Con este título los directores Carmen Oquendo-Villar y José Correa-Vigier han dado vida a la historia de José Quiñones, gay/trans y curandero puertorriqueño dedicado a embellecer los cuerpos de sus amistades y vecinos. La cámara penetra en la intimidad de un mundo regido por el deseo de conquistar a los otros, no sólo en términos amorosos - Kelly y Maybelline-, sino afectivos - el propio Quiñones, quien busca reconciliarse con sus familiares.
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Con este título los directores Carmen Oquendo-Villar y José Correa-Vigier han dado vida a la historia de José Quiñones, gay/trans y curandero puertorriqueño dedicado a embellecer los cuerpos de sus amistades y vecinos. La cámara penetra en la intimidad de un mundo regido por el deseo de conquistar a los otros, no sólo en términos amorosos - Kelly y Maybelline-, sino afectivos - el propio Quiñones, quien busca reconciliarse con sus familiares.

La ansiedad por el cuerpo perfecto describe además la carencia de diálogo que los clientes padecen consigo mismo y con el territorio donde viven: "Todos los que van a mi casa, homosexuales, heterosexuales, transexuales, terminan adictos a mis productos y a mí, porque van a hablar" - dice el entrevistado en algún momento. Su residencia es confesionario, centro comunitario, clínica, y hasta un poco zoológico. Quiñones se ha rodeado en el centro de la ciudad de animales que le devuelven la seguridad del hogar en el campo: gallinas, perros, gatos, pájaros, gansos y tortugas pululan en los techos, pasillos y habitaciones de la casa, derrochando ingenuidad e ilusión de armonía.

Carmen y José han logrado un film lejos del típico glamour almodovariano, la teatralidad grotesca de Arturo Ripstein en El lugar sin límites (1978) o la crítica a la homofobia revolucionaria de T. Gutiérrez Alea y J.C. Tabío en Fresa y Chocolate (1994). En tanto documentalistas, estos dos jóvenes directores latinos bucean en los entresijos de la raza, la clase social, las sexualidades y la historia de Santurce, barrio de San Juan, atrapado entre la modernidad y el atraso económico. La aguja que usa Quiñones en sus remedios funciona como llamada dolorosa y sistemática de un sueño que no parece llegar nunca.

Para adentrarnos en el proceso creativo del film, y su impacto, conversé brevemente con Carmen Oquedo-Villar, quien por estos días dirige un nuevo proyecto en Colombia.

¿Cómo surge la idea de La aguja? ¿Cuál es tu conexión con el tema transexual?

Llevo años realizando una serie de retratos de la comunidad trans en América Latina y entre latinos y latinas en Estados Unidos. Quería hacer uno en Puerto Rico. De hecho, la comunidad trans de Puerto Rico me reclamaba porqué no había hecho uno en la isla. Al llegar a Puerto Rico y conocer a José Quiñones a través del mi amigo y co-director de La aguja, entendí la complejidad y riqueza de este personaje y su universo. Es el cruce entre la comunidad trans y otras comunidades marginadas de la isla. En este universo también se dramatiza la insatisfacción profunda que sentimos mucho/as caribeño/as con nuestro cuerpo. En el espacio de La aguja se manifiestan dependencias en relación a una belleza siempre fugaz y en fuga al igual que en relación a afectos que nunca están tal y como los queremos o los necesitamos. Al mismo tiempo, La aguja aborda un tema universal: la soledad, la desubicación dentro del marco familiar donde nacemos.

¿Qué repercusión tuvo en Puerto Rico donde el debate LGTB ha estado candente después de la muerte de Jorge Stevens?

Cuando este desafortunado evento sucedió, puse a disposición de la comunidad LGTB de la isla el material de la película. Sobre todo porque recoge el testimonio de las mujeres trans en ejercicio de la prostitución. Era un testimonio que servía sobre todo para cuestionar los alegatos iniciales de la defensa del asesino. Mucho de ese material no terminó en la versión final de la película, pero sí se puso al uso de organizaciones políticas que abogan por los derechos LGTB en la isla.

En una reciente entrevista con la agencia EFE, Carmen explicó así su próximo proyecto titulado Diana de Santafe:

Diana se llama así misma Lideraza. Es una transexual afrocolombiana de Barranquilla que llegó a Bogotá muy joven a hacer trabajo sexual y luego comenzó a estudiar leyes en Medellín y enviar dinero a su familia. Regresó a Bogotá y comenzó a ayudar a la comunidad, logrando que Santafe fuera declarada Zona de Tolerancia, donde hombres y mujeres pueden ejercer la prostitución bajo el control de las autoridades. Este documental es algo diferente a lo que he hecho porque no es un retrato, es de un barrio que comenzó como un barrio de inmigrantes, del que se fueron apoderando las trabajadoras del sexo. Paramilitares también se han asentado allí. Sin lugar a dudas, un lugar fascinante.

Además de La Aguja, Carme Oquedo-Villar ha co-dirigido Boquita (2005), Poderista (2005), Mizery (2006).

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