Hay que cambiar la Cámara Baja este noviembre para que haya Reforma de Inmigración

Los republicanos carecen de visión realista al pretender que la existencia de inmigrantes sea una situación temporal cuando de lo que se trata es de modernizar un sistema de inmigración que navegue humanitariamente las llegadas futuras. ¿O es que acaso alguien de verdad cree que no habrá inmigrantes en los años venideros?
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Varios meses han pasado desde que el Senado pasara una propuesta para reformar el sistema de inmigración. La inacción de la Cámara Baja y el cumplimiento inescrupuloso del status quo permite la deportación frecuente de miles de indocumentados y el atropello moral y económico de alrededor de 12 millones de seres humanos, muchos de ellos con familias a ambos lados de la frontera, cualquiera que sea, y con varios años, si no décadas, de trabajo a favor de la economía estadounidense.

Los principios del partido Republicano para llevar a cabo la reforma dados a conocer la pasada semana son una afrenta al sentido común. Si bien es cierto que la seguridad de la frontera es un objetivo crucial, la clausura del paso a la ciudadanía para los indocumentados formaliza la creación de una subclase trabajadora y establece un antecedente peligroso para la futura inmigración.

Los republicanos carecen de visión realista al pretender que la existencia de inmigrantes sea una situación temporal cuando de lo que se trata es de modernizar un sistema de inmigración que navegue humanitariamente las llegadas futuras. ¿O es que acaso alguien de verdad cree que no habrá inmigrantes en los años venideros?

Para mi no existe ninguna duda de que sin una vía a la ciudadanía, lo que finalmente se haga, si se hace, no podrá llamarse Reforma. No puede dársele ese título a una ley que omita el derecho de los sin papeles a naturalizarse en el país en el que trabajan, añadiendo bienes a la economía e incrementando las fortunas de no pocas empresas y negocios de todos los tamaños.

Es hipócrita no crear una vía para la ciudadanía a quienes han vivido por años bajo el temor de la cárcel por sólo querer trabajar y mantener a sus familias.

No es un secreto que el tema de inmigración está entre los primeros que preocupan a los votantes de todos los cortes políticos. Me pregunto si no ha llegado el momento para que la comunidad latina asuma el liderazgo que le corresponde al ser una parte importante de la totalidad de los trabajadores indocumentados de origen latinoamericano, específicamente de México y Centro América. Un voto que eduque a los apáticos y despierte las consciencias de quienes miran este asunto desde la periferia del camino.

De nuestros países traemos la costumbre de convertir los reveses en victorias, uno de los valores heredados de la precariedad política de la que venimos; mientras más se demora la Reforma más se evidencia la necesidad de cambiar a los representantes y elegir a individuos responsabilizados con la comunidad en general. El voto latino en las elecciones de este noviembre puede significar el cambio hacia la legalización de 12 millones de individuos atrapados entre el limbo burocrático y la parálisis de la actual Cámara Baja.

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