribir: el asesino.
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La definición de personaje principal es "dueño de la historia que se cuenta". Es decir, la historia se cuenta porque le ocurrió a alguien, y ese alguien es el personaje principal. Los hechos que sucedan, los sucesos que ocurran, los giros que acontezcan en la trama, todos, tendrán que sucederle en gran medida al personaje principal.

Sin embargo, en toda novela policial siempre hay un personaje que no es necesariamente el principal, pero que es clave, el más difícil de crear, y el más entretenido de escribir: el asesino.

Lo difícil de trabajar con un personaje asesino, es que nadie puede darse cuenta que él es el responsable de las muertes de la historia. Si el lector reconociera al criminal en las primeras páginas, el libro entero no tendría sentido ni valor alguno. El juego entre el escritor y el lector es, precisamente, saber enmascarar a nuestro asesino de tal manera que nunca dudemos de él hasta que en las últimas páginas el detective revele su verdadera condición. Si el autor del libro es hábil, se las ingeniará incluso para que el lector llegue a querer y apreciar al asesino, cosa que cuando se le caiga la máscara y vea su verdadero rostro de muerte, le duela aún más su traición y engaño.

Hay muchas teorías y consejos a la hora de inventar al personaje criminal de un libro policial. Yo, con el paso de los años, he ido estableciendo las mías. Y todas han surgido de la experiencia y de haber escrito ya varios libros policiales: "El caso de la actriz a la que nadie quería", "El caso del crucero llamado Neptuno", "El caso de la máscara de jade", "El caso el cerro Panteón". Ahora mismo, de hecho, estoy organizando mis anotaciones porque pronto debo comenzar la escritura de un nuevo libro policial, esta vez para niños, llamado "Pepito y la calle más aburrida del mundo".

Lo primero que todo escritor debe hacer, antes de sentarse a trabajar en una novela policial, es a planear el crimen principal. De hecho, el género necesita que haya más de un muerto por libro, para que así la trama avance. Pero siempre hay un crimen original, el más importante, el que pone en marcha la anécdota. Junto con idear ese crimen, surgen dos personajes claves: la víctima y el asesino. El crimen nunca puede revelarse al final como un suicidio. Tiene que haber sido perpetrado por alguien.

Mi consejo -y lo que yo hago a la hora de escribir- es hacer creer al lector que el asesino es efectivamente el asesino lo más temprano en la historia. De esa manera, nuestro detective demuestra que es inteligente ya que su primer sospechoso es, en efecto, el causante de la muerte de la víctima. Sin embargo, algo debe suceder en ese punto que desvíe la atención tanto del detective como del lector, y la sospecha recae en el siguiente sospechoso. De esa manera podemos echar mano a un sinfín de pistas falsas que nos hagan creer que nuestro asesino es totalmente inocente.

Eso es lo que en literatura se llama la "teoría del doble farol". Tenemos un personaje iluminado (el criminal) durante un tiempo de la trama. Pero como es a comienzos de la historia, la mente del lector dice: "No creo que este sea el culpable, porque si así fuera el resto del libro no tendría atractivo". Entonces uno apaga esa luz como si fuera un farol, y la enciende sobre otro personaje, uno inocente pero que haremos pasar como culpable.

En mi siguiente posteo, dentro de quince días, seguiré ahondando en este concepto. Ojalá les guste y, de ese modo, permanezcamos en contacto. ¡Hasta pronto!

José Ignacio "Chascas" Valenzuela
Twitter: @elchascas
Facebook: facebook.com/chascasvalenzuela
www.elchascas.com

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