Círculo de estudios

E n unmiamense franquearon los años con el estilo apasionado de unas gentes que viven como si fuera el último día. Se cuestionaron hitos de la historia mientras las botellas vacías de cerveza se amontonaban en un rincón.
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File photo dated 12/10/11 of a general view of students wearing Mortar Boards and Gowns after graduating as higher tuition fees and lack of money are likely to put more UK graduates off continuing their studies, contributing to a shortage of highly skilled workers, a major report warns.
File photo dated 12/10/11 of a general view of students wearing Mortar Boards and Gowns after graduating as higher tuition fees and lack of money are likely to put more UK graduates off continuing their studies, contributing to a shortage of highly skilled workers, a major report warns.

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En un barbecue miamense franquearon los años con el estilo apasionado de unas gentes que viven como si fuera el último día. Se cuestionaron hitos de la historia mientras las botellas vacías de cerveza se amontonaban en un rincón.

Se dibujó el pasado en un tablero libre de impuestos sobre el que "los muchachos" iban moviendo las fichas a tropezones y bromeando, como es usual.

La esencia de aquellos encantadores tiempos se mantenía viva, mejorada por un espacio de reflexión que no era posible antes por culpa de los 'encabronamientos'. Sin embargo, la pasión continuaba en un sujeto acalorado que se empinaba en su banqueta sin pedir la palabra, copa en mano, a veces en medio del círculo, sin desprenderse de la chaqueta de cuero en estos octubres templados del sur de la Florida.

Estaba otro sujeto docto, echado hacia atrás, fumando un puro que quemaba caprichosamente lento para compensar las prisas o para equilibrar ese desasosiego que llevaban dentro a pesar de los años, porque "los muchachos" habían madurado algunas cosas y otras no.

El sujeto docto tenía la facultad de transmitir lo que los otros sabían pero no eran capaces de organizar en un simple sintagma. Estaban marcados por la necesidad de recuperar el tiempo pero no tenían herramientas para apaciguar cierto compás de espera. Al menos en apariencias, el sujeto docto estaba equipado de un punto más bajo de decibelios y uno más bajo de desesperación.
El patio de madera era de medianas dimensiones; tenía los metros cuadrados perfectos para soportar, antes de que amaneciera, una revisión antropológica del pueblo en que vivieron.

"Las muchachas" servían con gusto a "los muchachos" para aderezar un poco esa conversación densa que exigía que nadie se moviera de allí, sobre todo los oradores principales.

La discusión parecía un arreglo de piezas rotas que en su momento se dieron por perdidas pero con el tiempo, en el exilio, encajaron perfectamente en tableros de ese tipo, cuando el trabajo estuvo hecho entre semana, los niños creciendo bien y la casa con el césped cortado.

En Miami, de noche, año 2012, canosos todos, existía una vigilia entre las manos, chequeando los teléfonos móviles como quien no quiere las cosas. Alguien dijo que Fidel Castro había muerto, pero no estaba confirmado.

La vida, esa noche, como muchas otras veces, se detuvo. Al menos tuvieron la suerte de mirar el pasado con distancia, aun cuando una muerte no hubiera devuelto nada importante en ese lugar donde estaban.

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