La Cuba de hoy y los afrocubanos

El premio mediático de los recientes cambios en la estructura política cubana se lo llevó el nombramiento de Miguel Díaz Canel como vicepresidente primero del país; sin embargo, el giro históricamente impactante fue la elección de Esteban Lazo como presidente del Parlamento.
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El premio mediático de los recientes cambios en la estructura política cubana se lo llevó el nombramiento de Miguel Díaz Canel como vicepresidente primero del país; sin embargo, el giro históricamente impactante fue la elección de Esteban Lazo como presidente del Parlamento. Por primera vez un afro descendiente ocupa esa posición en la isla, especialmente en la época revolucionaria, donde el protagonismo político de este segmento de la población se ha visto limitado por los prejuicios de la generación histórica.

Si pensamos que bajo las nuevas disposiciones cada cargo oficial puede mantenerse por dos términos de cinco años cada uno y que el propio Raúl Castro confirmó su retiro en el 2018, es evidente que Lazo será el presidente del cuerpo legislativo de la nación en un momento en que -¿quién lo duda?- importantes transformaciones se llevarán a cabo en todos los órdenes de la sociedad. La jugada ha sido maestra y sus efectos marcarán la Cuba post Castro.

Desde sus comienzos, como regla general, la política social de la revolución se manifestó ambigua en términos de acceso al poder institucional de mujeres, afrocubanos y homosexuales. El impulso patriarcal de la dirigencia no fue un secreto para nadie y en cierto sentido se negoció a favor de beneficios y servicios sociales reducidos, negados o prohibidos antes de 1959. Pero a partir de los años ochenta y hasta hoy los reclamos de estos grupos se han incrementado, entre ellos, una mayor participación de la comunidad afrocubana, cuya presencia es a todas luces mayoritaria en la isla, a pesar de que las metodologías de investigación propician el enmascaramiento de la raza, literalmente blanqueando a la población.

Esto último ha sido señalado recientemente por Roberto Zurbano, director del Fondo Editorial de la Casa de las Américas y vicepresidente de la Asociación de Escritores de la oficialista UNEAC, en un artículo en el New York Times: "La población negra en Cuba es mucho mayor que la reflejada en los números de los censos recientes. El número de negros en las calles socava, de la forma más obvia, el fraude numérico que nos sitúa en menos de una quinta parte de la población". Zurbano, además, subrayó la creciente desigualdad económica entre blancos y negros en el actual proceso de reformas y cómo estos últimos están "insuficientemente representados en universidades y en las esferas de poder económico y político, y sobrerrepresentada en la economía sumergida, el ámbito penal y los barrios marginales".

Sin tratar de disminuir la importancia de los señalamientos de Zurbano, ha de notarse también que los avances de la comunidad afrocubana en términos educativos, deportivos, artísticos y profesionales continúan siendo notables si los comparamos con la situación en otros países latinoamericanos, donde esta sigue siendo una parte de la población ninguneada por las élites locales y mantenida en el último lugar de la lista de sus prioridades políticas y sociales.

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