De los intercambios públicos entre Obama y Raúl algo se ha hecho evidente: el presidente cubano ha actuado con cierta independencia de su hermano y predecesor Fidel, al exculpar al presidente estadounidense de toda responsabilidad por el embargo a Cuba e incluso pedir a la comunidad de países latinoamericanos ayudar a Obama a levantar las restricciones económicas a la isla. El gesto no es poca cosa si consideramos que el máximo líder de la revolución había declarado su desconfianza hacia el cambio de política de Estados Unidos hacia Cuba, lo cual puede entenderse como un sabotaje al actual acercamiento entre ambas naciones.
Deslindando entre Obama y la mecánica institucional de su país con respecto a la isla, Raúl ha matizado el protocolo de las relaciones en el lado cubano y ha ofrecido el beneficio de la duda a la administración estadounidense, algo inédito en la historia del diferendo en la cual el gobierno del norte siempre ha sido representado de forma monolítica contra Cuba. Raúl correspondió la petición de Obama al congreso para el levantamiento del embargo con un gesto de valentía que debe ser subrayado en toda su dimensión y que sin dudas calza la buena voluntad en las negociaciones. La puerta ha quedado abierta para una visita de Obama a Cuba y otra de Raúl a Washington.
Mientras, el espectáculo de los enfrentamientos entre los disidentes y opositores con los representantes de las organizaciones sociales oficiales a la Cumbre en Panamá han dejado mucho que desear con respecto a una posible mesa de diálogo a corto plazo. Los observadores de la política cubana no damos crédito a la manera en que la oposición en la isla está gestionando el nuevo escenario, tratando de revertirlo en vez de buscar formas de integrarse a él, si no directamente -las leyes cubanas hasta este momento no lo permiten- al menos moralmente, en tanto la flexibilización de las medidas económicas de Estados Unidos ya están impactando de manera positiva la vida diaria de muchos cubanos.
Ha llegado el momento de pensar en el futuro, no ya de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, sino de la isla que emergerá de la nueva situación y que en algún momento desembocará en una profunda transformación de las relaciones políticas y sociales. Cuba ya ha sido eliminada de la lista de países que apoyan el terrorismo y algunas voces aseguran que el embargo tiene los días contados, incluso con el dominio republicano del actual congreso. ¿Qué sucederá entonces? La retórica de confrontación no podrá controlar las aguas de una relación normal con el viejo enemigo y un nuevo tiempo donde la convivencia y el derecho a la diferencia tendrá que imponerse de una vez y por todas.