La teoría del rompecabezas

No puede esperarse, sin embargo, que un país al cual la primera potencial mundial le aplica un embargo económico desde hace más de cincuenta años se integre en el sistema global como lo han hecho China y Viet Nam.
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In this Oct. 15, 2014 photo, tourists ride in a classic American car on the Malecon in Havana, Cuba. Those lucky enough to have a pre-revolutionary car can earn money legally by ferrying tourists _ or Cubans celebrating weddings _ along Havanas waterfront Malecon boulevard. (AP Photo/Franklin Reyes)
In this Oct. 15, 2014 photo, tourists ride in a classic American car on the Malecon in Havana, Cuba. Those lucky enough to have a pre-revolutionary car can earn money legally by ferrying tourists _ or Cubans celebrating weddings _ along Havanas waterfront Malecon boulevard. (AP Photo/Franklin Reyes)

En una intervención reciente en el programa de Oscar Haza, de la televisión de Miami, el empresario cubanoamericano Carlos Saladrigas, director del Grupo de Estudios Cubanos, esbozó una idea que merece atención: las necesidades de la población de la isla forman un rompecabezas cuya solución no puede esperar a que algo trascendental suceda en el país. Es vital ir trabajando en lo que se pueda y en las condiciones que se pueda para aliviar la situación y preparar el camino de la inevitable transición hacia una economía más abierta y estable.

Esta posición es novedosa. En el debate sobre Cuba, ciertamente en muchos de los pronunciamientos opositores y disidentes, con los que concuerda la posición oficial de Estados Unidos, predomina el concepto de que cualquier cambio sustancial pasa por la no existencia de la actual dirigencia como si esto por sí mismo reconciliara los proyectos de nación y resolviera todos los problemas actuales.

Tal perspectiva, que podría catalogarse de supersticiosa, parte de la personalización exagerada de la situación cubana y desconoce la evolución de conflictos semejantes en otras partes.

La posición de Saladrigas refocaliza la discusión poniendo a las necesidades de la gente en el centro de la conversación y otorgando al actual gobierno la relatividad histórica que cualquier gobierno de cualquier país pueda tener.

Este es un argumento que debiéramos considerar cuidadosamente. Cuba no son sus dirigentes ni es esa nube de macro ideales con que la pinta el discurso -ortodoxo, dominante- de la revolución; Cuba es la cotidianidad de su gente y todo deseo de mejoría tiene su raíz en esa inmediatez, no en la presencia de una u otra figura histórica.

En la misma intervención televisiva, Saladrigas, frente a la opinión de que en Cuba no ha habido cambios en los últimos ocho años, nota también un aspecto importante: la oposición, lejos de mantener las posturas de no reconocer estos cambios, debería considerar anotárselo pues se trata de reclamos que por años líderes opositores y disidentes pidieron a las autoridades.

La lista es larga, pero podría resumirse en dos muy importantes: el derecho a viajar y el derecho a la pequeña empresa. Otra cosa son los límites a esos derechos, pero en rigor, ambos derechos se ejercen hoy en la isla.

No puede esperarse, sin embargo, que un país al cual la primera potencial mundial le aplica un embargo económico desde hace más de cincuenta años se integre en el sistema global como lo han hecho China y Viet Nam, países también comunistas, pero con los que Estados Unidos mantiene amplias relaciones comerciales.

Si bien Saladrigas no menciona este detalle; sí es importante que anote porque forma parte del sustrato político del alcance y sobrevivencia de los posibles cambios que el gobierno cubano pueda implementar en los años venideros. Mientras el embargo persista, igual persistirá la fragilidad de las reformas y el éxito de las mismas.

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