De mojitos y daiquirís
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Osvaldo Hernandez unfurls a Cuban flag as he and others protest against the opening of the U.S. embassy in Havana, during a demonstration in the Little Havana neighborhood, Friday, Aug. 14, 2015, in Miami. (AP Photo/Wilfredo Lee)
Osvaldo Hernandez unfurls a Cuban flag as he and others protest against the opening of the U.S. embassy in Havana, during a demonstration in the Little Havana neighborhood, Friday, Aug. 14, 2015, in Miami. (AP Photo/Wilfredo Lee)

Desde que el pasado 17 de Diciembre Estados Unidos y Cuba anunciaran el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas los debates y controversias no han parado a ambos lados del Estrecho de la Florida y en diversos niveles de aprobación y rechazo. Como era de esperarse, unos y otros, de acuerdo a sus experiencias e historias personales se atrincheraron en sus opiniones y entraron al ruedo como a una valla de gallos en la que, sin embargo, estaban condenados a perder.

Sabemos que Cuba continuará esgrimiendo, con razón en algunos casos y por pura estrategia política en otros, la eliminación del embargo, la devolución de la base naval de Guantánamo y una indemnización por los daños del bloqueo - como se le llama oficialmente en la isla al embargo. Y por supuesto que le asiste el derecho a hacerlo, pero, en rigor, con la apertura de las embajadas el diferendo entre los dos países queda en buena parte sepultado.

La Habana y Washington están de acuerdo en eliminar las restricciones económicas hacia Cuba, premisa del diferendo, y son cada vez más las voces que lo piden en el Congreso, que sería donde deberían tomarse las medidas para hacerlo. Las flexibilizaciones que empezaron desde la era Clinton con la venta de alimentos y medicinas directamente usando la isla efectivo para pagar han probado que Cuba podría convertirse en buen negocio para los agricultores estadounidenses, las compañías de turismo del sur de la Florida, los bancos, las industrias culturales y, sin dudas, las aerolíneas locales.

Es cierto que el tema de los derechos humanos es una nube de tormenta en este paisaje casi bucólico, pero también lo es una inmigración masiva hacia las costas de la Florida si la situación económica en Cuba continua deteriorándose y estallase el soterrado conflicto social que ya existe. En otras palabras, se dan las condiciones perfectas para que los dos países se tapen los oídos, se concentren en los reportes de inteligencia y voten por desarrollar el escenario del diálogo.

Pero si el actual gobierno cubano gana tiempo con el cambio de política, Estados Unidos, por su parte, lanza a la región el mensaje de que está preparado parar resolver sus diferencias con Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua de la misma forma en que lo ha hecho con Cuba, "símbolo de la resistencia antiimperialista". Todos estos países mantienen relaciones comerciales con su vecino del norte, donde sólo las remesas mueve billones de dólares anualmente. Si Hillary Clinton gana las próximas elecciones, lo cual no es descabellado pensar, tenemos razones para avizorar una expansión de las relaciones hemisféricas con Cuba jugando un papel principal en el nuevo escenario.

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