El Making of de un Libro: 'Odiemos a la inspiración'

Siempre he odiado a la inspiración. Sí, sé que es un poco curioso que un escritor, que depende de ella, la odie y además se atreva a confesarlo. Sí. La odio. Con toda mi alma. Por varias razones. La primera, es porque ha creado una imagen falsa de lo que es un escritor.
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A designer stands thoughtfully before the drawing board, waiting for inspiration, 22nd October 1962. (Photo by Jamie Hodgson/Getty Images)
A designer stands thoughtfully before the drawing board, waiting for inspiration, 22nd October 1962. (Photo by Jamie Hodgson/Getty Images)

Siempre he odiado a la inspiración. Sí, sé que es un poco curioso que un escritor, que depende de ella, la odie y además se atreva a confesarlo. Sí. La odio. Con toda mi alma. Por varias razones. La primera, es porque ha creado una imagen falsa de lo que es un escritor.

La gente se imagina que estamos echados en una cama todo el día, mirando el techo con languidez, comiendo uvas y tomando vino, hasta que de pronto llega la inspiración, vestida de tules y con alas de encaje, a soplarnos al oído una idea. La gente cree que recién entonces nos levantamos de la cama, escribimos a manos tres líneas en un cuaderno, y ya. Terminada la labor del día.

Nada más ajeno a la realidad. Yo trabajo en promedio 12 horas al día, amarrado a mi silla frente al computador. No como uvas cuando estoy concentrado porque me da miedo atorarme con ellas, y mucho menos bebo vino porque luego de media copa ya no respondo por la claridad de mis neuronas, ni por la calidad de mis textos

La segunda razón por la que odio a la inspiración, es porque me parece la excusa perfecta para no escribir. "No, hoy no escribí porque no me llegó la inspiración". "Cuando me inspire, comienzo a escribir el cuento". Y así. Todas las excusas que oído, tienen que ver con esta musa caprichosa que llega en el momento menos pensado. ¡Y yo odio las excusas!

¿Cuál es la mejor manera, según yo, de lidiar con la inspiración? Fácil: no creer en ella. Así no tenemos que esperarla. Nos debe dar lo mismo si la inspiración existe o no. Si existe, bien por ella. Que se quede lejos, en su mundo de ideas no nacidas. Nosotros, que queremos y tenemos que producir, vamos a tomar el toro por las astas.

¿Y qué significa eso? Significa que hay que sentarse y escribir hasta que no podamos más. Significa que hay que obligarse a producir aunque no tengamos ganas de hacerlo. La literatura es un oficio que exige disciplina, rigor y, sobre todo, compromiso. No se puede escribir un libro "solo cuando se tengan ganas". Un libro se escribe con muchísimo sudor, con largas e infinitas horas frente al computador, con mucho trabajo que no siempre es inspirado ni satisfactorio.

He escrito como cinco veces el primer capítulo de mi novela. He hecho muchas veces al jefe de estación descubrir el baúl ensangrentado, en una esquina del andén de trenes, y hay algo que no me convence. Borro. Escribo un párrafo, y aprieto la tecla delete en mi teclado. Todavía no descubro qué es lo que me molesta del texto que estoy desarrollando, pero estoy seguro de algo: mientras más trabaje en él, más posibilidades tengo de mejorarlo y de encontrar el camino correcto para seguir inventando por ahí.

A veces el acto de escribir es doloroso, lento y frustrante. Lo he vivido en todos los proyectos literarios en los que me he enfrascado. Y lo estoy viviendo ahora. Algo me está impidiendo avanzar en mi novela policial. Hay algo que no me convence. Algo que me tiene incómodo. Pero esperar a la inspiración no va a solucionar nada. Lo mejor que puedo hacer es amarrarme, una vez más a mi silla y leer y releer lo escrito hasta que descubra, por fin, dónde estoy metiendo las patas.

¡Gracias por acompañarme una semana más!

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