¿Quién se empoderará en Cuba con el cambio de política?

No hay que ilusionarse con que el cambio de política solucionará los problemas de un país devastado por la cultura de la sobrevivencia.
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Cuba's President Raul Castro, front, smiles during a twice-annual legislative session at the National Assembly in Havana, Cuba, Friday, Dec. 19, 2014. After the Wednesday announcement that the U.S. and Cuba would resume diplomatic relations for the first time since 1961, Castro said he still wants an end to the trade embargo that has choked off commerce to the island and has kept generations of Americans from being able to visit. At right is Vice President Miguel Diaz Canel. (AP Photo/Ismael Francisco, Cubadebate)
Cuba's President Raul Castro, front, smiles during a twice-annual legislative session at the National Assembly in Havana, Cuba, Friday, Dec. 19, 2014. After the Wednesday announcement that the U.S. and Cuba would resume diplomatic relations for the first time since 1961, Castro said he still wants an end to the trade embargo that has choked off commerce to the island and has kept generations of Americans from being able to visit. At right is Vice President Miguel Diaz Canel. (AP Photo/Ismael Francisco, Cubadebate)

El restablecimiento de relaciones diplomáticas con La Habana y la flexibilización que seguirá en todos los campos abre una nueva era en el diferendo entre ambos países que, no debemos olvidar, continuará mientras el embargo no sea levantado completamente. Las medidas recientes, como se dice, le han dado agua al dominó y se presentan como una oportunidad única para que la isla comience su integración al siglo XXI.

En este contexto es válido preguntarse quién se beneficiará en Cuba de estos cambios. Personalmente no creo que en este momento la ciudadanía en su conjunto. Las actuales reformas económicas impulsadas por Raúl Castro, aunque en la dirección correcta, todavía no implican la participación de la mayoría de los cubanos ni la incorporación de los cubanoamericanos. Los protocolos de inversión extranjera son dudosos desde el punto de vista legal y la infraestructura del país no aguanta la inyección masiva de capitales. Ni hablar de garantías constitucionales ni elecciones democráticas abiertas a otras tendencias ideológicas.

No hay que ilusionarse con que el cambio de política solucionará los problemas de un país devastado por la cultura de la sobrevivencia. Los acuerdos pondrán una tenaza en la capacidad de acción de la nueva embajada en La Habana que para ser confirmada tendrá que renunciar a apoyar a los movimientos de oposición como mismo lo hacen otras delegaciones como las de Canadá o España. Lo más seguro es que las facilidades que otorgue el comercio con Estados Unidos sean monopolizadas por la burocrática estatal como mismo sucedió en Europa del Este y se imponga un toque de queda en el debate sobre el futuro político de la isla.

No obstante, y a pesar de lo anterior, el nuevo escenario también abre espacios para que la población reclame el protagonismo cívico que la existencia del embargo le ha coaptado por cincuenta años. Al final de su intervención Raúl Castro hizo una curiosa invocación al arte de la convivencia a la que deberíamos prestarle atención. Si se refería a la convivencia con Estados Unidos, los hechos actuales son evidentes y no necesitan mayores explicaciones, pero si se refería a la convivencia entre cubanos, entonces debemos interpretarlo como un rayo de esperanza y como un signo de que el diálogo político es también posible al interior de la isla. Esperemos que así sea.

En Twitter, @jjambrina.

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