Pensar es servir

La frase del título es del patriota cubano José Martí (1853-1895), quien pasó la mayor parte de su vida desterrado en España o exiliado en varios países latinoamericanos y quien vivió en Nueva York sus últimos quince años, donde además produjo la mayor parte de su obra literaria y política.
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La frase del título es del patriota cubano José Martí (1853-1895), quien pasó la mayor parte de su vida desterrado en España o exiliado en varios países latinoamericanos y quien vivió en Nueva York sus últimos quince años, donde además produjo la mayor parte de su obra literaria y política. Martí es venerado por la gran mayoría de los cubanos alrededor del mundo, siendo, tal vez, la única figura intelectual de la isla cuyo ideario define y libera la identidad nacional de todo dogmatismo ideológico. Es por ello que ambos lados del diferendo cubano reclaman su tutela y lo invocan en sus esfuerzos por un futuro mejor para Cuba.

Como toda obra extensa y diversa, la de Martí no puede ser reducida a un discurso, poema o ensayo; puede decirse que abarcó casi todos los temas de su época, fue periodista, traductor y organizador social. Escribió para niños, viajó por dos continentes y fue diplomático en Washington de varias naciones latinoamericanas. Sin embargo, la obra de Martí está atravesada por una vocación que puede decirse tuvo en él a uno de sus representantes más altos en la historia del continente: la vocación de servir a los pobres y más necesitados. Lo dio todo por esa vocación, incluida su propia vida.

El concepto de servicio en el llamado apóstol o héroe nacional cubano está íntimamente relacionado con la necesidad de la independencia política, pero no empieza ahí, sino en una apreciación profunda de la condición humana. No podemos valorar el aspecto revolucionario de Martí sin preguntar por la raíz de ese deseo de transformación social que lo motivó a lo largo de su existencia y que lo llevó a crear belleza artística y política en cada acto que realizó desde el momento en que tomó consciencia de su lugar en el mundo. El ejemplo de Martí sigue siendo vigente hoy en muchas direcciones, pero con frecuencia se olvida el valor central de servir a los otros, en particular en el campo del pensamiento.

Cuando hablamos de servicio a la comunidad hoy, lo hacemos sobre la base de la solución de los problemas ya existentes sin preguntar la mayoría de las veces por la causa de los mismos. Pensar sobre estas últimas y prevenir sus efectos es una manera más eficiente de practicar ese servicio. Es importante ayudar a los pobres, pero es más humano eliminar la pobreza. Es imprescindible curar enfermedades, pero sería más útil crear consciencia sobre ellas y trabajar en su prevención. Es necesario educar, pero hay que definir para quién, para qué y en qué condiciones históricas. Sin una premisa humanista y abarcadora del servicio a la comunidad, los esfuerzos funcionan sólo como paliativos de los problemas y no como verdadera solución de estos.

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