El mundo (im)perfecto de Julian Assange

Assange olvida que en nombre de la revolución y de la contrarrevolución en Latinoamérica se han igualmente limitado y hasta eliminado en algunos casos esos mismos derechos que él ve como símbolos del nuevo mundo.
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En una reciente entrevista Julián Assange elogia la posición de los gobiernos latinoamericanos con respecto a los activistas cívicos globales, de los cuales él es uno de los más conocidos, y considera que la región está a la cabeza de la independencia, por lo menos política, de Estados Unidos.

julian assange

A la pregunta de qué ve él en Latino América que los propios latinoamericanos no perciben responde:

Yo puedo comparar las diferencias porque yo estoy fuera de Latinoamérica. Hay problemas, pero también hay un progreso muy significativo. Hay una ganancia de independencia frente al poder de Estados Unidos en Latinoamérica, una libertad que hace años hubiera sido imposible de pensar y que estaba silenciada en un país como Ecuador. La habilidad política de Ecuador proviene de la solidaridad latinoamericana y del incremento de su independencia.

Como muchos liberales y militantes de izquierda occidentales, Assange, quien sin dudas prestó un servicio importante a la comunidad global dando a conocer los abusos e irregularidades en la guerra de Irak, entre otras informaciones de interés internacional, parece considerar que oponerse a Estados Unidos es el único signo importante en la lucha política hoy.

En otra parte de su entrevista reconoce que los símbolos de los valores del nuevo mundo son la democracia real, la transparencia y la privacidad, tres valores fuertemente atacados en la experiencia histórica latinoamericana pasada y presente.

Assange olvida que en nombre de la revolución y de la contrarrevolución en Latinoamérica se han igualmente limitado y hasta eliminado en algunos casos esos mismos derechos que él ve como símbolos del nuevo mundo. Y es que, en rigor, ninguna definición de democracia, como la conocemos hasta hoy, ha excluido nunca la represión de la diferencia ideológica que no responda a los parámetros de la llegada al poder de los movimientos de un bando u otro. Y esa es la lógica que debe cambiar.

Es cierto que Latino América, sin cambiar su sistema económico - excepto Cuba-, ha logrado en los últimos años un grado considerable de autonomía con respecto a Estados Unidos, autonomía impulsada, en parte, por el arribo de gobiernos de mayor responsabilidad hacia sus poblaciones nacionales y además por el crecimiento financiero de China, la India y el propio Brasil. Pero en términos de estímulo e integración de los valores de la democracia real, transparencia y la privacidad y su relevancia en la calidad de vida de los individuos, la región tiene mucho que hacer todavía.

Tanto en países como México, Colombia y Chile como en otros como Cuba, Venezuela y el mismo Ecuador el sistema democrático es duramente cuestionado, la falta de transparencia gubernamental es proverbial y la privacidad se ve amenazada, no sólo a través de las nuevas tecnologías, a veces de su carencia como es el caso de la isla, sino mediante organizaciones partidistas, guerrillas populistas y grupos paramilitares en control de sectores sociales, y regiones completas.

Con todo, es cierto que Latino América mira con fijeza a la democracia y hay indicadores de que sus clases vivas la han escogido a largo plazo sobre otros modelos más cerrados, sin embargo, estamos muy lejos de cantar victoria y mucho menos de darla por conquistada.

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