Los latinos no somos una raza, una ideología o una filiación regional, sino una manera de ver, sentir y pensar el mundo en función de nuestras experiencias históricas y culturales. Venimos de lejos y esa lejanía nos hace diversos desde una raíz que se expande o contrae de acuerdo al presente que nos toca vivir.
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Dieciocho millones de latinos marcaron Otro en el censo del 2010. Yo fui uno de ellos y también lo he hecho varias veces dependiendo de quién pide el dato. Nunca he entendido la obsesión estadounidense con las estadísticas, otorgándoles status de verdad absoluta. Mucho menos las estadísticas en los temas étnicos, llegando en el caso de los latinoamericanos a lo risible pues nada es más confuso, arbitrario y sinuoso que los temas raciales entre los hispanos/latinos. La mezcla profunda nos viene por todas partes, antes y después de la llegada de los españoles y portugueses, mezclados estos últimos por siglos en la cuenca mediterránea, costumbre que trajeron a las Américas.

No significa esto, sin embargo, que los estereotipos y prejuicios raciales no se hayan asentado en estas tierras, sobre todo a partir del siglo XIX cuando el Conde de Gobineau se inventó las razas para conservar algo de los privilegios aristocráticos arrebatados por la clase burguesa francesa, entonces revolucionaria. Pero incluso entonces la mezcla no dejo de definir la imaginación criolla y los estados nacionales de este lado del Atlántico nacieron en buena medida reconociendo la diversidad cultural, aunque no siempre en igualdad de condiciones. Para entonces el mestizaje ya estaba en la sangre hispanoamericana desde los años de Hernán Cortés en la conquista de México.

Quizá sea hora de que, por fin, dejemos de pensar en términos de colores y como pedía Martin Luther King valoremos a los individuos por el contenido de su carácter y no por el color o el tono de la piel. Ser cubanoamericano no me hace necesariamente estar de acuerdo con personas de mi misma tradición - Marcos Rubio, por ejemplo. Nada más alejado de mi filosofía de vida y de relaciones que las propuestas del senador. Tampoco por ser latino me gustan los tacos o los burritos. Los latinos no somos una raza, una ideología o una filiación regional, sino una manera de ver, sentir y pensar el mundo en función de nuestras experiencias históricas y culturales. Venimos de lejos y esa lejanía nos hace diversos desde una raíz que se expande o contrae de acuerdo al presente que nos toca vivir.

El escritor cubano Alejo Carpentier (1904-1980) habla sobre el mestizaje

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