Los locos de las Malvinas

En Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, un grupo de excombatientes de las Malvinas viven en carpas roñosas. Son mayoritariamente del interior de país. Chaqueños, jujeños, salteños, mendocinos, riojanos, santiagueños, tucumanos, neuquinos. Están allí para pedir reconocimiento al gobierno de turno.
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En Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, un grupo de excombatientes de las Malvinas viven en carpas roñosas. Son mayoritariamente del interior de país. Chaqueños, jujeños, salteños, mendocinos, riojanos, santiagueños, tucumanos, neuquinos. Están allí para pedir reconocimiento al gobierno de turno. No alcanzaron a combatir en las islas y por eso las políticas reparatorias no los cubren. Comparten mates, guitarrean, cuentan anécdotas. Están dispuestos a quedarse hasta morir, porque no tienen nada más que hacer en la vida.

En el mismo Buenos Aires, un veterano de la guerra de las Malvinas, vestido con su chaqueta de combate, desfila cada día desde General Paz hasta la Rotonda San Justo. De ida y vuelta. Las personas lo ven desde los colectivos o autos, y ya lo sienten como parte del paisaje urbano.

En Corrientes, otro veterano se adueñó de la Plaza 25 de Mayo. Siempre está sentado en un banco cercano a una glorieta. Parece esperar a alguien. Mira contínuamente su reloj y cada tanto escarba los basureros buscando granadas. Cuando estima que su plaza está siendo invadida, echa a gritos a los invasores, que suelen ser jubilados o enamorados.

En la Plaza Cruz de los Milagros, de la misma ciudad, otro veterano, con su uniforme completo, vocifera insultos contra los ingleses y los comandantes argentinos. Anda con un palo y da manotazos al aire. A veces improvisa cantos de protesta.

En la Peatonal Junín, un viejo combatiente vestido de militar, con abundantes condecoraciones, predica el evangelio en tono marcial.

Son algunos de los veteranos sobrevivientes de la guerra, los que el 82 eran casi niños. A las 649 víctimas del conflicto se han sumado más de 500 suicidios.

Todos sufren pesadillas. Apenas cierran los ojos, la guerra vuelve a sus vidas. Sus familias los han abandonado por locos, porque la guerra los cambió. Ya no son los mismos. No pueden. Están medio muertos. No hay lugar para ellos.

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