La papa caliente de los derechos humanos

No puede decirse, por otra parte, que Cuba haya respondido con la misma intensidad en la legalización de las organizaciones opositoras, lo cual abriría la puerta para la participación política de las mismas dentro del sistema de la isla.
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Tanto Cuba como Estados Unidos ya han expresado las premisas generales sobre las que basarán sus conversaciones sobre el tema de los derechos humanos en la próxima ronda de conversaciones, algo que el país caribeño ha solicitado y que ha sido aceptado por su contraparte. Sin dudas, una buena señal de que el establecimiento de relaciones va en serio y de que veremos importantes resultados de continuar en esta dirección. ¿Qué sería lo nuevo en este campo entre ambos países, cuyo antagonismo es notorio en los últimos cincuenta y cinco años?

Debe reconocerse que, específicamente en el área de los derechos económicos, la administración estadounidense dio un paso de gigante el pasado 17 de diciembre al estimular y flexibilizar los contactos comerciales, junto a la petición del presidente de levantar el embargo a la isla, hecha en el más reciente discurso a la nación. No puede decirse, por otra parte, que Cuba haya respondido con la misma intensidad en la legalización de las organizaciones opositoras, lo cual abriría la puerta para la participación política de las mismas dentro del sistema de la isla.

Por años el gobierno cubano ha afirmado que la rectificación de su política de derechos humanos estaba condicionada al cambio de actitud de Estados Unidos, lo cual es perfectamente comprensible y de ahí el éxito oficial en su llamado a la no intervención de la comunidad internacional en el asunto, a pesar de los continuos abusos contra los disidentes y opositores. Cuba tendrá que encontrar una manera de llevar las voces discordantes al seno de sus instituciones políticas, entiéndase la Asamblea del Poder Popular (o Parlamento). No puede haber perfeccionamiento de ningún sistema sin la crítica directa y abierta de la ciudadanía, principio fundamental de los derechos humanos.

Mientras esto último ocurre, los dos países pueden expandir formas de colaboración como la practicada en África en la lucha contra el ébola. Cuba tiene experiencia en este tipo de asistencia en países y lugares donde las acciones de los gobiernos históricamente han llegado poco, especialmente en América Latina. Una colaboración sostenida en esta dirección podría también allanar el camino en las relaciones del norte con algunos de sus vecinos del sur y mejorar el ambiente político hemisférico. Estados Unidos tiene mucho más que ganar que perder en todas las áreas al apoyar el desarrollo de la región y alejarse del modelo intervencionista erróneamente aplicado a Venezuela hace unas semanas.

Si Cuba y Estados Unidos logran reestructurar sus relaciones en cuanto a los derechos humanos puede decirse que se produciría un cambio sustancial de paradigma en la región que podría afectar positivamete el desenvolvimiento democrático de esta última con vistas al siglo XXI.

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