Las tareas de un hombre de bien

Los tres presidentes perdieron la oportunidad de llamar con más fuerza por una reforma de inmigración, el único tema que hoy podría ser equiparado con las intenciones de Martin Luther King Jr.
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Los asuntos recurrentes en los discursos del presidente y de los ex-presidentes durante la ceremonia por la celebración del 50 aniversario del discurso "Tengo un sueño" de Martin Luther King Jr el miércoles pasado en Washington fueron: los avances en la convivencia étnica a pesar de los momentos negativos, los atentados al derecho al voto, certificados por la Corte Suprema, la importancia de la reforma de salud y la necesidad de priorizar la educación entre las comunidades afroamericanas y los latinos.

Carter recordó que la mejor manera de homenajear a King es actuando en función de los principios que el pastor defendió y reconoció el apoyo que recibió de la familia King en su propia vida política. Clinton por su parte exhortó a no continuar quejándose por los problemas y actuar, especialmente frente a los retos a la democracia: "No puede ser que en la mayor democracia del mundo sea más fácil comprar armas que votar"- dijo. Obama, por su parte, recordó que la desigualdad se manifiesta hoy, sobretodo, en el campo económico y que es en esa área donde hay que marchar más.

Fue obvio que la nube de otra guerra flotaba en el aire de la ceremonia y aunque se evitó el tema como se debía fue imposible no escuchar, especialmente al presidente, sin imaginar lo que en estos momentos puede estar cruzando la mente de un hombre con un premio Nobel de la Paz en sus espaldas y homenajeando a una figura para quien la paz, junto a la justicia, fue el centro de su prédica. Pero el mensaje que los dignatarios presentaron estuvo a la altura de un recordatorio de tal magnitud e indicó el camino para aquellos a quienes les interesan unos Estados Unidos socialmente responsables, donde se practique la igualdad.

No obstante, debo decir, los tres perdieron la oportunidad de llamar con más fuerza por una reforma de inmigración, el único tema que hoy podría ser equiparado con las intenciones de Martin Luther King Jr en su momento pues, así como los derechos civiles definieron el alma de la nación en 1963, hoy es la decisión sobre la reforma de inmigración la que de ilustra el sueño de once millones de personas esperando por su aceptación dentro de la legalidad; una aceptación ganada y pagada con trabajo en la primera economía global. Fuera de las sugerencias y menciones a la inmigración en general, no escuchamos un paralelo moral entre los derechos civiles y la reforma de inmigración.

No hay dudas de que en cincuenta años este país ha avanzado en un tema hipersensible como las relaciones entre razas y culturas y que, la historia reciente lo demuestra, se encuentra en plena evolución, sin embargo, la política no debiera interferir en el principio ético de documentar la realidad de un fenómeno como la reforma de inmigración, tan cara a los valores y la historia de la democracia estadounidense. Ojalá ese silencio haya sido sólo estratégico y que Carter, Clinton y Obama, a su manera, den el impulso final a una tarea con la que todo hombre de bien debe estar en deuda.

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