La diferencia entre un robot y un ser humano siempre será la educación y la sensibilidad. La idea de que el único objetivo de la educación es suplir la demanda laboral del mercado es una peligrosa falacia que debe atajarse a tiempo. De las veinticuatro horas del día pasamos sólo ocho trabajando para poner un plato de comida en la mesa ¿qué pasa con el resto del tiempo? Sin una educación capaz de discernir y escoger lo que necesitamos para enriquecer nuestras almas perdemos humanidad.
Las familias tiene la responsabilidad en informar a sus hijos de que además de pensar (e invertir) en obtener un título y construir una carrera profesional que les permita disfrutar de los beneficios de una casa, un auto y una merecidas vacaciones, también deben pensar en cómo mantener la curiosidad y una mente abierta a otros aspectos de la vida como las artes, la lectura, los viajes y la búsqueda de nuevos conocimientos. Es la práctica sistemática de estas habilidades la que ayuda a la movilidad social y el disfrute pleno de la experiencia humana.
Ninguna civilización conocida ha sido exitosa sin el fomento de las artes y el pensamiento entre su población, de las culturas precolombinas al renacimiento, pasado por los persas, la India, China y el Medio Oriente antiguos hasta el mundo contemporáneo, las culturas se han construido sobre la base de la educación sentimental y aunque estas no han sido siempre ni son justas ni perfectas, sus ideas han ayudado a la evolución social y el perfeccionamiento democrático del concepto de existencia plena que una parte de la población disfruta en la actualidad.
Personalmente no confío en un líder, institución, programa o ideología que sólo promueva un entrenamiento laboral sin prestar atención al pensamiento crítico, las artes y las humanidades, en otras palabras una educación integral que incluya además de cómo reparar una computadora o construir un aparato tecnológico cómo interpretar un poema o una obra de arte. Lo primero nos hace diestros y lo segundo creativos; no hay que escoger una cosa sobre la otra, ambas pueden realizarse sin contradicción.
Es importante que inculquemos en nuestras comunidades, de la escuela al círculo de amistades, los beneficios de un entretenimiento inteligente: visitar los museos, usar las bibliotecas públicas, apoyar los proyectos culturales locales y contribuir financieramente al desarrollo de estos en el barrio, pueblos y ciudades donde vivimos. Estos sitios y acciones conscientes también aseguran la salud psicológica de nuestras comunidades, ofreciéndoles espacios de socialización a sus miembros y garantizando la convivencia de forma creativa.
Conversación callejera sobre el arte, Boulevar Florida, Buenos Aires